El concepto de asociación estratégica es la definición más importante que brinda China a una relación bilateral. Digamos: apenas un escalón por debajo de la confederación. Tal es la definición con la cual aborda el vínculo con Rusia, ese vecino audaz con un pie en Europa. Lo explicamos, recuerda lector, cuando nos zambullimos en la Organización para la Cooperación de Shangai y analizamos los intereses de los dos grandes protagonistas y sus muy potentes asociados. Indicamos poco después que la influencia de este conglomerado se expandía sobre la mitad del planeta.
Desde entonces hasta hoy mucha propaganda se ha generado desde la prensa internacional. Al punto de hacer pensar que existía una colisión que damnificaba la coalición, valga el juego. La catarata de noticias sesgadas para sostener la idea de un mundo previo a la Multipolaridad ha hecho su efecto; algunos sucesos puntuales contribuyeron a difundir esa sensación: la chirinada boliviana sirvió para disparar los discursos de quienes, vencidos de antemano por poderes que estiman inmunes y eternos, sostienen desde siempre la teoría del “avance de la derecha”.
Lamentamos informar que el bloque euroasiático no ha puesto retromarcha, que sus PBI siguen creciendo y que la integración estratégica goza de buena salud. En esta ocasión la Fuente Segura que nos avisó –“prestá atención a esto”–, es asiática. Ya nos ha dado varias satisfacciones y si bien los datos que suministramos son conocidos allá lejos, operan como reservados en nuestro terruño. Debido, precisamente, a los factores señalados en el párrafo anterior.
El reciente lunes 2 de diciembre se inauguró el gasoducto más largo del mundo. Se trata de una mega obra de ocho mil kilómetros que vincula a Rusia con China. La paciencia oriental comandó su concreción: ambas naciones lo analizaron y lo diseñaron durante 18 años. Su elaboración, cavando en tierras congeladas, se extendió por cinco años. Ahora está listo. Lo que bien podría señalarse: toda una política de Estado. Los presidentes Vladimir Putin y Xi Jingpin anunciaron el fin de la tarea con bombos y platillos que no resonaron sobre nuestros países intoxicados por los medios del capital financiero: una teleconferencia con grandes pantallas que, mientras reproducían el diálogo de los mandatarios enfocaban los aspectos técnicos más notables de la construcción.
“Este paso lleva la cooperación energética entre Rusia y China a un nivel completamente nuevo y nos acerca a lograr el objetivo establecido junto con el presidente chino Xi Jinping de extender la facturación comercial bilateral a 200.000 millones en 2024”, dijo el mandatario ruso. Vale precisar que el año que concluye ya marcó un récord en el comercio bilateral. Con la iniciativa, la industriosa China se asegura la provisión gestada por Gazprom, de por vida. Asentado en un razonable afán de evidenciar poder, aunque quizás con un sesgo de ironía geográfica, el supertúnel ha sido bautizado Power of Siberia.
Con palabras sencillas el periódico chino Global Times informó acerca del sentido profundo del anuncio: “Ésta es una cooperación en la que todos ganan” (cross al mentón de los tratados propuestos por las potencias occidentales, en las cuales alguien, siempre, pierde). Y: “Esto va a afectar la geo-economía en toda la región. En Rusia, el gasoducto va a estimular la economía en los lugares por donde pase. Para China, muchas ciudades van a gozar de energía limpia de Rusia, que ayudará al medio ambiente en el noreste y el este de China. China defiende el desarrollo con centro en la gente, una idea que si se internacionalizara, maximizaría la cooperación equitativa y provechosa entre los países. El gasoducto beneficia a los dos pueblos”.
Por si el fondo del asunto no quedara claro, el medio citado enfatizó: “Deberían haber más gasoductos como esos y puentes en el mundo. La mentalidad que entorpece esos proyectos tendría que ser cosa de la historia”. En verdad, esa mentalidad es asunto pasado, salvo para los narradores de un presente que, de tan difuminado y manipulado, surge a los ojos de nuestra opinión pública cual un reflejo de fotos añejas coloreadas con esmero para fingir su vigencia.
Rusos y chinos no debaten sobre la utilidad de la inversión pública ni confunden la misma con “gasto”: Power of Siberia implicó inversiones de más de 50.000 millones de euros en ambos países. Rusia suministrará a China más de un billón de metros cúbicos de gas natural durante los próximos 30 años: unos 38.000 millones de metros cúbicos al año. Y aportará a la economía rusa más de 363.208 millones de euros. Conectará los campos de gas del este siberiano con los centros industriales del norte de China y abastecerá la gran región en torno a Pekín y a lo largo de la costa hasta Shanghai.
Imagine nuestro perspicaz lector a un puñado de liberales argentinos al frente de ambos gobiernos; escandalizados por la dilapidación, propondrían una ley de Déficit Cero para terminar con “esa locura”. Los planteos serían refrendados por especialistas en los grandes medios de comunicación. Dirían “con todos los chinitos que hay, por el valor de ese gasoducto podrían construirse miles de jardines de infantes” y cosas así. Pero esos dislates no son posibles en economías conscientes de superar a las norteamericana y europea en el 2025 si se observan con detenimiento –y honradez– los vectores de desarrollo. Conste que estamos dando cuenta del rubro energético; pero hay mucho más, como hemos demostrado en textos anteriores.
Ambos países ya colaboran estrechamente en materia militar. Este año, China participó de las voluminosas maniobras rusas Tsentr del año en curso. La asociación se ha expandido a proyectos para la colaboración en el Ártico, que Pekín evalúa fundamental en su iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda. Pero además, los velos del futuro se rasgan: China está suministrando al Oso lo más avanzado de su tecnología de punta, cuyo vértice de renombre no es otro que el 5G de Huawei. El mundo ya no es lo que era; es lo que es. La deserción de la Argentina sólo sirvió para elaborar un puñado de titulares en la CNN, El País, La Nación. Pero no detuvo un andar con tendencia irreversible.
Nuestra Fuente Segura en el Oriente añadió un par de temas, concatenados, sobre el Papa Francisco. Pero eso será desplegado en próximas ediciones.
(*) Área Periodística Radio Gráfica | Director La Señal Medios | Sindical Federal