La decisión del gobierno de Cambiemos de clausurar la paritaria nacional docente fue una de las señales más claras de la política educativa instalada desde diciembre de 2015: cerrar los canales democráticos de participación para ajustar en la educación pública. La respuesta del magisterio no se hizo esperar y a las marchas federales masivas sumaron la Escuela Itinerante. Apenas la Ctera empezó a levantar esta escuela frente al Congreso de la Nación (a principios de abril de 2017), el entonces ministro de Educación de la Nación y actual senador del PRO, Esteban Bullrich, mandó a reprimir a los docentes. Las promesas de campaña de cuidar al magisterio se convirtieron en palos y golpes furiosos. Pero la Escuela Itinerante siguió adelante. Una idea creativa de protesta, movilizadora y que se replicó en distintas ciudades del país durante todo el año pasado. También en Rosario. La escuela sumo artistas, charlas y muestras. Una de esas tardes, la Escuela Itinerante rosarina invitó a los Payasos por la Identidad a contarles a los más chicos sobre la búsqueda que hacen las Abuelas para recuperar a los nietos apropiados, otras a ofrecer títeres y canciones. Y allí estaba de frente a las nenas y nenes una maestra. La mirada atenta en los pibes y en lo que sucedía en escena, con la consigna de la Escuela Itinerante estampada en su guardapolvo blanco: “Enseña, resiste, sueña”. La imagen la logró Andrés Macera. Carga con toda esta historia reciente y mucho más.
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Un maestro cruza con un abrazo a un interno del penal de Piñero. Es durante una jornada donde los presos mostraron lo que hacen en los talleres y en la escuela que funciona allí adentro. Lo abraza para escuchar lo que tiene para contar de ese trabajo, para decirle lo que piensa. No hay prueba estandarizada que reemplace ese abrazo. La mejor aprobación y empuje a seguir aprendiendo, a dar vuelta una página de la vida que a muchos se les presentó hostil desde el inicio. La foto la tomó Celina Mutti Lovera y es una invitación a escuchar las voces silenciadas por las violencias y a reconocer la enseñanza y las necesidades en estos espacios. La educación en contextos de encierro está contemplada en la ley de educación nacional (26.206 aprobada en 2006) como una modalidad con características propias para atender a los internos y las internas de las unidades penitenciarias. En otras palabras, a hacer efectivo el derecho a aprender de todos. El valor de lo sancionado en esa norma se dimensiona cuando se sabe que la población carcelaria está integrada mayormente por jóvenes, pobres y casi sin escolaridad. Muchos sin siquiera saber escribir su nombre. Cuando los internos tienen la oportunidad de asistir a la escuela en las cárceles, el horizonte comienza a ser otro. Esto lo repiten los maestros que trabajan en estas realidades. A eso se aferran cuando reclaman mejores condiciones para enseñar. En particular, cuando el presupuesto nacional se achica y golpea con furia a los programas socioeducativos que atienden a estas poblaciones.
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No toda enseñanza transcurre en un aula y frente al pizarrón. Hay gestos, momentos, encuentros que hablan de una tarea educativa silenciosa. No se anota en los registros. No figura en las planificaciones ni recibe premios, ni diplomas a la «maestra innovadora», tampoco otorga mayores puntajes para subir en los escalafones y en la carrera docente. Hay miradas que valen como un “te felicito” escrito con verde, rojo o azul (según los años de la docente), que sirven de empujón cuando todo parece salir mal y no se le encuentra la vuelta al problema a resolver. Hay señales que dicen “estoy aquí”, “te acompaño”, “te ayudo a aprender”. Leonardo Vincenti registró uno de esos momentos escolares amorosos como pocos, que más que de magia tienen mucho de trabajo docente, de profesionalismo. Porque eso es una maestra trenzando el cabello a una nena mientras pinta; y otra compañera que ciçomparte una charla y sigue de cerca las pinceladas de su alumno. La escena fue fotografiada en el patio de la Escuela Especial Nuestra Señora de la Esperanza de Granadero Baigorria.
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Una de las primeras víctimas de la dictadura cívico militar fue un maestro. Isauro Arancibia, fundador de la Ctera, fue asesinado en Tucumán junto a su hermano Arturo, la misma noche del 24 de marzo de 1976. Más de cien balazos se contabilizaron en el cuerpo de Isauro. No fue el único. El Terrorismo de Estado se llevó 600 educadoras y educadores. La mayoría permanece entre los 30 mil desaparecidos. En 2006, el Ministerio de Educación de la Nación impulsó el Programa Educación y Memoria, con la clara intención de que estos hechos no se olvidaran, con una perspectiva basada en los derechos humanos y para aplicar en todas las escuelas del país. Es otro de los programas desfinanciados por la gestión de Cambiemos. La decisión de hacerlo caer de las aulas argentinas no es solo financiera sino ideológica, es parte del plan sistemático del gobierno de Mauricio Macri de borrar la enseñanza de la historia y perseguir a quienes le dan lugar en su enseñanza. La defensa de esa pedagogía de la memoria, la verdad y la justicia impulsada por Madres, Abuelas y los organismos de derechos humanos la toman las maestras y maestros en sus clases, y quienes marchan cada 24 de Marzo con los nombres de aquellas y aquellos docentes víctimas de la dictadura bordados en sus guardapolvos.
Nanci Rodríguez tomó la fotografía de un abrazo colectivo de maestras. Se leen varios nombres, entre ellos el de Graciela Lo Tufo, desaparecida el 14 de abril de 1977. Graciela tenía 26 y enseñaba en el Colegio Nuestra Señora de la Asunción de Rosario cuando se la llevaron de su propia casa. Desde septiembre pasado una calle de la ciudad, ubicada a la altura de Casiano Casas al 2200, lleva su nombre.
Las fotografías de Andrés, de Celina, de Leonardo y de Nanci integran la muestra Foto Maestra que inauguró el Sadop Rosario en septiembre pasado. La muestra contó con el apoyo de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (Argra) y del Sindicato de Prensa Rosario. Y convocó a fotógrafas y fotógrafos profesionales, aficionados y estudiantes de la carrera. Además de los mencionados, de Ayelén Cardella, Carolina Di Lorenzo, Débora Zuker, Elvio Lesteyme Alcaraz, Gustavo Abbate, Joaquín Martínez, Julia Buzón, Lorena Montiel, Manuel Costa, Marcelo Bustamante, Mariana Terrile, Mariano Colom, Rubén Lescano, Sebastián Suárez Meccia, Silvina Salinas y Virginia Benedetto.
Son veinte imágenes que hablan de la “Docencia, su labor educativa y sus luchas”. Están instaladas en el ingreso del Instituto de Capacitación que el Sadop tiene en Montevideo 1567 y se puede visitar hasta el 7 de diciembre que viene (Más información en sadoprosario.org).