Me causa gracia que cada vez que el sentido común decreta la muerte de algo, este algo resucita con más fuerza, llámese el rock, el kirchnerismo, la historia, los jeans nevados y, en el caso que nos compete hoy, el lo fi. Lo único que sigue muriendo lentamente sin remedio es el periodismo, pero hasta el milagro de la resurrección tiene sus límites. 

En fin, en esta cuestión del lo fi, nombre que en los años 90 definió a cualquier cosa que tuviera que ver con grabar un disco bajo el concepto “hacelo vos mismo” y la estética derivada de hacer de las imperfecciones del sonido una bandera, lo que sucedió fue algo que se veía venir a 56 cuadras: se transformó en hi fi casero. Un ejemplo válido de este argumento forzado es La fuerza del desgano, el disco que Ignacio Ramacciotti publicó hace más o menos un mes. Desde entonces lo escuché unas 17 veces en distintas circunstancias en el trabajo, corriendo por la costanera rosarina, en la cama antes de dormir, en bicicleta a la noche tarde tratando de descubrir qué perillas mueve en mi cuerpo para que me guste tanto.

¿Qué es lo que me resulta familiar y al mismo tiempo extraño y que activa ese mecanismo de goce/sufrimiento agradable? Esto que sigue es el resultado de la investigación:

-Me hace acordar a los discos noventeros de Guided by Voices, sobre todo en esa alternancia de temas lentos de dos minutos y pico con temas acelerados de 50 y tantos segundos.              

-En cuanto a la angustia adolescente, me remite rápidamente a Maru se aleja de las entrañas, el debut discográfico de mi hermano Mariano Conti, grabado en 1999. Aunque en el caso de Ramacciotti las letras son más directas y menos poéticas, los dos son tremendamente efectivos a la hora de contar esas pequeñas historias en las que parece que no pasa nada pero pasa todo. 

-Está muy bien grabado, el sonido es increíble, posta.

La enumeración anterior me impulsó a hacer algo arriesgado, audaz, en contra del manual del reseñador: preguntarle un par de cosas al productor de la obra, el joven Juan Albornoz. “Grabamos todo de forma casera, en la sala de Ignacio, con los recursos que teníamos a mano y lo mínimo indispensable para que suene bien, pero a la vez conserve ese gustito homemade/lo fi”, me dice Juan por guatsap. Cuando voy al asunto de las referencias a la hora del sonido, me contesta: “No pude evitar sentir la influencia de producciones como either/or, de Elliot Smith, donde se conserva bien lo orgánico de los instrumentos acústicos y la energía de los eléctricos”. No más preguntas, les toca a ustedes el veredicto.

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