La evaluación de la realidad internacional es trascendente a la hora de mirar hacia dentro. En La Señal Medios venimos aquilatando información que orienta conclusiones muy diferentes a las planteadas en los medios concentrados, pero sobre todo –por su influencia sobre las franjas populares- a las esbozadas en los espacios comunicacionales habitualmente situados como críticos del sistema hegemónico.

Esta distancia entre lo que consideramos un cuadro de situación preciso y el amplio y variado derrotismo instalado, genera una distorsión aguda en el diseño de las políticas a seguir. Las mismas no suelen estar determinadas por las causas justas, que operan como motor permanente de las demandas, sino por sus posibilidades de desarrollo y concreción.

Por motivos de larga data, varios sectores proclamados de izquierda se perciben con mayor comodidad en un escenario hostil; les resulta más sencillo describir un mundo oscuro contra el cual lidiar que admitir los avances que los pueblos van obteniendo fatigosa pero efectivamente. Nuestra hipótesis, en base a las informaciones obtenidas, es que la década inicial del siglo, con su empuje productivo, no ha terminado y se ha insertado con fuerza en la presente.

Hay una nueva configuración en Oriente Medio, un deterioro de la influencia mundial de EEUU y una persistencia de la crisis en la Unión Europea. Este diagnóstico colisiona con la idea de “una creciente hegemonía del capital financiero internacional” que se admite a diestra y siniestra sin que existan referencias claras que sostengan la aseveración. La particular situación informativa argentina, donde el hallazgo de datos precisos y lineamientos profundos es escaso o nulo, incide en la instalación de ese criterio.

El año 2017 evidenció la victoria de la coalición entre Siria, Irán y Rusia en Medio Oriente. Nadie da cuenta de ello. Los Estados Unidos y la OTAN, porque sería admitir debilidad; su contracara conceptual porque le resulta más explicable y cómodo difundir imágenes de pueblos árabes perseguidos y sojuzgados que la de estados democráticos triunfadores. Asimismo, porque la mirada que la izquierda tiene sobre los gobiernos sirio e iraní no avala elogios ni admite avances.

Debido a la erradicación de las bandas irregulares diseminadas por el imperialismo sobre la región y al freno a cualquier intento de invasión formal, el resto de los países árabes pero también los africanos, están buscando una mejoría en las relaciones con Moscú y, sobre todo en el orden financiero, con Pekín. La modificación de la política de Arabia Saudí ha generado una situación imposible de resolver para los norteamericanos; la monarquía tiránica allí instalada fue sostén petrolero y armamentístico de las aventuras conquistadoras.

El aislamiento israelí es directamente proporcional al aumento de su violencia doméstica. Confundir esa represión con una mejoría del panorama para Tel Aviv es una error de apreciación integral. De ahí el dislate que implica el renovado y potenciado vínculo de la Argentina con ese país. Pero hay más. Los EEUU no lograron hacer pie en la siempre difícil Afganistán, donde el juego histórico de los mujaidines, luego talibanes, llegó a un borde y es rechazado por su pueblo con el respaldo de países antes citados.

Asimismo, como lo hemos demostrado en estas páginas, la influencia de la Organización de Cooperación de Shangai es indetenible. Se ha convertido de hecho en un eje económico – financiero, político, militar y cultural que condensa el “nuevo” concepto chino ruso de una Eurasia unida. Lo que hemos llamado el Gran Gran Juego. Aunque los cruces son complejos y superiores a esta descripción, podemos sintetizar así: mientras China ofrece créditos e inversiones fuera de las dificultades que arrasan el mundo occidental, Rusia garantiza seguridad y al mismo tiempo respeto a identidades milenarias.

“EEUU fracasó en presionar a Rusia y a China con sus demostraciones de fuerza en las fronteras respectivas. Una sólida retaguardia que se ofrecen mutuamente Moscú y Pekín en forma de vías logísticas euroasiáticas no solo beneficia al comercio, sino que también es apta para maniobrar con las tropas. El Occidente colectivo es incapaz de crear una ventaja decisiva en ninguna dirección”, explica la agencia Sputnik en ese sentido. Y añade “Además, la caída de la influencia estadounidense en Oriente Medio se vio repetida en el Sureste Asiático. Pekín, junto con Moscú, no permitió que EEUU arrasara con Corea del Norte”.

Lo acaecido en el Mar de China Meridional tampoco ha sido informado, tras las alertas de guerra irresponsablemente lanzadas desde El País, La Nación pero también Página 12 meses atrás. En el esquema mental previo, todos coincidieron en que si los Estados Unidos lo deseaban, podían hacerse del gigantesco paso comercial doblegando a seis “pequeñas” naciones asiáticas. Las mismas, junto a China, resolvieron fácticamente que una cosa es debatir y hasta pelear entre ellas por el espacio marítimo y otra bien distinta recostarse sobre un jugador (tan) externo para resolver el problema.

En todo el tramo los países decisivos de la zona, evaluados desde el desconocimiento como socios y clientes de EEUU —Vietnam, Filipinas, Indonesia— reevaluaron sus posturas e intensificaron sus contactos con China. El politólogo ruso Rostislav Íshenko, conmueve con su mirada estratégica al indicar: “Resulta que todos los proyectos comerciales y políticos ruso-chinos ahora están dotados con toda la infraestructura necesaria, quizás hasta excesivamente”.

Con ese marco de confluencia ruso china y zonas de influencia (la mitad del planeta) la persistencia de la crisis financiera europea se potencia. En realidad no es un desajuste circunstancial: desde Lehman Brothers hasta el presente se ha instalado un esquema en el cual la creciente necesidad de recursos opera como un agujero negro que absorbe las riquezas sociales del Viejo Continente. El deterioro de la producción ante la parálisis de las inversiones genuinas y el consumo, impide la salida. El diario El País llama “populismo” a todo intento de promover proyectos productivos de bienes de producción y consumo.

Esa crisis crónica, deriva en el deseo de Francia y Alemania de deshacerse de la custodia norteamericana. Un ejemplo de tal proyecto es la idea de un Ejército europeo alternativo a la OTAN. El corcoveo británico tiene el mismo origen pero, probablemente, una secuela diferente. En todos los casos los elementos que se tienen en cuenta son: el giro árabe indicado, la distancia entre el accionar financiero chino y el de la banca tradicional y el gas ruso que abastece la región. En esta dirección, la construcción de los gasoductos Nord Stream 2 y 3 puede resultar vital para resolver la “independencia” europea.

Al decir del especialista Íshenko, todo eso está en ciernes, mucho más cerca de lo que visualiza la prensa occidental. A tal punto que se permite afirmar que “la crisis ucraniana hoy en día es de hecho el último obstáculo para la cooperación entre Rusia y el núcleo franco –alemán  de la Unión Europea”. Advierte, claro, que la situación “no tiene una solución simple” y adelanta que la misma necesitará de un rediseño regional “al estilo de lo que vive Oriente Medio mientras avanza la solución en Siria”. Lo que implica es demasiado: “es muy posible un acuerdo ruso-franco-alemán sobre los asuntos europeos, entre ellos la crisis en Ucrania” dice el politólogo.

No queremos inducir el pensamiento más allá de estas significativas apreciaciones pero si requerir al lector que razone sobre la implicancia del acercamiento entre una zona europea y la mitad planetaria sostenida en el vínculo entre China y Rusia. Si algo ha quedado demostrado en los últimos años es que la hegemonía del capital financiero –que involucra armas y drogas- en el supragobierno norteamericano ha impedido la modificación de la geoestrategia para su adecuación a lo que se ha llamado Multilateralidad. El pueblo del Norte, admitámoslo, ha hecho esfuerzos a su manera.

Lo cierto es que mientras los PBI de Rusia y China crecen y se consolidan en su rubro productivo, los de la Unión Europea y los Estados Unidos decaen. Parece ser –política, pero también matemáticamente, para ser directos- un muy mal negocio tejer acuerdos con gigantes en caída, cuyo peso extraordinario y su dinámica voraz arrastran hacia el hundimiento. En sintonía, el aprendizaje de Eurasia a la hora de plantear relaciones merece una mención: además de dejar de lado las reyertas horizontales, las potencias crecientes han ido entendiendo la importancia de considerar valores y modalidades organizativas históricas de quienes se vinculan. Esto no hubiera sido posible algunas décadas atrás. Esta es la clave para entender porqué la voz del Papa Francisco resuena con intensidad.

Si los párrafos recientes no fueran nítidos, cabe precisar que América latina en general y América del Sur muy especialmente, carecen de destino con países separados entre sí y coaligados con el Norte tradicional. El rumbo que el Unasur había desplegado, con todos sus vaivenes, ofrecía a nuestros pueblos una inserción adecuada –en el caso de Brasil y la Argentina, respetada- en el nuevo mapa general. La historia se abrió a fines del siglo pasado y la puerta se ensanchó tras la debacle financiera del 2008. La tontera de estar alineándonos con los EEUU e Israel implica una vocación de fracaso notable para toda una región.

Esto explica el sentido del texto que está usted leyendo, planteado en el primer segmento.

*Director La Señal Medios / Sindical Federal / Área Periodística Radio Gráfica

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