Yo no sé, no. Pedro se acordaba que apenas se construyó la capilla de La Santa Isabel de Hungría, le gustaba que lo mandaran de vez en cuando a misa, y si era los domingo a la mañana temprano mejor. Él decía que cumplía con la cita con el de arriba y tenía toda la mañana para jugar a la pelota detrás de la iglesia, en el campito. Y como se levantó siempre temprano para ir a la escuela, mucho no le costaba madrugar un domingo. Eso sí, al resto de los pibes mucho no le gustaba, tanto que a veces sólo eran tres. Y bueno, en ese momento la cita era con el “gol entra”. Pasaron los años y la cita cambió de lugar y de horario.
Las esquinas (algunas) del barrio empezaron a ser el lugar elegido. O el primer puente de la Vía Honda, para ir a cazar. Y también las primeras plazas, para ir con alguna piba. Y las tardes que llovía, en la parada del 52 (Iriondo y Biedma) que tenía un techito donde esperábamos el bondi para ir al cine Sol de Mayo. Especialmente los sábados de lluvia era cita obligada ir a ver las tres pelis del Sol. Otra esquina donde nos hacíamos los lindos era la de San Nicolás y Biedma, enfrente de la parada del 15, y en la vereda de la única farmacia del barrio, pero ahí ganaban los más grandes. Muchos de ellos trabajaban en la herrería de la misma cuadra, o en la fundición del Pelado, que estaba por Lagos, y tenían siempre una moneda para los puchos, o para encarar a la heladería con alguna piba.
Una vez, la cita fue con el Negrito que se incorporaba al laburo de la JP y le dábamos una mano en laburo político, en la época en que la cita empezaba a ser con proyectos colectivos. El tiempo pasó, retrocedimos feo y hoy hay pocas esquinas como para juntarnos. ¿Pero sabés qué?, me dice Pedro, en una de esas, si nos citamos para zapatear por los aumentos en el precio del agua, la luz y el morfi, en esas esquinas que algunas vez fueron nuestras, y vamos por otras, quizás a estos que tienen el poder les empezamos a dar batalla para que se vayan y así recuperar esos espacios en los que nos citábamos a una hora cualquiera. Eso me dice Pedro mirando hacia donde estaba aquella heladería de las primeras citas.