Yo no sé, no. Pedro me hacía acordar mientras pasábamos por un lugar donde había una canchita de fútbol, que un día uno que estaba jugando en las inferiores de un equipo nos dijo que teníamos que ser menos inocentes para jugar al fútbol. Nosotros sabíamos de qué se trataba, pero en seguida saltó la pregunta: ¿Hay que ser culpable de algo si dejamos de ser inocentes?

Eran tiempos en los que Pedro andaba con una piba, y en la sombra de la placita muchos perdieron la inocencia juntos. Y cuando se miraban después, se preguntaban si eran culpables de algo. O cuando al tiempo empezó a militar en política con los amigos, en la lucha gremial, estudiantil, alguno muy conservador decía “ustedes son muy inocentes, acá no se cambian las cosas con tanta inocencia, ustedes quieren cambiar el mundo pero son muy inocentes”. Pensábamos si hay que ser culpables de algo para cambiar la realidad que tanto nos duele.

Cuando íbamos a ver el fútbol ya bastante grandecitos, se nos piantaba un lagrimón ante un gol emocionante de nuestro equipo, como si fuera el primero que hizo el Chango, el primero de Obberti, el que hizo el Aldo, o Becerra. Algunos dicen que no hay que ser tan inocentes, que el fútbol está podrido, que hay mucha mafia, y si bien sabemos que algunas cosas están mal, pensamos que no hay que ser culpables de nada para cambiar y seguir llorando los goles.

Pedro me dice, cuando ibamos llegando a Ovidio Lagos y 27, mirá ese pibe que está por pedir una moneda por una estampita o aquel otro que quiere hacer malabares siendo tan chiquitito, esos van a perder la inocencia al toque ante la cruda realidad, ante tanta violencia que reciben. Estaría bueno que esos pibes pierdan la inocencia jugando al fútbol, o con una noviecita en una plaza o en un rincón cualquiera del barrio.

Para mí, me dice Pedro, no hay que perder la inocencia, sino ir a buscar los culpables de esta situación. A los culpables de que estos pibes estén en la calle, a los culpables de que la gente crea menos en proyectos colectivos, a los del «sálvese quien pueda», a los que instalaron el «algo habrán hecho», a los de los 30 mil desaparecidos, a los culpables de tanta concentración económica.

En estos últimos días del año, en los que entre otras cosas hacemos bromas con el día de los inocentes, hay que ir por este sistema que parece que estuviese comandado por el mismo Herodes, para que no haya futuro, para que ni siquiera disfrutemos de nuestra propia inocencia. Y habrá que ir, cada vez que salgamos a la calle, por ellos. Cuando recuperemos un nieto o nieta, también acordarnos de ellos, de los culpables, me dice Pedro, mientras se acuerda con nostalgia de aquellos tiempos en los que eramos inocentes… acusados de inocentes.

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