En forma artesanal, afrodescendientes argentinas y brasileñas editaron en Santa Fe el libro Hermanas, floreciendo en palabras, en el que abundan textos sobre feminismo e identidad.

“Juntamos cartones en las calles y nos emociona editar libros. En la colección Hermanas, floreciendo en palabras trabajamos con textos reunidos por la Casa de la Cultura Indo-Afro-Americana Mario Luis López, de la capital santafesina”, señala Micaela Pissini, de la Editorial Legüera Cartonera.

En tanto, Luciana Córdoba, de Villa Giardino, explica que “las mujeres escribieron poemas, relatos, y después pintamos cada una de las tapas e hicimos 150 libros”. Como casi todas, trabajó con textos sobre  la cuestión afro, género e identidad.

Por su parte, Guadalupe Román –de la organización indo-afro-americana– indica: “Mujeres de distintos paisajes culturales se propusieron entretejer sus propias historias, ya no individual sino colectiva, para narrar entre todas qué es ser mujer, negra, afrodescendiente, en un país que desde sus orígenes se configuró blanco, occidental, patriarcal, clasista y racista, dejando en el olvido y el silencio las otras identidades que formaban parte del entramado cultural de este territorio”.

Palabras que entretejen historias

Agrega Guadalupe que “hay muchas historias que no fueron contadas, que no tuvieron la posibilidad de tener su propia pluma, es difícil encontrar estas historias en los libros, en los periódicos, en los estantes de las bibliotecas. ¿Por qué hay voces que siguen siendo silenciadas? ¿Por qué hay rostros, miradas, que nos parecen extraños, exóticos, distantes? ¿Sabemos quiénes somos realmente? ¿Qué raíces componen nuestros cuerpos, nuestro tronco familiar?”.

“Hay mujeres negras que sí saben quiénes son, de dónde proviene su color de piel, sus manos, su nariz, sus labios. Hace tiempo que estas mujeres escriben desde su propia «herida colonial»,  que hacen de la diferencia su bandera de lucha”, resalta Guadalupe.

La profe resalta que Hermanas, floreciendo en palabraviene a proponernos otra forma de ser y estar en esta parte del mundo en la que nos han negado la posibilidad de pensar(nos) y conocer(nos) de otras maneras, más cercanas a los cuerpos, subjetividades y lenguajes que se hicieron presentes en este territorio desde antes de que ésta nación se construyera como antagonista de las «minorías»”. Y explica: “Este libro fue intervenido por muchas mujeres de diferentes disciplinas –artistas plásticas, docentes, estudiantes, jubiladas– por eso cada tapa es única, cada libro posee su propia identidad. En sus hojas podrán recorrer 12 narraciones de mujeres afroargentinas y afrobrasileras, que a pesar de convivir  en espacios y rincones diferentes entre sí pudieron unirse para hacer de la palabra un verdadero campo de batalla”.

También menciona que “este trabajo fue posible por dos organizaciones que funcionan en Santa Fe, por un lado, la Casa de la Cultura Indo-Afro-Americana Mario Luis López, con ya 31 años de trabajo recorriendo este país y la región por el reconocimiento de los afroargentinxs del tronco colonial, y por otro lado, la Editorial Legüera Cartonera, que comenzó a organizarse a principios de este año, buscando visibilizar escrituras que muchas veces el mercado editorial ignora o no elige no mostrar”, y retomando lo dicho por Micaela Piccini, añade: “Se trata de ediciones de pocas tiradas porque su forma de hacer así lo requiere, ya que se trabaja artesanal y delicadamente en cada edición”.

Palabras como emancipación

Guadalupe resalta que Hermanas “se constituyó como un proyecto colectivo, sororo (fraternidad entre hermanas), cargado de emociones, sentimientos, color… es un libro que nos permite ser libres, donde la palabra cobra sentido, resistencia, emancipación”.

La primera  presentación del libro fue el viernes 10 de mayo, en el espacio Ochava Roma, en el marco del VIII Encuentro de Afroargentinos/as del Tronco Colonial “Tambor abuelo”, que se desarrolló en Santa Fe y Paraná.

“Hoy ya forma parte de diferentes espacios culturales y educativos, que se interesan por descubrir otras memorias atravesadas, por su «propia tierra ancestral»”, como señala la artista plástica afroargentina María Gabriela Pérez –prosigue–. Este libro, que se propone seguir floreciendo en palabras, es un nuevo lazo entre nosotras, que nos permite descubrirnos en un mundo que realmente necesitamos transformar, donde otras palabras se enuncien, se hagan realidad. Por lo pronto, al menos ahora nos tenemos a nosotras mismas, y eso no es menor: somos pasado, presente y futuro”.

Palabras como reencuentro

“No se trata de una mega producción. Nuestra editorial es de tiradas chiquititas, de una mirada no capitalista” describe Micaela Pissini, bibliotecaria y  miembro de la Cartonera, además de participar en el grupo Abracuentos. 

Micaela, quien trabaja en la producción de la lectura en la escuela media, señala que el nombre de la editorial surgió “por el  bombo legüero, que se llamó así porque dicen que se escucha como a la legua, desde lejos, y también tiene que ver con repercutir, que se hace escuchar”. Con ella, también trabajan Marta Guavi, Lucila Bianchi, Susana Ocampo, Micaela Piccini.

“Hicimos 150 libros, nos quedamos sin ejemplares, y buscamos hacer otra tirada.  Nosotras lo bancamos –agrega–, y pensamos comprar una impresora. Y convocamos a más amigas para que nos ayuden porque eran muchos libros. Al principio pensamos hacer menos, pero el diputado Carlos del Frade aportó un fondo para publicar más”.

Palabras como identidad

“Desde la presentación del libro Córdoba morena, de Marcos Carrizo (2011), me surgió plantearme sobre la identidad de mi abuela afro descendiente, sobre quien mi padre decía que era «negra»”, relata Luciana Córdoba.

“Mucha gente me decía que yo debía ser afro descendiente por ser alta, delgada y cabello enrulado. Con mis hermanos empezamos a asumirnos como descendientes afros y me acerqué a la Red de Afroargentina del Tronco Colonial”, indica, y agrega: “Participando en la Mesa Afro Córdoba nos llegó la propuesta de Guadalupe para escribir en el libro. Como siempre he tenido tendencia a escribir, retomé el tema de la cuestión afro, el feminismo y la identidad”.

Luciana –de 43 años– sigue viviendo en los mismos campos que su abuela habitó desde 1907, a 5 kilómetros de la Villa. “Hago recolección de plantas nativas, cultivo fruta y cuido algunas vacas y otros animales. La vida del campo es linda, pero también se puede tapar la estufa de leña o se congela el agua de las cañerías, admite.

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