Es cierto lo que dije el sábado por la noche: el título grande debería ser Héctor Magnetto, a través de Natacha Jaitt en el programa de Mirtha Legrand que se emite por Canal 13, involucró al Papa Francisco como cómplice de pedofilia.
La gravedad y la miserabilidad del Grupo Clarín en su conjunto, con sus jefes y voceros, con sus organizadores y amigos, queda señalada. Sin embargo, El Mal a varias bandas que se buscó con esa acción psicológica es supremo y vale consignarlo.
La intención estratégica es dejar en el sustrato mental argentino la idea de “en todos los clubes sucede esto” como se afirmó livianamente en cámaras. Sin pruebas y sin datos se busca desmontar el brillante trabajo masivo sobre los pibes del país en las divisiones inferiores.
Productores de la industria cultural más rentable del mundo, miles de técnicos, seleccionadores, profesores, quedan sumidos en la sospecha; y decenas de miles de chicos humildes que van pasando de división a división, emergen a las ligas mayores sospechados de haber concedido al abuso para desplegarse.
La estulticia de la “denuncia” se asienta en la infamia destructiva de quienes pretenden quebrar los clubes como formas organizativas populares para instalar la presunta “seriedad” de las Sociedades Anónimas, donde “estas cosas no pasarían”.
Al igual que las “informaciones” sobre violencias e irregularidades en las escuelas públicas, que damnifican el prestigio de docentes que contienen sobre sus hombros los más diversos problemas sociales que recaen sobre los pibes, se busca desestructurar las instituciones que el pueblo va creando para subsistir, educar, mejorar.
La campaña lanzada sobre Independiente tiene como objetivo simultáneo golpear sobre Hugo Moyano, presidente del club, que ha asumido posturas opositoras al gobierno nacional. Justo tras el primer período de gestión, en el cual el jefe camionero ordenó una entidad desmadrada y confusa, y la repuso en el primer plano internacional.
Las divisiones inferiores del fútbol argentino son desconocidas para periodistas y opinión pública en general. Con todas las excepciones que se puedan hallar en cualquier institución, son valiosas casas de formación y desarrollo de niños de todo el país. Más allá del puñado que arriba a la primera división, todos los que han pasado por las inferiores saben lo que digo.
Esas casas de formación son sostenidas por los asociados de las entidades, que eligen –gusten o no- las autoridades de sus clubes. Es un círculo virtuoso en el cual la comunidad brinda su aporte para que sus pibes tengan un lugar de esparcimiento que se combine con el aula tradicional.
La “denuncia” echada a rodar sin borde moral alguno enlaza con una franja profundamente hipócrita de la sociedad, que pretende barrer bajo la alfombra las estadísticas reales del Ministerio de Justicia a las que tuve acceso: la mayor parte de los abusos a menores suceden en los hogares y los provocan familiares.
Es hora de romper de una buena vez el sentido común liberal que transita este país sobre temas bien sensibles: las calles, las escuelas y los clubes son mucho más seguros que algunas casas familiares a puertas cerradas y con silencios hondos. A menos que en esos espacios públicos irrumpa la policía para poner todo en “orden” y la violencia se generalice.
Esta movida es de una gravedad intensa y de una malevolencia difícil de describir: El Papa, Moyano, los clubes sociales, la industria cultural y sobre todo, nuestros pibes, son los afectados.
Ahora, empezarán a circular versiones en el mismo tono de aquellas que se repetían sobre “no sabés cómo saca la plata La Cámpora de los ministerios… me contaron que…”. Esas mentiras para zonzos dirán “si, me enteré de un pibe en el club… resulta que el entrenador…” y así siguiendo. En el mismo tono, una versión que la otra, para que el boludo se haga el informado.
Cada vez que hacemos un país, vienen ellos y lo rompen. El tema divisiones inferiores es una demostración nítida de esta verdad.
Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica