Sapo se siente diferente, mejor dicho así lo hacen sentir sus vecinos del Charco. Antonia se decide a enfrentar sus miedos y para eso comienza a enumerarlos, el primero es a la oscuridad.  Algo parecido le pasa a Juan. Ana perdió sus palabras, repite todo el tiempo otras ajenas. Juana calla un dolor profundo, el mismo que sufren tantas niñas que padecen abusos. Un día las princesas se rebelaron, organizaron en un sindicato y plantearon su lista de reivindicaciones: la primera renovar el vestuario, uno que incluya jeans y ojotas. Estos son algunos de los personajes que protagonizan las historias de “Cuentos desobedientes. Cuentos para cuidar las infancias”, de la fonoaudióloga Fernanda Felice.  Son cuentos que se proponen como un encuentro posible, desde la literatura, para ayudar a niñas y niños a transitar situaciones difíciles, poder ponerles palabras a los silencios y habilitar el diálogo necesario entre grandes y chicos, pero sobre todo promover el respeto por sus derechos. “Cuentos desobedientes” (Laborde Editor) se presenta mañana viernes 24, a las 19.30, en el anfiteatro de la Facultad de Ciencias Médicas (UNR), Santa Fe al 3100.

“Los cuentos para niñas y niños tienen que tener palabras e imágenes. Por eso pensé en Mariel Bianco, que además de amiga, es una publicista muy creativa”, se entusiasma Fernanda Felice a la hora de contar la cocina de su nuevo libro. Dice que a Mariel Bianco la eligió también por su recorrido en el diseño de otros libros del mismo estilo, que le otorgan una sensibilidad particular a este nuevo trabajo. Pone como ejemplo que la tapa sea negra, “un color no pensado para la infancia, justamente un color desobediente”. Y además valora el intercambio que se dio entre ambas para llegar a una bella producción literaria.

Fernanda Felice es también profesora en la Escuela de Fonoaudiología (UNR), además de atender un consultorio privado y en el sector público desde la propia facultad. Y autora de “El tiempo de ser niñas y niños”, de la misma editorial. En charla con Redacción Rosario, destaca el valor que tienen la palabra y el juego en los primeros años, también alerta sobre la soledad en la que conviven las niñas y niños de hoy. Y sobre todo invita a pensar en el “derecho a crecer en libertad e igualdad que tienen las infancias”.

– ¿Por qué la idea de publicar un libro de cuentos?

– En realidad siempre me convocó lo que tenga que ver con los derechos de las infancias y siempre tuve la ilusión de escribir cuentos para niñas y niños. Los primeros los escribí hace unos quince años, cuando trabajaba en un grupo de estudio y de investigación con Liliana Pauluzzi y otras compañeras; fueron utilizados sobre todo con docentes y trabajadores de la salud para poder reflexionar sobre cuestiones que tenían que ver con las violencias y abusos. La publicación de “El tiempos de ser niñas y niños” me animó más, me puse a trabajar en algunos cuentos que había escrito, fueron surgiendo otros y aparece “Cuentos desobedientes”.

– ¿De dónde surgen las situaciones que atraviesan las infancias en Cuentos Desobedientes?

– Mucho tienen que ver con compartir permanentemente mi vida y mi trabajo con niñas y niños.  Hay algunos cuentos que en ese sentido son mucho más significativos, ponen en escena el valor de las palabras, tanto Andrés que no se anima a usarlas como Ana que las perdió y entonces empieza a repetir palabras ajenas. Esos muchachitos y muchachitas se encuentran con mucha frecuencia. Después pensé en otras situaciones que tienen que ver con problemas de las infancias, por ejemplo, los miedos y todo lo que eso moviliza; donde también la imaginación y la fantasía se pueden poner en juego para atravesar esas situaciones. Y las demás temáticas que tienen que ver con la perspectiva de género, con las imposiciones de roles, estereotipos que suceden tempranamente. Así como el abuso. Trabajo en consultorio privado donde estos casos son más silenciados y también en un consultorio de la universidad, donde asisten personas que atraviesan situaciones de mayor vulnerabilidad, y por ahí se atreven a contar lo que les está pasando y a dejarse ayudar un poco más. Y de las niñas y niños que portan el estigma de la diferencia, porque no cumplen con aquello que el mercado, el sistema educativo y este mundo consumista, apresurado imponen como norma.

– El valor de la palabra y el sentido lúdico son características comunes en las historias narradas. ¿Por qué son tan importantes la palabra y el juego en la infancia?

– La palabra y el juego son fundamentales. En primer lugar, la palabra permite que las niñas y los niños empiecen a encontrarles sentido al mundo que vienen a habitar. Por eso son también tan importantes las palabras que podemos ofrecer las personas adultas. El lenguaje que acontece a través de la palabra nos permite comunicarnos, armar lazos con otras personas, representar, simbolizar, pensar, reflexionar; interviene en el aprendizaje escolar, en el proceso de aprendizaje de la lengua escrita, permite ordenar la conducta. Las personas adultas, en principio, vamos ordenando con nuestro relato la cotidianeidad de las niñas y los niños hasta que sea su propio lenguaje el que les permita ordenar su comportamiento. Porque la palabra nos permite evocar un recuerdo, algo que nos gusta, entonces es absolutamente necesaria. Y el juego es la actividad principal de las niñas y los niños, es su modo de participar de la cultura, por más que haya distintos tipos de juegos trascendentes en la infancia, es una herramienta crucial. Y sobre todo porque creo que hay que recuperar esos espacios de juego para niñas y niños.

– Sin embargo, a pesar de ser tan importantes, en este momento lo que aparece es la necesidad de más lugar para la palabra, para la escucha y el diálogo.  ¿Es así?

– Sí. Por un lado tiene que ver con los tiempos apresurados que estamos viviendo, sobre todo porque las familias tienen que trabajar más para poder subsistir y queda poco espacio para compartir, dialogar, contar historias. La tecnología  también incide en esto, porque las chicas y los chicos comparten más tiempos con objetos tecnológicos que con personas, quedan refugiados en esa soledad que les proponen las pantallas. A lo que invita todo eso es a la incomunicación y a la imposibilidad de crear. La palabra y el juego lo que permiten es apostar a la creatividad y la construcción de relatos y sentidos, que es lo que una puede ver cuando un chico está jugando y construye una historia o cuando conversa con uno y quiere compartir algo para decir. Tenemos que entender que si bien niñas y niños tienen esta capacidad y esta posibilidad, muchas veces no se las damos las personas adultas. Y esto también sucede en la escuela cuando queda prisionera de la currícula y el calendario escolar, entonces no hay tiempo para conversar, para debatir, para dialogar, para aprender a través del juego que es tan valioso y más significativo que aprender de una manera mecanicista.

– “Cuentos desobedientes” puede ser entonces una herramienta para pensar el mundo adulto, para las familias, las docentes que quieran abordar un tema y no sepan cómo hacerlo ¿También lo pensaste así?

– Sí, deseo que sea así.  Me parece que la literatura también es un buen recurso para que chicos y grandes nos encontremos  a conversar, a dialogar sobre todo cuando hablamos situaciones difíciles de abordar. Más allá de que las personas adultas intentemos como podamos cuidar a las niñas y a los niños, cuando aparecen estos temas de tanta complejidad también aparece la propia infancia, y ahí las propias experiencias, la educación que hemos recibido, como hemos podido sobreponernos ante algunas situaciones. La idea es que ahora no obstaculicemos a quienes están viviendo su propia niñez sino que podamos acompañarlos.

– ¿Y qué esperas que encuentren las chicas y los chicos en la lectura de “Cuentos desobedientes”?

– Está pensado en la infancia en primer lugar, pero entiendo que pueda ser un recurso para compartir. Espero que las chicas y los chicos, al leer estas historias, sientan que pueden resignificar las propias, que puedan entender que hay historias distintas a las que a ellos les tocan vivir, para de esa manera puedan respetar las diferencias y transformar algo. También deseo que las chicas y los chicos sepan que las historias siempre pueden tener finales diferentes, eso depende de quienes las escriban. Yo deseo profundamente que sean ellos quienes lo hagan, por eso cuestiono mucho algunos roles que se les imponen. Deseo que sepan que tienen derecho a crecer en libertad y en igualdad.

– ¿Qué es lo que más te preocupa de las infancias actuales?

– La soledad en la que están muchas niñas y niños, en relación al poco tiempo que cuentan para compartir palabras con pares, al juego y en relación a personas adultas. Me preocupa que haya tantas niñas obligadas a ser madres tempranamente y donde pareciera que todos se olvidan que son muchachitas víctimas del abuso sexual infantil. Y niños que quedan prisioneros de lo que tiene que ver con el mercado laboral, y de alguna manera se convierten en adultos en miniatura y dejan de ser niños y niñas.

– Muchas de esas palabras ausentes en los chicos se tapan con rótulos, con etiquetas…

– Más allá de las diferencias de algunos textos que escribo (en Cuentos…) que puedan estar más dirigidos a las niñas y los niños, hay otros dirigidos sobre todo a las personas adultas, para que  pueden tomar decisiones. La intención es a responsabilizarlos, a entender que las cosas que les puedan suceder a las niñas y a los niños siempre tienen que ver con lo que andamos haciendo. Hoy hay “tentadoras” propuestas con manuales de los trastornos mentales o de las neurociencias, porque si cualquier dificultad queda reducida al cerebro, a la neurobiología o a la genética, pareciera que la maestras, los docentes, las familias, los trabajadores de la salud no tenemos nada que ver. Y de esa manera no se puede construir nada distinto.

 

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