La analista universitaria en sistemas Milagros Mora, graduada en la UTN de Rosario, es una de las 12 autoras del primer libro en idioma español escrito por mujeres sobre el método científico aplicado a la programación.

Milagros Mora tiene 36 años y es analista universitaria en sistemas. Graduada de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Rosario, es una de las 12 mujeres autoras de Onna-bugeisha, Guerreras de la ciencia, el primer libro en idioma español sobre método científico aplicado a la informática, que sale a la venta de manera online este 16 de marzo. Entrevistada por El Eslabón cuenta cómo nació su pasión por la tecnología, los diferentes obstáculos que tuvo que sortear para ocupar un lugar en un mundo de hombres, su colaboración en el libro y la necesidad de potenciar el entusiasmo para que más mujeres como ella se animen a las ciencias duras.

—¿Qué te inspiró a estudiar programación?

—Qué difícil esta pregunta, no es la primera vez que me la hacen. Para mí fue algo natural. 

Me crié en un ambiente de varones, soy la única mujer de cuatro hermanos, ellos siempre fueron a escuelas técnicas, y mi viejo laburaba en algo relacionado a la programación en aquel momento con tarjetas perforadoras. Por mi parte, siempre tuve un interés y en el secundario fue más intenso así que me dije: ¿Por qué no? Yo soy de Pergamino y me decidí a venir a estudiar sistemas acá, a los 18, en el 2001, fue un momento heavy, el 19 de diciembre de 2001 yo estaba acá.

—¿Cómo fue esa experiencia recién salida del secundario, sola, en una ciudad  grande y alumna de una carrera que no era la que “se esperaba” que estudies?

—En ese momento, me sitúo con un montón de sueños y con un montón de miedos y también prejuicios. Porque dentro de mi familia hubo una resistencia a que me venga a vivir sola y estudie eso. Me acuerdo a mi vieja preguntándome si era lo que yo realmente quería. Y yo quería esto. Fue una búsqueda. Se me terminaron los sponsors, por lo que tuve que salir a trabajar bastante rápido, y eso hizo que se me alargue un poco la carrera, pero bueno, era lo que me gustaba en realidad.

—¿Qué significa ser mujer y ser programadora?

—En el día a día yo creo que son dos etapas. Si bien cuando yo empecé a estudiar éramos muchas menos mujeres en las carreras, había una especie de solidaridad entre compañeras, una sororidad, que en ese momento ni sabíamos que existía esa palabra. Armé un grupo de compañeras que sostuvieron un montón este proyecto. Los compañeros también fueron buenos compañeros y salvo algún caso aislado entre pares no había resistencia. Sí me ha pasado de tener profesores que me han hecho ciertos comentarios, en los primeros años fue más duro, pero después cuando llegás al final de la carrera y te hiciste cierta confianza ya no pasa.

—¿Y después de la facultad, en el mundo laboral?

—En el trabajo, por suerte, a mi nunca me tocó tener ningún tipo de resistencia, la habrá habido pero no algo que me haya marcado. Creo que es un rubro diferente, si bien somos pocas las mujeres es un rubro más piola. La ñoñada te lleva a que la vida pase por otros lugares. En particular, no tuve esos problemas. Sí tengo amigas que han abandonado la carrera o que la pasan mal en sus laburos. Hay algunas empresas que te haces banding (análisis de desempeño del trabajo en un determinado lapso de tiempo)  y a veces el supervisor es medio machirulo y se resiste a valorar tu laburo, entonces pasás un año a lo mejor sin ascender o recibir algún reconocimiento, y vos sabés que valés más pero el que está arriba no lo expresa.

—¿Cómo irrumpe el feminismo en tu actividad, en tu trabajo?

—Yo siempre me consideré feminista, siempre, desde muy chica lo supe. Esto de la resistencia tiene que ver mucho con forjar el carácter y objetivamente creer en la igualdad de oportunidades, como dice Simone De Beauvoir: “El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”. En el trabajo o en la facultad el feminismo tiene que ver con buscar la igualdad de oportunidades. Muchas veces pasa que no tenemos esa posibilidad, entonces es un problema. 

—¿Cuáles son las situaciones en las que podés buscar esa igualdad?  

—Una vez me pasó que en mi trabajo, el área de marketing, se creó una publicidad buscando un «desarrollador backend» (el responsable de la programación de un sitio web en todos sus componentes) con la imagen de un varón. Entonces, les dije que estaba estereotipado porque existen «desarrolladoras backend» mujeres, y lo propuse. Hoy, no hay búsquedas donde solo aparezca la figura del hombre, es una tontería, pero considero que gané una batalla chiquita, del dia a dia.

—El próximo 16 de marzo se publica el primer libro sobre ciencia y tecnología aplicada, en español y escrito íntegramente por mujeres, ¿Esa esa otra batalla ganada no?

—Yo estoy re orgullosa, nunca me imaginé que iba a terminar haciendo esto. Si bien una en la vorágine del laburo, como cualquiera, vas cumplís tu horario y te vas a tu casa y en ningún momento te pones a reflexionar en lo que estás haciendo, esto sí fue una reflexión.

Surgió de un convocatoria de una organización sin fines de lucro internacional, Hack and development press, que tiene como objetivo crear ciencia abierta. 

—¿Por qué Onna-bugeisha Guerreras de la Ciencia?

—Las Onna Bugeisha eran las samuráis japoneses, las pocas que llegaban a tener ese título, nosotras decimos que hay muchas mujeres que trabajan en ciencia y tecnología pero muy pocas  somos las que de alguna manera tenemos alguna forma de visibilizarse. La idea era hacer esa analogía.

—En lo que respecta a tu aporte ¿sobre que temática escribis?

—Yo escribo en el área de proyecto. En la industria del software había un modo tradicional de hacerlo y hace más o menos unos 18 años un grupo de expertos en desarrollo empezaron a pensar en Estados Unidos, en San Francisco, la meca de todo esto, formas diferentes de hacer ese desarrollo con mayor interacción con el usuario. A partir de eso, surge un manifiesto llamado Manifiesto ágil, que es una serie de valores que se idean para desarrollar software orientado hacia las personas y no tanto hacia el proceso, de ahí surgen las metodologías ágiles como el Scrum, de eso hablo en el libro.

A partir de tu experiencia personal ¿ Tenes alguna reflexión para las nuevas generaciones?

—Yo no creo en la meritocracia porque es real que a veces lo das todo y no llegás igual. Pero les diría que no se achiquen, si tienen un objetivo y tienen las herramientas para alcanzarlo, que lo busquen. Y si no lo hallás no importa, porque seguramente algo en el camino vas a encontrar que te llene. Muchas veces no llegás porque hay un montón de cosas en el medio, hay veces que la vida es horrible pero llegás a donde pudiste, lo importante es el recorrido. Uno de pendejo tiene “el” objetivo y capaz que después cambia, y está bien que se transforme.

—Cuáles son los desafíos que se le presentan al movimiento feminista en el mundo tecnológico?

 —Soy bastante crítica de algunos movimientos feministas dentro de la tecnología. Porque por supuesto que el acceso al conocimiento es un derecho fundamental y deberíamos tenerlo todas las personas, pero hay muchos grupos feministas que están yendo solo por ese lado. Crean cursos, grupos de mujeres para aprender a programar y una serie de cosas, pero muchas veces eso no alcanza. Somos mujeres que estamos interactuando todo el tiempo con hombres y deberíamos empezar a formar mujeres que estén preparadas para esa interacción. Y además formarnos en todo sentido, académicamente y también humanamente. Si tenés a tu compañero al lado que es medio bestia, que es un machirulo ¿que hacés? No se empodera a la mujer enseñándole a programar, es mucho más complejo. Programar es una herramienta para insertarse en un lugar particular pero después qué hacemos con eso. Es necesario generar las instancias necesarias para que todas las mujeres tengamos acceso a la universidad pública y a estas carreras dentro del marco institucional.

Lo más difícil tal vez sea la convivencia dentro del ámbito laboral. Porque te tenés que bancar el chiste y un montón de situaciones que a veces son graciosas y aveces no. Y una tiene que tener las herramientas para saber cómo actuar. No alcanza con el curso de aprender a programar para insertarse en un mundo de hombres. 

¿Cómo crees que se lleva a cabo eso?

—Esas instancias se tienen que generar en todos los ámbitos. En primer lugar, desde el Estado, como política pública y desde el jardín de infantes. Porque debería ser algo natural que una nena o un nene puedan estudiar cualquier cosa, lo que quieran. Incentivar eso es la cuestión, derribar los estereotipos de que al nene le regalamos el lego y a la nena el bebote, o que al nene lo llevo al curso de robótica y a la nena al spa de uñas. La educación es fundamental y pensar en la igualdad de oportunidades de niños y niñas. Porque el hombre termina siendo más racional en algún momento y se inclina por las matemática y la nena no. Qué le dijeron a ese niño o niña para que no vaya a estudiar psicología y vaya a ingeniería.

—¿Qué es la ciencia abierta?

—La ciencia abierta es generar ciencia con el método científico de manera colaborativa, es decir: las personas que hacen ciencias lo hacen de manera colaborativa y lo brindan de manera abierta e independiente a toda la sociedad, siempre son iniciativas individuales y se brindan a la sociedad en general.

¿Conoces a las otras co-autoras?

—Fue todo por internet, online. Aunque de todas maneras estamos en constante diálogo.

Una de las presentaciones más importantes iba a realizarse en España, pero con el tema del coronavirus se suspendió. Hay mujeres de Perú, México, Argentina, Holanda, diversos países. Ahora estamos tratando de ver si se puede hacer por estos lugares. De todos modos sale a la venta de manera online este 16 de marzo, es un libro en español que va a tener su versión libre en pdf y después dos ediciones en papel, una más económica y otra de lujo por así decirlo.

Es el primer libro de mujeres en ciencia y tecnología escrito en español, ¿cómo fue la selección?

—Hubo una convocatoria por internet, en donde nos anotamos algo más de 600 mujeres, de las cuales quedamos seleccionadas 60 y pico. Uno de los requisitos principales era que tu investigación la tenía que hacer con bibliografía de libre acceso, no podíamos usar bibliografía cerrada. Después hicimos una prueba de redacción a cargo de la editora, Eugenia Bahit. Una vez sorteadas las instancias estaba el tema de la escritura, hay textos que nos llevaron casi un año finalizarlos. De las seleccionadas terminado publicando solo doce.

—En lo personal, ¿te trajo beneficios o abrió otros caminos?

—Me abrió puertas, porque yo siempre trabajé con pymes, casi te diría que familiares y había aplicado este método ahí, pero sentía que me faltaba algo. Ya había transcurrido mi embarazo, mi nena era muy bebé y sentía que me faltaba algo, quería un escalón más y era poder volcar todo este conocimiento, los cursos, las lecturas que me fueron alcanzando, un montón de cuestiones que había preparado y necesitaba hacer algo. Surgió esta convocatoria y me presenté.

En aquel momento la certificación era muy cara a la que no podía acceder y lo canalicé por este lado. Fue algo personal y profesional. Fue muy importante en mi currículum presentar que yo estaba trabajando en este proyecto. Además, lo lindo de esto es que somos todas mujeres profesionales que nos potenciamos unas a otras y eso suma un montón.

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