No hay que ser muy avispada para darse cuenta que la pedagogía no es el fuerte del ex ministro de Educación y Deportes de la Nación, Esteban Bullrich. Menos la metáfora y las comparaciones. Desde aquella arenga de campaña donde un “tum tum tum, tum tum tum…” sale supuestamente del corazón para convertirse en un “Sí, se puede, Sí, se puede…”, hasta la triste vez que asoció el debate por el derecho al aborto, seguro, legal y gratuito con el “Ni una menos”.
Esa desafortunada relación Bullrich la hizo durante una entrevista radial -FM Blue- cuando afirmó: «Ni Una Menos también es, si hay una beba adentro, Ni Una Menos, porque también la estás matando. Eso es lo que yo creo, por eso es mi posición en contra del aborto”.
No es todo. En el 52° Coloquio Anual de Idea realizado en Mar del Plata, en octubre de 2016, el entonces ministro Esteban Bullrich participó junto a otras y otros especialistas invitados del panel “De la educación al trabajo: cómo vamos a llegar”. Era el primer año de gobierno de Cambiemos, y su primero de gestión al frente de la cartera nacional. El acento estaba puesto en demostrar “todo lo malo que se había hecho hasta entonces y todo lo bueno que estaba por venir de mano del cambio” prometido.
Para eso no ahorró en describir con números y estadísticas -que nunca cita de dónde las toma y menos las pone en contexto- que el “el sistema educativo argentino no sirve más” y por tanto “hay que cambiarlo”. Entre otras cosas, y siempre hablándole a un público mayormente de empresarios, que “lo que vale es mover el cerebro para enfrentar los problemas y este es un sistema educativo que está preparado para otra cosa”. Esa “otra cosa” a la que referenciaba Bullrich era la de compararlo con una fábrica de hacer chorizos: “Está diseñado para hacer chorizos, todos iguales, empleados en empresas que hacían todo el día lo mismo, que usaban el músculo y no el cerebro y nunca lo cambiamos”. (Las citas están en varios videos de Youtube que reproducen aquella infeliz intervención).
Seguido al diagnóstico, Bullrich sumó el pedido de que todos sean parte de la transformación necesaria. Y ya no con el famoso granito de arena. “Hoy el sistema educativo debe ser para todos, pero necesitamos un compromiso en serio. Una vez escuché a un americano un ejemplo que me encantó, para diferenciar compromiso. Acá arriba, en el desayuno, había huevos y pancetas. La gallina se comprometió y puso huevos, pero el que verdaderamente se comprometió fue el cerdo ¿no? Nosotros queremos el compromiso del cerdo en educación”, ilustró con una sonrisa cómplice hacia el público presente.
Después tiró algunas ideas sobre qué hacer –como convertir a todas las escuelas en jornada extendida-, todas contempladas en la ley de educación nacional 26.206 vigente de 2006 y que Cambiemos nunca atendió en estos casi cuatro años de gobierno. Y al final volvió sobre el sistema educativo y los cerebros: “Tenemos que adaptar el sistema. Gradualmente la Argentina se va a reinsertar en el mundo y por eso importante la generación de nuevos cerebros».
Un artículo del sitio políticargentina.com publicado dos días después del Coloquio de Idea (“El ‘homenaje’ de Esteban Bullrich a una fábula que se utiliza en los negocios”, 14 de octubre de 2016) refresca que esa «fábula del cerdo y la gallina» es utilizada “como una historia de ‘ficción de management’, para charlas de motivación que buscan crear verdaderos compromisos entre gerentes y CEOs de empresas, así como para fortalecer la cultura de las organizaciones”. Tal como se explaya el artículo, esta metáfora se propone diferenciar entre lo que significa “‘contribuir’ con un objetivo y ‘comprometerse realmente’ con él: la gallina sólo contribuye poniendo huevos mientras que el cerdo deja su vida para aportar la panceta”. Nada feliz la metáfora. Menos si se recuerda que la usó un ministro de Educación de la Nación para referirse también a las escuelas y sus comunidades de docentes y estudiantes.
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