Yo no sé, no. Con Pedro nos acordamos cuando se nos dio por cruzar la vía honda por el puente donde pasaba el tren. Era la primera vez, y el temor no era al tren porque ya le teníamos junada la frecuencia, sino las distancias: primero la de durmiente a durmiente, la de un lado a otro y la de arriba hacia abajo.
Pedro me dijo “fíjate bien en cada paso y no mires hacia abajo”, y al toque lo cruzamos. Cuando jugamos a la boli también era un obsesionado por el cálculo, de cuánto había entre boli y boli.
Y para el fútbol ni les cuento: siempre le decía a los delanteros “miren a cuánto está el arquero de cada palo, por ahí tiene que pasar la pelota”. Un día vino uno nuevo al barrio y después de ver cómo la manejaba le propusimos que venga el sábado a un partido contra los de Crespo, que tenían un equipo más o menos, y que siempre estaban completos porque los líderes Tamba y Corchito vivían a poca distancia, tan poca que se chiflaban y al toque estaban todos.
El nuevo, cuando le preguntamos cuánto iba a tardar después del morfi, dijo que iba a demorar 5 cuadras. Cuando Pedro oyó la respuesta se entusiasmó con en nuevo, después me dijo “escuchaste a éste, no le importa tanto el tiempo sino la distancia, es distinto”. Y cuando en los primeros asaltos (bailes en casa de alguno) decía “cuando encares a alguna, que sea en una distancia suficiente como para verle las expresiones de la cara mientras te acercás”.
Yo por un tiempo empecé a reemplazar las horas por cuadras y los segundos por la distancia de mis pasos. Una vez que no había bondis por un paro general me fui caminando hasta el Superior, que quedaba a unas 50 cuadras y tarde 1 hora más o menos. Desde ese momento reemplacé el tiempo por la distancia, y cuando preguntaban a qué hora llegaría si faltaban 3 horas, Pedro y yo también respondíamos “estamos a 150 cuadras a pata”.
A veces, cuando pensamos el tiempo que nos detuvieron para frenar nuestro avance, pienso en la distancia que nos robaron y que habíamos conquistado. Nos alejaron todo: el morfi, la educación, la salud, nos la pusieron más lejos. Pero sabes qué, me dice Pedro (quizás acordándose de aquella tarde de la Vía Honda) hay que medir los pasos. Porque ya arrancamos, y si falta un mes para el 10 de diciembre son unas cuadras nomas. Mientras vamos volviendo a pata para el barrio, me dice: “El tiempo no para, la distancia a recorrer tampoco”.
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