Tres tiroteos a frentes de viviendas vinculadas o anteriormente ocupadas por jueces o familiares de los magistrados que tuvieron en sus manos causas relacionadas a la banda Los Monos calentaron el frío final del otoño rosarino sin que ninguno de esos casos sea aún esclarecido. Abrir fuego de noche contra mamposterías y aberturas de inmuebles parece una tarea sencilla que, sin embargo, produce un efecto atemorizante en los presuntos destinatarios de esos mensajes mafiosos. Y ahondan el de los ciudadanos comunes. Todas las miradas apuntan hacia la organización criminal de la zona sur, cuyos principales cabecillas están presos con condena y enfrentan otras causas judiciales, pero vale la pena hacerse algunas preguntas al respecto.

Con aclaración

Dos ediciones atrás, cuando la casa baleada había sido la que hasta unos meses antes ocupó junto a su familia el juez Ismael Manfrín, el eslabón publicaba: “Tirotear el frente de una vivienda es de una simplicidad tan profunda como el fondo del océano. Ocurre a menudo en los barrios de Rosario a modo de mensaje mafioso entre bandas o grupos delictivos que emplean esa modalidad de aviso de disconformidad antes que acudir a la más abúlica carta documento”.

A menos de un mes de aquel grave episodio, otros dos asistieron a hacerle compañía en menos de 24 horas: uno generó dudas sobre el destinatario del mensaje, el otro ofició como aclaración.

El martes 19 de junio fue baleada con abundante munición 9mm una casa de Buenos Aires al 3900 ubicada frente a la residencia que ocupó el juez penal Juan Carlos Vienna hasta su separación conyugal. Que está situada al lado de la vivienda de su hermano Marcelo Vienna, fiscal de la Justicia ordinaria provincial.

Según los investigadores, dos personas pasaron en moto esa noche y dispararon en varias oportunidades, más de diez según el recuento de vainas servidas levantadas en la zona. La mayoría dio sobre la casa de un vendedor de una empresa, que aclaró que no tenía nada que ver con Vienna.

El juez fue quien instruyó la causa que terminó con la condena de abril pasado a varios de los integrantes de Los Monos. En 2013 los detuvo y los procesó por el delito de asociación ilícita, causa a la que luego se sumaron otros expedientes por cinco homicidios.

La noche del 19 un proyectil dio en un vehículo estacionado en el domicilio de la ex esposa del magistrado y otro en la residencia.

El ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, afirmó durante el acto por el Día de la Bandera, en la mañana del 20 de junio, que la principal hipótesis no apuntaba a un mensaje al juez, sino a un presunto tiroteo a dos jóvenes que pasaban por el lugar y que lograron guarecerse de la lluvia de plomo.

“No fue una balacera a la casa del juez ni a la de su ex esposa”, dijo tajante el ministro.

Pullaro agregó que si bien “no descartamos que pueda haber sido para el juez, estamos trabajando en diferentes hipótesis y ésa no es la más fuerte”.

La más potente era la de los pibes que esquivaron las balas. “Hay una cámara de seguridad que los grabó cuando se agachan, pero no se presentaron a declarar”, precisó una fuente de la cartera de Seguridad.

Pullaro explicó por su parte que “una vaina pegó por un rebote en un auto del hermano del juez, que vive en una casa aledaña”, e insistió en que si bien el mensaje al juez “no se descarta, no es la hipótesis que más nos moviliza”.

La misma noche del día en que hizo esas declaraciones debió movilizarse, esta vez hacia Laprida 3670, donde mora el padre de Vienna, del mismo nombre.

Al menos cinco tiros depositados en el frente de la residencia esa noche, 24 horas después del primer episodio, rectificaron el error del día anterior. El mensaje, por si alguien abrigaba alguna duda, era para Vienna.

Luego sucedió lo que es de rigor en estos casos: el presidente del Colegio de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de Santa Fe, Gustavo Salvador, hizo pública su “consternación” por el hecho y pidió que el asunto “sea abordado de manera urgente para encontrar una solución a esta problemática”.

El presidente de la Corte Suprema provincial, Julio Gutiérrez, dijo que el ministro Pullaro “no entiende nada” y pidió una reunión con su jefe político, el gobernador Miguel Lifschitz, para evitar intermediaciones.

El mandatario prometió que reforzará y extenderá “la seguridad a familiares de jueces y fiscales”.

¿Quién fue?

Las investigaciones de las balaceras del 19 y 20 de junio recién comienzan. En la primera una cámara de seguridad captó a dos jóvenes que se tiran al piso cuando los tiros arrecian. En el Ministerio de Seguridad lo interpretaron como un posible ataque a esos anónimos jóvenes que, enfatizan, no se presentaron a declarar.

Todo ocurrió en las inmediaciones de la casa que hasta su separación ocupó el juez Vienna. Un día después las dudas que sobrevolaban la cartera de Seguridad se disiparon cuando la que se convirtió en objeto de un tiroteo fue la casa del octogenario padre del cuestionado magistrado, ubicada a cuatro cuadras de la primera.

Por ninguno de los dos episodios hay detenidos aún.   

A un mes de ocurrida, la balacera sobre el frente de la vivienda en la residió el juez Manfrín con su familia hasta unos meses antes, en Italia al 2100, tampoco ofreció avances conocidos públicamente.

Manfrín fue el presidente del tribunal que condenó a los líderes de Los Monos y a una decena de policías acusados de ser encubridores de la banda, fundamentalmente al datearlos de posibles allanamientos y persecuciones judiciales.

La casa tiroteada la compró un bancario que, al parecer, no tiene enemigos que expliquen la acción intimidatoria.

Ese hecho ocurrió en forma paralela al traslado a una unidad penal de Chaco de Ariel Máximo Cantero, alias Guille, jefe de Los Monos. Como antecedente, Guille enfrente una causa judicial por amenazar telefónicamente a otro juez si no ordenaba que lo trasladaran desde Rawson, donde estaba detenido, a una cárcel santafesina.

También debe computarse, como registro previo, que en la causa federal por narcotráfico que enfrentan Cantero y su lugarteniente Jorge Emanuel Chamorro –entre otros– están acusados de liderar una banda de tráfico de drogas desde la cárcel, cuyos muros no lucen como un eficaz límite a sus aspiraciones.

La primera conexión es directa: si tirotearon los domicilios de Manfrín que los condenó y Vienna que los procesó y encarceló, las intimidaciones en forma de munición fueron pergeñadas por Los Monos.

Puede ser, claro. Pero, ¿cuál sería el objetivo? Atemorizar, obviamente. Sin embargo, los cabecillas de la banda ya están presos y condenados, por lo que los jueces que participaron de ese proceso ya nada pueden hacer para revertir su actual estado.

Las pifias a los domicilios de los presuntos objetivos del amedrentamiento también provocan sospecha.

¿Existe ansia de venganza entres los integrantes de la cúpula de Los Monos contra los funcionarios judiciales que los encerraron? Es dable pensar que sí, aunque no habían sido molestados durante el largo proceso durante el cual, sí, una intimidación podría haber causado el efecto atemorizante que los apartara de la función que les fue conferida en el Poder Judicial.

Durante la instrucción de la causa, y aun en el juicio oral por el que terminaron condenados, la estrategia de Los Monos consistió en señalar la presunta parcialidad de Vienna por su vínculo con el padre de Martín El Fantasma Paz, cuyo crimen investigaba el juez y que derivó en un expediente de persecución a Los Monos, impulsado por una ostensible necesidad política. Ni un tiroteo amenazante. ¿Por qué sí ahora?

La banda condenada, como quedó de manifiesto en el juicio, contaba con una amplia pata policial. Tanto como de los 25 imputados en el proceso oral 12 habían vestido uniforme policial, y 9 resultaron condenados.

Por ahora, eso no constituye una hipótesis de investigación de las balaceras intimidantes a las mamposterías de las residencias de integrantes del Poder Judicial.

Balear el frente de una vivienda, como se dijo, posee un inocultable efecto atemorizante. Produce miedo e incrementa la inseguridad de los destinatarios del mensaje y sus grupos familiares. No se registran en las últimas décadas amenazas semejantes a miembros de la Justicia.

Sin embargo, no queda tan claro los efectos que ello podría producir sobre decisiones judiciales que alteren la situación procesal de los presuntos emisores de los mensajes mafiosos.

La escalada de tiroteos abre una serie de interrogantes sobre sus posibles autores y eventuales motivaciones. La carencia de respuesta investigativa –por ahora– sólo acrecienta la incertidumbre.

Fuente: El Eslabón

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