Hoy lo que se plantea en clave de individualismo puede ser leído al revés: está hecho en clave de lazo y de lo colectivo, y del bien común. Hoy se da esta paradoja de aislarse y volver al eje individual como la forma de cuidar a lo colectivo”, dice Natalia García sobre el tiempo de cuarentena como forma de cuidado y para diferenciarlo de otros momentos dolorosos de la historia argentina. Y convoca a estar “presentes” este 24 de Marzo, tomando la palabra para que la memoria se propague.

Natalia García es doctora en educación, docente universitaria y está a cargo del Instituto de Investigaciones Adolfo Prieto de Humanidades y Artes (UNR). Además es autora de numerosos artículos y de los libros El Caso Vigil. Historia sociocultural, política y educativa de la Biblioteca Vigil (1933-1981) y La educación clandestina. Espiar, Colaborar y Depurar (Santa Fe, 1966-1983). También coautora de la versión ampliada del libro de María Teresa Nidelcoff “¿Maestro pueblo o maestro gendarme?

La educadora tiene a su cargo los recorridos guiados por la Biblioteca Vigil. “La potencia de la pedagogía de la memoria está ahí: con el cuerpo, los afectos y la razón, juntos en un mismo espacio”, expresa de lo que le representa esta tarea. Además integra el Centro de Estudios de la Historia de la Educación Argentina Reciente, que pertenece a la Facultad de Humanidades y Artes (UNR) y dirige Carolina Kaufmann. Este centro tiene un sitio web (https://hear.unr.edu.ar/). “Todo lo que se ha estudiado y publicado sobre el pasado reciente y la educación está en este sitio”, señala la profesora e invita a las y los docentes a visitarlo.

Un hecho inédito

A mediados de marzo Madres y Abuelas de Plaza de Mayo junto a los organismos de Derechos Humanos (DDHH) decidieron suspender la histórica marcha del 24 de Marzo. Natalia García define esa determinación como un hecho inédito e impactante. “Es así, es inédito”, dice y recuerda que “desde el retorno a la democracia para acá si hay algo de lo cual la Argentina puede jactarse es de sostener la memoria con estas marchas que todos sabemos son mucho más que eso”.

Ahora, por la expansión de la pandemia del coronavirus, la actualidad del 24 de Marzo está marcada por un real estado de excepción y de necesidad de cuidado de la salud pública. “En las primeras en las que tenemos que pensar es en nuestras Madres y Abuelas. Si no se puede respetar esta decisión que tomaron siendo el grupo más vulnerable, se ha perdido el horizonte”. La educadora hace este comentario para rechazar la postura de ciertos grupos que se opusieron a la medida de suspender la marcha.

—Y además de vulnerables, Madres y Abuelas son quienes tienen más autoridad moral para tomar esta decisión.

—Claramente. Son las que nos enseñaron a luchar, que marcaron el camino. Eso no significa que esto sea quietud y parálisis. Una de las características de la pedagogía de la memoria es que la oferta es enorme, heterogénea y diversa en dispositivos pedagógicos y didácticos a los cuales echar mano en las aulas y ahora en las aulas virtuales.

—Más allá de que el 24 no se pueda estar en las calles, ¿qué valoración hacés de las marchas en tanto acto pedagógico? ¿Cómo hacerlas presentes de alguna manera?

—Yo soy de la idea de que la vivencia y el cuerpo son irremplazables. El cuerpo en el propio espacio público, por lo que sucede allí. O el cuerpo puesto en lugares emblemáticos donde sucedieron los crímenes de lesa humanidad o en la palabra cálida de un testimonio, la cadencia de la voz, la mirada, los gestos de cuando escuchamos a alguien relatar sus vivencias en aquellos años, nada de eso es reemplazable. No hay dispositivo tecnológico, afortunadamente, que reemplace eso. Lo que digo es que no es la nada lo que viene después. Los docentes pueden acudir a los sitios como el de la Comisión Provincial por la Memoria. Y por suerte –el 24 de marzo– ya no se trata de una efeméride. Hoy las escuelas trabajan este tema como un proceso, como un eje transversal, van hacia los DDHH desde el presente hacia el pasado. Eso lo hace muy bien, por ejemplo, el Museo de la Memoria de Rosario a través del Programa Ver para Saber (lo realiza junto al Centro Audiovisual Rosario). Son producciones multimediales que hacen los jóvenes desde los territorios, donde se replantean y resignifican los avasallamientos a los DDHH desde el presente. Incluso lo que estamos viviendo puede ser pensado en términos del pasado, porque acá se está apelando a los lazos de solidaridad claramente y eso fue lo quebrantado en aquellos años.

—Cuando Madres y Abuelas hacen este renunciamiento a la marcha sobreponen el cuidado, la salud y la solidaridad…

—Siempre ellas nos enseñan un poco más de lo que creíamos. Hoy lo que se plantea en clave de individualismo puede ser leído al revés: está hecho en clave de lazo y de lo colectivo, y del bien común. Hoy se da esta paradoja de aislarse y volver al eje individual como la forma de cuidar a lo colectivo. Y ellas son las primeras que marcaron eso. Hoy “bajar” las banderas es ponerlas más altas todavía.

No podemos ir a la plaza para evitar el contagio, pero queremos que se contagie la esperanza firme en el Nunca Más”, se lee en el comunicado que difundieron los organismos de DDHH. ¿Cómo favorecer ese contagio desde la tarea pedagógica y en tiempos de aislamiento?

—Se puede partir de una película, de un documental, de un testimonio filmado, una canción, un libro. El material sería casi una excusa. Pero también podrían aprovechar al estar en sus casas y preguntar sobre lo cotidiano de aquellos años en su propia familia; porque la realidad es que hoy día los pibes se enganchan mucho más cuando miran a su propio territorio, al costado y hacia adentro. Se producen allí muchas identificaciones, se enteran de muchas cosas o surgen los silencios; surgen las memorias o se terminan algunos olvidos. Aparece otra forma mucho más potente de comprender: nunca será igual leer una historia ajena a leer el pasado de la historia cercana en la historia familiar. Cuando las escuelas empiezan a preguntar qué pasó en esta escuela, con estos docentes, resulta que sí hubo desaparecidos en este pueblo, en esta escuela; sí hubo una directora que actuó de tal manera. Cuando podemos medir los impactos en terreno, la historia deja de ser historia, empieza a ser presente y se comprende mucho más.

—¿Cómo pensar la relación entre educación y 24 de Marzo en tiempos de pandemia?

—En doblar la apuesta por la presencia, será ahora otro tipo de presencia. Es irremplazable el contacto humano, pero tiene que estar más fuerte. Hay que hacer estallar la memoria en las redes sociales, en todos los formatos que tengamos disponibles, poner a disposición todo lo que se ha construido estos años. También pensar en los recambios a futuro, porque hablábamos recién de nuestras Madres y Abuelas que nos siguen guiando y enseñando, pero un día no van a estar y hay una transmisión que hacer todos los días, con cada generación nueva. Y hay que estar muy atentos a las formas de negacionismo que siguen existiendo y no dejarlas pasar. Siempre para esta fecha todo nos llenamos de eventos memoriales, pero también logramos que esto –el 24 de Marzo– se sostenga a lo largo del año y esté en el ADN de los argentinos. Todos los ciudadanos tenemos que tener una palabra este día y contagiar la memoria. El 24 de Marzo en tiempos de coronavirus es también una invitación a las nuevas generaciones a animarse a imaginar, siquiera fugazmente y en nada igual, cómo se siente en el alma y en el cuerpo el peso de las libertades que peligran, cuando el aislamiento es una realidad cotidiana, cuando la vida cambia abruptamente y el futuro es incierto. A eso, y a tanto crimen, se repuso nuestro país. Necesitamos siempre recordarlo y afirmarnos en nuestras conquistas.

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