El derechista Iván Duque asumió la presidencia lanzando amenazas. Dijo que revisará el acuerdo de paz con las FARC y las negociaciones con el ELN. Y se posicionó de entrada como empleado del Imperio al referirse, tácitamente, a Venezuela como “una dictadura”. En las calles, el pueblo pidió que dejen de asesinar militantes.
Amenazas contra la paz interna y contra la paz en la región. Iván Duque, el delfín del legislador y señor de la guerra cada vez más comprometido con la Justicia por causas de corrupción Álvaro Uribe, recitó el libreto derechista que se esperaba: contra el acuerdo de paz con la guerrilla y contra Venezuela. Ambas posiciones se alejan de la paz, en momentos en que la relación entre Colombia y Venezuela está más tensa que nunca. El gobierno de Venezuela acusó a Colombia de la participación en el intento de asesinato de Nicolás Maduro del sábado 4.
Duque, como lo venía prometiendo en campaña, aseguró que introducirá correctivos al acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmados a finales de 2016.
Los acuerdos pusieron fin a más de medio siglo de guerra, fueron impulsados por el presidente Juan Manuel Santos y por esta gestión le fue otorgado el Premio Nobel de la paz. Pero hay una profunda grieta en Colombia. Una parte de la población quiere revisarlos. Considera que se les concedió demasiado a los guerrilleros. Piden mano dura. Y allí vino Duque para darles el gusto y poner en peligro la paz.
En este sentido, el nuevo presidente aseguró que su principal preocupación estará en la atención a las víctimas del conflicto armado, para que en el marco del acuerdo de paz tengan derecho a la verdad, la justicia, la reparación moral y económica y a la garantía de que lo sufrieron no se repetirá. “Quiero dejar absolutamente claro, que un proceso creíble debe cimentarse en el cese total de acciones criminales, con estricta supervisión internacional, y tiempos definidos”, agregó el mandatario y también anunció lo que calificó como correctivos al pacto suscrito por Santos a finales de 2016 con la ex guerrilla FARC.
En la sede del Ejecutivo, Duque fue recibido por Santos, quien estaba en compañía de dos de sus hijos, y de su esposa, María Clemencia Rodríguez, quien simbólicamente volvió a vestir el traje blanco que lució en 2016 en Oslo en la ceremonia en que su marido recibió el Premio Nobel de la Paz.
Duque tampoco se olvidó de la otra guerrilla, la única activa en Colombia, y de las conversaciones en marcha. “Durante los primeros 30 días de nuestro Gobierno vamos a realizar una evaluación responsable, prudente y completa del proceso de conversaciones que durante 17 meses se ha adelantado con el Ejército de Liberación Nacional (ELN)”, afirmó el ex senador de 42 años desde la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá con relación al proceso de diálogo que se está desarrollando en La Habana. En 2017, el gobierno colombiano y el ELN (la última guerrilla activa reconocida oficialmente) comenzaron unos diálogos de paz en Quito bajo la presidencia de Juan Manuel Santos. Tras varias vicisitudes, las conversaciones fueron trasladadas a La Habana en mayo pasado, después de que el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, retirara a su país como garante y sede del proceso de paz.
El nuevo mandatario explicó que para realizar esa evaluación se va a reunir con la ONU, la Iglesia Católica y los países que han venido apoyando el proceso de paz para que, “en el marco de la independencia y la institucionalidad del Estado, compartan con los colombianos su balance acerca del proceso”.
En otro punto de su discurso, el nuevo presidente de Colombia se refirió tácitamente a la situación en Venezuela al asegurar que buscará el respaldo internacional para combatir, según dijo, a las dictaduras en varios países de la región. “Haremos respetar la Carta Democrática Interamericana, promoveremos la libertad de los pueblos de la región y denunciaremos en los foros multilaterales, con otros países, las dictaduras que pretenden doblegar a sus ciudadanos”, aseguró. Y en este punto la postura de Duque coincide con la diplomacia llevada a cabo por su antecesor, Santos, que congeló todas sus relaciones con Caracas y pasó a liderar la campaña internacional que condena a lo que llama la dictadura de Maduro y que pide un cambio pacífico de régimen. Maduro señaló a Santos como responsable del ataque con drones explosivos, acusación que Bogotá negó enfáticamente.
Duque anunció un paquete de leyes anticorrupción y una reforma para evitar que el narcotráfico y el secuestro sean considerados delitos políticos.
Aunque contará con mayoría en el Congreso, el delfín político de Uribe enfrenta a una fortalecida oposición de izquierda y de centro, que alcanzó su mayor representación en las legislativas de marzo. La oposición en las calles se mostró en toda su fortaleza desde el primer día y las tensiones con Venezuela están en su punto máximo.
Los manifestantes le exigieron a Duque que proteja a los líderes sociales tras el asesinato de 331 de ellos desde el 2016 y que respete los compromisos de paz asumidos con la ex guerrilla. “Le estamos expresando al nuevo gobierno, todas las fuerzas de oposición, que aquí hay un pueblo que no resiste más la violación al derecho a la vida, que necesitamos que se implemente correctamente el acuerdo de paz”, declaró el ex guerrillero y actual legislador Marco Calarcá en el marco de la movilización que acompañó la asunción del nuevo presidente.