Yo no sé, no. Pedro se acordaba de cuando a la placita la compartíamos entre todos, o más bien la repartíamos. Porque con los del fondo, más allá de que eran casi del mismo barrio, porque vivían apenas a 4 cuadras, había ciertos resquemores. Así que, ellos de un lado y nosotros del otro. Cincuenta y cincuenta. Con el campito hacíamos lo mismo, hasta que no saltaba el desafío, era la mitad para cada uno.
También se acuerda de un par de pibas que le plantearon ayudarlo con la carpeta, con los dibujos, y él le tenía que ayudar en unas redacciones, ya que era bueno para inventar cosas. Así íbamos cincuenta y cincuenta, mitad y mitad.
Se acuerda también cuando empezó a rebuscarselas con el primer laburito que tuvo, en una verdulería con un amigo. Cuando hacían el reparto, las propinas eran cincuenta y cincuenta. Y cuando apostaban, también. Porque en ese tiempo centralito ganó una serie de partidos y ellos apostaban chirolas y chirolas, y no paraban de ganar, como centralito. Hasta que un día lo pararon.
En ese tiempo, dice Pedro, el mundo estaba dividido en dos. O eso parecía. Entre el oeste y el este. Hasta que empezamos a darnos cuenta que la división era más brava entre el norte y el sur. El primero rico y el segundo pobre. En estos países del sur, la desigualdad era más brava, era violencia. Porque el que laburaba, lo hacía por chirolas, que parecían propinas.
En algún momento, el pueblo luchó y el desarrollo de las fuerzas populares se empezó a acercar en el reparto del cincuenta y cincuenta de lo producido en el país. Después aparecieron esas dictaduras de derecha que instalaron ese plan económico genocida, donde el plan perfecto era que el salario sea lo más bajo posible.
Todo se transformó en un país dependiente de todo. O una región, mejor dicho. Todo el sur dependiendo de los países ricos del norte.
Como estos cosos que están ahora acá y no quieren hablar de un país cincuenta por ciento industral y cincuenta por ciento agrario. No les cabe en sus cabezas, porque cuando haya asalariados industriales van a empezar de nuevo a zapatear para acercarse a ese cincuenta por ciento que una vez tuvimos.
Pero sabés qué, me dice Pedro, estos glotones sojeros explotadores no saben una cosa: que el pueblo y nosotros tenemos memoria, que alguna vez tuvimos un buen sueldo, con participación en todos los sectores. Y no sólo en sueldos, sino también en la cultura, educación, salud. Y quién te dice que si nos juntamos, nos ponemos de acuerdo, empezamos a ir de nuevo por eso, por esos sueldos dignos, educación digna, por ese país en el que se hagan cosas de acá. Lástima el tiempo que estamos perdiendo, y que arrancamos de muy de atrás, me dice Pedro, mirando para algún lado, buscando el punto exacto donde estaba esa verdulería donde se la rebuscaba, y donde iba mita y mita con las propinas.