Yo no sé, no. Con Pedro recordamos aquellas mañanas de mayo del 69. Descubrimos que en un galpón cerca de bulevar Avellaneda el dueño iba a tirar unos tirantes de madera, que eran como una docena. La noticia corrió como pólvora (encendida): nosotros la queríamos para los arcos, otros vecinos para terminar el rancho y otros como combustible, ya que mucha gente cocinaba y se calentaba a leña. Hicimos una vigilia con los pibes para hacernos por lo menos de seis, pero al final fueron cuatro los que conseguimos, así que los travesaños iban a tener que esperar.
A fines de mayo, de vez en cuando, nos pegábamos unos faltazos. Bah, nos hacíamos la chupina. Habíamos arrancado primer año en el Liceo Avellaneda, por la mañana, y algunas veces al mediodía caíamos al Bola de Nieve (Laprida y Córdoba) a tomar un cortado y para anoticiarnos algo de los estudios. Para eso, una de las compañeras, antes de tomar el bondi, nos pasaba la data. La piba era una de las pocas que se animaba a usar minifalda debajo del delantal.
Una mañana escapamos de casa, porque nuestros viejos nos prohibieron pisar el centro (algo sabrían), y después de vaguear por el Monumento nos fuimos hacia ese bar pero no llegamos, porque los estruendos y las sirenas de la poli nos hicieron desistir y volver al barrio.
Anoche, algunos noticieros pasaban imágenes del tole tole que hubo en aquellos años en el centro (lo que luego se llamó Rosariazo) y vimos entre tantas imágenes de estudiantes de aquí para allá, y a la poli también, barricadas con fuego y fuegos con barricadas. También vimos unas fotos, no me acuerdo dónde, en la que había pibas, algunas con minifalda cortina, con unos palos como tirantes, posiblemente para “alimentar” el fuego de una barricada. La primera vez que la vimos pensamos en los travesaños que nos faltaban, otros en el barrio habrán pensado en la leña faltante para terminar de cocinar el morfi.
Hoy, cuando volvemos a ver esas imágenes, particularmente la de esas pibas con minifalda yendo hacia el fuego, en la esquina de Mendoza y Mitre, pensamos que quizá alguna haya militado en alguno de los espacios en los que lo hicimos nosotros, e incluso alguna haya desaparecido víctima del terrorismo de Estado que no tardaría en llegar.
Lo que sí no ha desaparecido, me dice Pedro, son esas ganas de ir hacia esos fuegos, y más los que llevaban adentro esos que te hacían ir a la pelea por los sueños colectivos. Pedro mira y vuelve a mirar esa foto, de esa piba con minifalda, llevando ese tirante, y me dice: “¡Cuánto coraje, cuántas piernas, cuánta madera. Y cuánto fuego hacía falta para alimentar tantos sueños!”.