El documentalista Charly López se topó hace más de una década con el tema del Rosariazo y sin saberlo, su trabajo se transformaría en una especie de máquina del tiempo que no para de traer al presente vestigios de un mítico hecho social y político de la historia popular. A poco de proyectar en el cine Lumière la versión sobre los levantamientos político estudiantiles contra la dictadura de Juan Carlos Onganía en mayo de 1969 –el segundo Rosariazo fue en setiembre de ese año y tendrá su propio capítulo–, el realizador charló con El Eslabón sobre los detalles y pormenores de un trabajo que fue mucho más allá de una mera realización audiovisual.
Todo comenzó casi por casualidad –cuenta el realizador–, en 2003, durante una muestra del fotógrafo y documentalista fallecido Carlos Saldi, sobre el Rosariazo, la revuelta social contra el Onganiato y con el peronismo proscripto, que luego se trasladaría al resto del país, y que tuvo en el Cordobazo su mayor conmoción. Cinco años después de aquel encuentro con Saldi, López estrenaba la primera versión del documental, que a partir de entonces tuvo nuevos agregados de testimonios y sorprendentes hallazgos de imágenes de archivo. Así transcurrió un trabajo en progreso constante, una especie de aventura audiovisual que ahora pretende tener un cierre en el marco del aniversario del medio siglo de aquellas revueltas.
—¿Cuándo fue que comenzaste este trabajo documental, cómo surgió?
—Este trabajo lo empecé en 2003, por la muestra de Saldi. Surgió la idea de hacer un trabajo práctico sobre el tema con alumnos del TEA [ahora Instituto de Periodismo Rosario, donde López es docente]. Y así, hablando con el propio Saldi [quien había tomado esas imágenes para la revista rosarina Boom], surgió esto de que eran las únicas que había del Rosariazo, y que tampoco había material fílmico. Entonces, me quedó la intriga. Hasta que un día el historiador el Noni (Leónidas) Ceruti me dijo que podía haber algunas pistas de filmaciones y que podrían estar en manos de algunos coleccionistas privados en Buenos Aires. Empecé a rastrear datos y un día por correo electrónico me llegó la confirmación de que algo había. Y claro, el tema es que había que alquilarlas o comprarlas. No lo dudé y saqué créditos para tenerlas. A través de esos archivos fílmicos se empezó a construir la estructura del documental.
—Y lo preparaste para los 40 años.
—No. Eso fue después, en 2009. Porque, a la vez, se transformaba. Porque cada tanto surgía algo nuevo y se agregaba. Ahora, al cumplirse los 50 años espero que tenga un cierre, porque la estructura al final quedó armada de una manera que también se pueden hacer varias versiones. Fue una suerte, que ironía, que el trabajo no haya ganado ningún premio en los concursos en que se presentó, porque no me hubiera permitido la libertad de seguir incorporando nuevos materiales. De esta manera, me dio tiempo de planificar de otra manera la estructura, para que yo pueda hacer una versión de 15 minutos, otra de 30 y hasta un largo de dos horas, y no se modifique nada en lo sustancial.
—O sea que es un trabajo abierto, y con sorpresas como el hallazgo de las imágenes del abogado Eduardo Garat, desaparecido en 1978, del que no había registro fílmicos, que derivó en una muestra especial en esa misma esquina en donde se registró la toma original.
—Si, claro. Eso fue muy emocionante. Ahora, la última sorpresa es que aparecieron sobre el Rosariazo más imágenes que fueron tomadas por revistas nacionales de la época. Incluso hay fotos del mismo comedor estudiantil que se organizó en la CGT. Pero volviendo a lo de Garat fue muy fuerte y hasta significó un parate dentro del proyecto, porque no podía no incluirlo dentro de la historia.
Y así me ha pasado por ejemplo con el agregado de nuevos testimonios; es decir, el documental me fue llevando, y yo dejé que me lleve, no me puse en el lugar de hacer «el documental», de hacer el gran trabajo de arte visual para los festivales de Cine, no, apunté a darle contenido al proyecto y traer 50 años después el Rosariazo para acá, a este presente.
—Esto va contra todas esas ideas negativas sobre el pasado, como algo que hay que dejarlo atrás, que ya no sirve, porque hay que mirar al futuro.
—(Sonríe) Es que el pasado está presente. Y a veces, como ahora, más que nunca. Pero haber… ¡cuidado, la idea justamente de este proyecto no es quedarnos en el 69!. Vos fijate que los cánticos de los jóvenes de entonces eran «patria sí, colonia no», «acción, acción por la liberación», palabras y frases actuales, vigentes, porque hay cosas que se discutían entonces, que más allá de contextos diferentes y cambios muy grandes sociales, son cuestiones que aún siguen en debate, tienen que ver con la soberanía, con la independencia económica, con el destino del país.
Por eso, está bueno que se dé un debate político a partir de recordar los 50 años del Rosariazo y de todos los «azos»: cordobazo, correntinazo, etcétera. Y la excusa, en este caso, son los archivos, porque el objetivo final es la rediscusión del lugar en que estamos parados como sociedad, para no cometer los mismos errores políticos que se cometieron.
Una cosa es la utopía de vivir en una sociedad en donde todos seamos solidarios y que el sistema financiero esté al margen, pero en realidad eso nunca sucedió, y los países que lo intentaron están bloqueados económicamente. ¿Que tenés que hacer? Por eso creo que primero tiene que haber una formación de conciencia política para construir, a través de la política, en hacer una sociedad mejor. Está claro que los Rosariazos se dieron en una dictadura en donde ni siquiera te dejaban expresar y llevar el pelo largo, no estaba tocando solo cuestiones ideológicas de izquierda, estaba tocando la vida cotidiana de la gente y eso es lo que saltó.
Muchas veces me piden el documental para pasárselos a los jóvenes pero yo siempre trato de recomendar que se hable una semana antes para que sepa de qué se trata, para que tengan más idea de lo que fueron los Rosariazos, es lógico cierta indiferencia y extrañeza de los más jóvenes, porque ellos también están construyendo su propio Rosariazo, y para un pibe de 18 años no es sencillo entender ese contexto social de hace 50 años si no se lo explicás.
—¿Vos qué edad tenías entonces?
—Y yo tenía ocho años y me acuerdo que en la cortada Ricardone y Entre Ríos, en la empresa gráfica donde trabajaba mi viejo, empezaron a cerrar las persianas. No me acuerdo si habrá sido mayo o en setiembre, puede haber sido en mayo porque los gases entraban por la ventana, es decir que los negocios estaban abiertos, no estaban de paro como fue en el Rosariazo de setiembre. Y yo ya, entonces, sacaba fotos, porque desde los 7 años empecé y les sacaba fotos a mis compañeritos en la escuela y en la playa. Después de muchos años, me acordé que le había sacado una foto a un colectivo incendiado. la busqué y al final la encontré [y muestra la foto de un viejo colectivo Beresford]. Habrá sido en los días posteriores. Lo tenía en la memoria como lo de setiembre, que no quedó ni un semáforo en pie en el bulevar Rondeau y en la avenida Alberdi, y a mí me voló la cabeza. Desde la visión de un pibe, me fascinaba cómo la gente había roto todo, lo veía como pintoresco. También me acuerdo de las barricadas y que dejaban pasar solo a los Citröen porque eran autos de los trabajadores. Pero la verdad, el Rosariazo no era algo que me obsesionaba, hasta aquel encuentro en 2003 con Saldi. Y acá estoy.
Lo que se verá en El Lumière
La primera parte de Los Rosariazos, sobre lo que pasó durante mayo de 1969, se proyectará, con entrada libre y gratuita, este viernes 31 de mayo, a las 20,30, en el cine Lumière, Vélez Sársfield 1027. “Lo bueno de este trabajo es que nunca ves la misma versión”, se ríe Charly López. “Lo que pasé en el Fontanarrosa duraba una hora, el que pasé en el Museo de la Ciudad duraba 38 minutos, lo del Lumière incluso va ser distinto a otras versiones cortas”, cuenta el realizador. Para el próximo Festival de Cine de Rosario, en setiembre próximo, está prevista la presentación del largometraje con el material completo que incluye los dos rosariazos.
- Nota publicada en El Eslabón Nº405