El recuerdo de Manuel Belgrano y de uno de sus hechos históricos más trascendentes en el plano simbólico, como fue el de dotar a la nonata Patria de un pabellón durante el proceso de guerra independentista de las Provincias Unidas del Río de la Plata, quedó atravesado esta semana en el acto conmemorativo de Rosario por otras batallas -actuales y más urgentes-, condensadas en el reclamo de justicia de la familia de Carlos Daniel Orellano, un joven trabajador metalúrgico cuyo cuerpo inerte apareció flotando en el río Paraná la tarde del miércoles, luego de que no se conociera su paradero desde la madrugada del lunes cuando fue sacado a trompadas de un boliche bailable de la Estación Fluvial. El presidente Alberto Fernández, el gobernador Omar Perotti y el intendente Pablo Javkin que, como suele decirse, “encabezaron el acto protocolar” frente al Monumento Nacional a la Bandera, emplearon buena parte del tiempo de sus discursos a condenar la violencia ilegítima y a oponer a ella la ley y la justicia, como antídotos para recuperar un pacto civilizatorio que permita a los rosarinos transcurrir sus vidas “en paz”. Como Belgrano en Vilcapugio, la mano viene complicada ahora en la pelea contra las mafias.
Demora justificada
Todo estaba dispuesto para las 18 en el Parque a la Bandera, frente al monumento de jurisdicción federal que recuerda la creación del emblema nacional: el escenario minimalista de espaldas al río Paraná apenas vestido con un puñado de butacas sin respaldo; la banda militar Tambor de Tacuarí; los granaderos del Regimiento de Infantería 1 de Patricios; los invitados especiales ocupando sus lugares; la escultura de Belgrano hecha con 700 kilos de chapa naval de 16 milímetros por los y las trabajadoras del Astillero Tandanor; el corralito de prensa poblado de trabajadores de esa actividad; la gente movilizada para asistir al acto; el sol que calentaba –por momentos demasiado- la escena conmemorativa.
Pero los protagonistas de la celebración por el aniversario 208 del primer izamiento de la bandera, decidido por Belgrano y anoticiado por carta al Triunvirato, no estaban en su lugar a la hora establecida.
Arribaron recién a las 18.55. Y un rato después, en su discurso, el presidente Fernández explicó los motivos de la demora.
“Hoy llegué un poco más tarde porque estuve antes con la familia de Carlos”, dijo AF en relación a los padres de Orellano, el joven que estuvo casi 48 horas desaparecido hasta su hallazgo en el río.
“Sabía que estaba retrasando todo esto –puntualizó el mandatario-, pero ellos me necesitaban más que ustedes hoy”.
Desde que comenzó el padecimiento, primero por la desaparición y luego por el hallazgo de su hijo muerto, Edgardo Orellano insistió en que quería hablar con AF cuando llegara a Rosario. Tuvieron una larga tendida en un cuarto del edificio que ocupa la delegación local de la Prefectura Naval, a pocos metros del sitio donde se realizaría la conmemoración de Belgrano.
Sin espacio
El presidente dijo en su discurso que Rosario “es una ciudad donde la justicia tiene que hacer más de lo que hace. Estoy aquí hoy celebrando el día en que Manuel Belgrano izó nuestra bandera, pero estoy para poner la cara frente a ustedes y decirles que soy un rosarino más a la hora de reclamar más seguridad y más justicia”.
Advirtió que, al tratarse del jefe del Estado, ya no es “uno más” y rectificó: “Y no estoy aquí para reclamar como ustedes, estoy para solucionar los problemas que el narcotráfico, que el crimen organizado ha creado en Rosario y en toda Santa Fe”.
Fernández sostuvo que junto al gobernador, al intendente “y a todos ustedes” dará “la batalla que debemos dar porque los criminales no tienen derecho a adueñarse de la vida de los rosarinos”.
“La Argentina no tiene más espacio para soportar al crimen organizado ni a ningún delito”, completó, para señalar que sabe “lo que pasa con la Policía de nuestro país, sé lo que pasa con la Policía de Santa Fe, con la justicia de nuestro país y de Santa Fe, y vamos a hacer todo lo que haga falta para que de una vez por todas dejemos de reclamar justicia para uno o para otros, y veamos castigados a los culpables de tanto delito”.
Sin anuncios precisos sobre políticas al respecto, Fernández dijo que el 20 de junio, Día de la Bandera y fecha en la que se cumplirán 200 años de la muerte de su creador, volverá a la ciudad. “Pero para entonces, porque ya lo estamos haciendo, los rosarinos ya van a haber encontrado muchas respuestas del gobierno nacional al problema que tienen de seguridad”, prometió. “No es un discurso –aseguró-, estoy diciéndoles qué compromiso vengo a asumir”.
Luego, AF avanzó en un punto clave sobre la cuestión de la “inseguridad”, aunque poco abordado en la discusión pública acerca del asunto. Ocupar los espacios públicos, dar la pelea en el campo de batalla donde se produce, no “regalar” aquello que se considera preciado y que está en disputa. Es cierto, el miedo y Netflix juegan fuerte.
“Les pido que ese 20 de junio salgan a la calle todos los rosarinos, vengan a Rosario todos los santafesinos, demostremosle al crimen que somos mucho más los que no les tenemos miedo, y de una vez por todas, por Carlos y por cada una de las víctimas, hagámonos cargos de cambiar todo lo que haya que cambiar”, dijo.
“Quiero que ese día Rosario esté lleno de santafesinos. Confíen –pidió-, los que tienen que estar preocupados hoy son los delincuentes”.
Es con todos
Perotti, por su parte, recordó que “esa Bandera –la mandó enarbolar Belgrano en las barrancas del Paraná- lo cobijó, lo motivó, pero además identificó claramente a ese puñado de argentinos que luchaba por la independencia, que luchaba por la libertad de nuestras tierras y de América”.
Y completó la idea: “Y es allí donde había que identificarse y tener claro cuál era el enemigo en ese momento; hoy esa bandera nos tiene que cobijar para pelear contra adversidades tan duras, como en aquel momento, con otras formas, la adversidad que nos duele, el hambre, la desocupación, que nos muestra la falta de justicia, que nos muestra la violencia y el narcotráfico, y la creencia que los violentos tienen razón, o tienen el espacio para burlar la justicia”.
También el intendente Javkin hizo referencia al tema que atravesó la conmemoración de aquel primer izamiento del emblema patrio, más ligado a una necesidad instrumental –identificar a la tropa propia y distinguirla de la realista- que a la improbable proyección de Belgrano por pasar a la Historia y convertirse en monumento.
“Necesitamos que la fuerza de la ley le gane a la de la violencia”, planteó el intendente, “necesitamos paz y justicia para Carlos y para cada una de las víctimas”, completó.
Apenas hubo algunas palabras relacionadas a lo que había motivado al encuentro. Y fueron de oportunidad. Fernández destacó a Belgrano como “un hombre inmenso” y se quejó de no ver su imagen en los billetes, poblados de “animalitos”. Cuenta con el poder y las facultades para intentar disminuir esa mortificación macrista.
También valoró a Rosario como la ciudad en la que nacieron figuras de la cultura popular que alegraron la juventud del presidente, como el Negro Fontanarrosa, Fito Páez y Litto Nebbia. Y destacó como gesto de unidad que frente al palco desde el que hablaba se agitaban banderas de Newell’s y Rosario Central.
No hubo “fiesta popular” el jueves. Lo que denominamos realidad no dejó espacio para celebraciones. AF arengó a los presentes con sus palabras contra el crimen y el delito, cuyo “combate” estatal produce en el agobiado pueblo rosarino la remembranza de la batalla de Vilcapugio. Torcer el rumbo para no desembocar Ayohuma es un camino deseable, que hay que construir con acciones.
Fuente: El Eslabón
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