La detención de Enrique Adrián Solís como supuesto autor de los homicidios de los hermanos Funes y del intento de asesinato del padre le puso nombre y rostro al presunto sicario que en un mes diezmó a la familia de barrio Tablada, que desde hace un lustro resuelve sus rencillas con los Camino anotando con cruces las caídas de cada bando. A diferencia de la mayoría de los acusados, este declaró, brindó tres coartadas –una por cada hecho que le imputaron–, denunció a policías de una comisaría por extorsión y aceptó preguntas del fiscal, algo inusual.

A Cable, como todos conocen a Solís en barrio Tablada donde se crió en casa de su abuela, el fiscal Adrián Spelta lo acusó de intentar asesinar a tiros al Gordo Jorge Funes y de ser uno de los que participó de los crímenes, estos sí consumados, de Ulises y Jonathan Funes, producidos el 7 de enero y el 5 de febrero pasados.

Entre medio de esos dos asesinatos, se registró el de Marcela Díaz, por el que fue imputado con prisión preventiva Alan Funes, otro de los hijos del Gordo.

Díaz es hermana de Ariel Tubi Segovia, un pistolero del mismo barrio ligado a la familia Camino –parientes del asesinado jefe de la barrabrava de Newell’s, Pimpi– y preso desde el año pasado por cuatro casos de homicidios.

Según la acusación que desplegó esta semana el fiscal Spelta contra Solís, Díaz lo habría acompañado en la balacera contra el Gordo Funes el 1º de enero en Alvear y habría participado del crimen de Ulises Funes el 7 de ese mismo mes en villa La Lata.

El 14, esa ruleta rusa que emplean como mecanismo de resolución de conflictos, apuntó contra ella.

La amistad entre Solís y los Segovia fue admitida por el joven acusado, quien en cambio negó haber participado de los asesinatos de los hermanos Funes y del intento a su padre, y exhibió coartadas para casa caso, con testigos que deberían declarar que estaban con él al momento de los crímenes que le endilgan.

Como condimento a una historia de mafias, marginalidad, drogas y crímenes, Solís sumó el de la policía corrupta.

Durante la audiencia en la que fue formalmente acusado de doble homicidio y un tentativa de asesinato –entre otros delitos–, denunció que su persecución es consecuencia de no haber pagado 50 mil pesos a policías de la seccional 15ª, quienes el 20 de diciembre lo secuestraron y la apretaron para pedirle el dinero a cambio de no “arruinarle la vida”.

Como no pagó, interpretó Cable, la ruina lo alcanzó esta semana cuando fue detenido solo, desarmado y caminando en ojotas por zona  sur, para luego ser acusado de la desgraciada suerte de la familia Funes.

Sin embargo –y sin desacreditar los dichos del acusado, que 20 días después presentó una denuncia contra un policía de la 15ta al que identificó y contra otros dos que no conoce– su detención estuvo a cargo de la Policía Federal, que le pisaba los talones.

Y el que lo señaló en al menos dos de los tres casos en los que quedó involucrado fue el Gordo Funes, a quien conoció en 2003 en una unidad penitenciaria cuando ambos pagaban con encierro sendas transgresiones al Código Penal.

Flaco, morocho y con dos prominentes entradas a ambos lados de la frente, Enrique Adrián Solís (33) fue, hasta mayo de 2012, Enrique Adrián Esquivel. Hasta entonces, cuando su padre lo reconoció –ya tenía 27 años– llevó el apellido de su madre.

Su apodo, Cable, lo sigue en cambio desde su adolescencia. Según el prontuario policial, también lo apodan Manguera y tiene antecedentes por robo, hurto, robo calificado y tentativa de hurto calificado.

En la audiencia contó que se crió en casa de su abuela, en Quintana entre Esmeralda y Chacabuco, en barrio Tablada.

Ahí nomás viven los Segovia, con quienes trabó amistad. Con Tubi Segovia, hoy arrestado e involucrado en cuatro hechos de homicidio, y con su hermana Marcela, que lleva por apellido Díaz, asesinada el 14 de enero pasado.

Por ese crimen está detenido y acusado Alan Funes (19) y su novia Jorgelina Andrea Selerpe (23), la Chipi.

También reveló que arrastró durante años una adicción a las drogas, de la que se declaró recuperado. Está en pareja con una chica que lo acompañó en la audiencia, portera de una escuela, con la que tiene un hijo de nueve años.

Tras cumplir condena, Solís dice que no volvió a apartarse de las normas. Que trabaja como notificador en zonas marginales para un estudio jurídico dedicado a accidentes de tránsito y laborales, y que compra y vende autos.

El automóvil que tenía para la venta cuando los policías de la 15ª fueron a “apretarlo” el 20 de diciembre, de acuerdo a su denuncia, se lo había comprado por cien mil pesos, precisamente, a Georgina Segovia, hermana de Tubi y de Marcela Díaz, a quien nombró como “la chica que tuvo el deceso”.

El dinero, explicó, lo había reunido por la venta de otro auto, un Corsa 2010 que “estaba impecable”.

Para el fiscal Spelta, Cable es un gatillero de los Segovia que intentó matar al Gordo Funes y participó de los asesinatos de sus hijos Ulises (23) y Jonathan (28), aunque el proceso en su contra recién comienza.

Año Nuevo

Cuando el sol saludaba para irse el primer día del año, Jorge Funes vio por pasar un Fiat Siena gris con los vidrios polarizados por la puerta de su casa, en un loteo de Alvear. Pensó que era un vecino y siguió jugando con fuegos artificiales con su hijo pequeño.

El mismo auto volvió a pasar a los quince minutos pero esta vez con las ventanillas bajas, y al hombre que estuvo en la “tumba” por robo le encendió una alarma.

Unos días después de que le tiraran al menos 32 plomos, Funes declaró en Fiscalía que empezaron a dispararle desde el auto, que los atacantes eran cinco y que uno se bajó para apuntarle desde una ventana de su casa, y en un forcejeo logró desarmarlo.

La pistola calibre 22 largo quedó en el lugar mientras Funes era llevado por un vecino al hospital Roque Sáenz Peña, para ser derivado más tarde al Provincial con tres heridas de arma de fuego que no le ocasionaron mayores problemas.

“De las personas que me atacaron puedo reconocer al apodado Cable, su nombre es Adrián, no sé el apellido, yo lo conozco porque en algún momento estuvimos detenidos en el mismo lugar, allá por el año 2001 0 2003”, declaró Funes.

Un informe del Servicio Penitenciario disipó esa duda instalada en la memoria del Gordo: en septiembre de 2003 Cable y Funes fueron trasladados a la Unidad Penal 3, conocida como La Redonda.

“Junto a él también estaba Marcela Díaz, a quien conozco de vista del barrio Tablada. Yo viví más de 30 años ahí. Sé que es la misma persona que mató a mi hijo Ulises, fue en el mismo auto y todo”, precisó Funes luego del crimen de su hijo, el 7 de enero.

La Justicia aguarda el resultado de una pericia efectuada a la pistola calibre 22 encontrada en el patio de la casa de Funes.

No hay, por ahora, otro elemento de prueba contra Solís más que la declaración de la víctima.

Cable dijo que ese día recibió el año desde las 14 y hasta el 23.30 en casa de una tía, en la que se festejó el cumpleaños de una ahijada, cuya edad no recordó con precisión. Agregó que puede ofrecer fotografías y grabaciones, además de los testimonios de sus familiares.

“Yo soy inocente, ese día me encontraba en ese lugar, yo no fui la persona que están acusando”, afirmó.

El apriete

Entonces, Solís contó que el 20 de diciembre pasado fue privado de la libertad durante unos minutos por personas que se identificaron como policías –uno de ellos vestía uniforme, aseguró-, quienes le pidieron 50 mil pesos.

“Ellos me prometieron que me iban a arruinar la vida, y yo sé que estoy acá por ellos. Puedo probar que en todos los hechos de que se me acusen estuve en otro lado”, dijo Cable.

En su declaración afirmó que antes de ser secuestrado, pasó por el frente de su casa mientras él reparaba un vehículo para la venta un policía llamado Mariano Vivot, que presta servicios en la seccional 15ta. Se conocen de pibes, también de Tablada.

Su viejo conocido –explicó- iba con un acompañante ataviado de remera roja, gordo, uno de los que después lo persiguió en un VW Bora Celeste hasta alcanzarlo con fines extorsivos, según dijo.

“Vos tenés que hablar con la persona que te banca. Nosotros estamos seguros que te banca la familia Segovia. Vas a tener que ir y conseguir como sea 50 lucas que sabemos que tenés en tu casa”, recordó Solís la presunta conversación con el de la remera roja y el de uniforme policial.

Y abundó: “Me apretaron, me apretaron hasta que yo les dije: «Voy a hablar con la familia Segovia y les voy a pedir la plata y voy a venir y les voy a pagar»”.

El relato de Solís siguió con su incumplimiento de la promesa arrancada bajo presión, que según su declaración motivó que ahora sea acusado de todos los males ocurridos en Tablada.

Su pareja denunció el presunto intento de extorsión, pero esa presentación recién la realizó el 10 de enero. Luego de la balacera al Gordo Funes y del crimen de su hijo Ulises.

Hermanos

En menos de treinta días, entre la celebración de Reyes Magos y el 5 de febrero, fueron asesinados Ulises y Jonathan Funes.

El primero se produjo alrededor de las 20 del 7 de enero en el ingreso a un pasillo de villa La Lata, donde el joven –marino mercante– estaba junto a su novia y una tía de ella.

Según el fiscal Spelta, desde un Fiat Siena gris dispararon contra Ulises. Dijo que un testigo declaró que supo que el crimen fue cometido por Cable, quien le habría pagado tres mil pesos a su hermano para que conduzca el vehículo.

Otro testigo, de identidad reservada, declaró que “pudo ver que el que dispara desde la ventanilla de atrás del auto fue Cable, a quien conocía del barrio Tablada y es sicario de los Camino”.

Otra mujer testimonió ante la Fiscalía que le habrían pagado cien mil pesos a Solís para matar a Ulises Funes.

De acuerdo a esos testigos, en el automóvil también iba una mujer rubia, que para el fiscal sería Marcela Díaz, la hermana de Tubi Segovia asesinada siete días después. Por cuya muerte está imputado Alan Funes y su novia.

Otra vez, Solís dijo no haber estado allí, sino en un campo de Villa Amelia durante la tarde de ese día y cenando con familiares a la noche. Explicó que antes de comer fue a buscar fiambre con su auto y que pasó por el frente de la sede de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE), por lo que su auto debió quedar registrado en la cámara de videovigilancia de la dependencia policial.

Finalmente, el fiscal le endilgó también la muerte de Jonathan Funes (28), asesinado de varios balazos el 5 de febrero cuando regresaba en un Audi junto a su novia de la cárcel de Piñero. Había ido a visitar a sus hermanos Alana y Lautaro, ambos detenidos en ese penal. Lautaro por una acusación de asociación ilícita en la que están enredados otros pesados de Tablada.

Una EcoSport lo cruzó por la ruta 14 cerca de la intersección con la A012. De acuerdo a la exposición de Spelta, desde una ventanilla dispararon dos tiros contra el Audi, lo que obligó a Jonathan a detenerse.

“Loca, ayúdame”, recuerda la chica que le dijo el mayor de los hermanos Funes, antes de bajarse del auto e intentar escapar corriendo.

“Jonathan me abrazó y salió corriendo y lo corrió Avejera. Vi cuando le dio el primer disparo en la pierna, y cuando cayó siguió tirando”, declaró la joven.

Emiliano Javier Avejera, conocido como Jija, integra la barra de Newell’s y está prófugo por este crimen. Estuvo mencionado en el triple crimen de avenida Francia y Acevedo ocurrido en mayo de 2013 tras la muerte del Pájaro Claudio Cantero, por el que están siendo juzgados en estos días los miembros de la banda Los Monos.

La testigo contó que Avejera regresó hasta el Audi tras rematar a su novio. “Puta, te dejo viva para que denuncies”, dice que le dijo. También afirmó reconocer a Cable dentro de la EcoSport -que más tarde apareció quemada y era robada- a quien conoce del barrio Tablada.

Solís sostuvo en su defensa que ese día lo pasó “guardado” en la casa de un primo, en la zona oeste, porque sabía que era buscado por los crímenes de los Funes. ¿Cómo lo sabía? Por la tele, declaró. “No los conozco a todos estos chicos, jamás los vi”, reiteró, y se adelantó a aclarar que no era hincha de Newell’s sino de Rosario Central, lo cual podía corroborarse en los videos de ingreso al Gigante de Arroyito. El fiscal intuyó que la aclaración sin preguntas apuntaba a despegarse del prófugo Jija, uno de los líderes de la barra Leprosa.

El juez Carlos Leiva aceptó la acusación fiscal y le dictó prisión preventiva a Solís, quien pidió quedar alojado en el pabellón evangelista de la Unidad. Invocando razones de seguridad, el Servicio Penitenciario lo envió a la Unidad 11 de Piñero, donde están detenidos Lautaro y Alan Funes, aunque un habeas corpus lo devolvió a La Redonda.

Fuente: El Eslabón

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