“Era mejor que Maradona”. “Tiraba caños de ida y vuelta”. “Bailó a la Selección Argentina y lo tuvieron que parar”. “No le gustaba entrenar”. “Con Carlovich es un precio, sin Carlovich es otro”. El mito del Trinche se construyó de boca en boca, desde el corazón de Tablada y en el oeste rosarino. En Mendoza y en Santa Fe. En el planeta entero.
El ángel de la bicicleta
Las crónicas policiales dirán que el miércoles 6 de mayo, Carlovich fue interceptado por delincuentes que le sustrajeron violentamente el rodado en que se movilizaba por la zona de Paraná y Eva Perón, cerca de las vías de la Estación Rosario Oeste, en el corazón de barrio Azcuénaga. Que fue derivado al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) y que en la mañana del viernes 8, luego de ser operado de urgencia, su vida se apagó definitivamente. Las redes sociales se llenarán de imágenes del Trinche con la camiseta de Central Córdoba, el club en el que se transformó definitivamente en ídolo, pero también con las casacas de Rosario Central, con la que debutó y alcanzó a jugar un sólo partido en Primera, de Independiente Rivadavia de Mendoza o de Colón de Santa Fe. Se multiplicarán las expresiones de dolor, sobre todo por la forma de su partida, y no serán pocos los futbolistas, entrenadores, periodistas que lo recordarán. El aislamiento dispuesto por el gobierno nacional, para hacer frente a la pandemia del coronavirus, impedirá despedirlo como hubiera ocurrido en cualquier otro tiempo: con una multitud colmando las instalaciones del estadio Gabino Sosa, donde supo brillar y deleitar a propios y extraños. A este cronista, que se dio el gusto de entrevistarlo en varias ocasiones, le quedará grabada para siempre la imagen de un tipo amable, bonachón, algo parco y con un perfil extremadamente bajo al que no le gustaba recordar, y mucho menos hacer gala de sus proezas deportivas.
La pelota siempre al 5
Tomás Felipe Carlovich fue el último de los siete hijos que tuvo Mario, un yugoslavo que se rompió el lomo instalando caños y tuberías para poder sostener a su familia. De allí, quizás, heredó esa manía por meter caños de ida y de vuelta, en su jugada más recordada. El Trinche se crió y tiró sus primeras gambetas en el populoso barrio Belgrano. Hizo inferiores en Rosario Central y debutó con la auriazul en 1969, en un amistoso frente a Peñarol, en Montevideo, pero sólo llegó a disputar un partido oficial, frente a Los Andes, ya que el técnico de aquel entonces, Miguel Ignomiriello, no lo tenía en cuenta. De allí pasó a Flandria, donde estaría apenas cuatro meses, y en 1970 se sumó a las filas de Central Córdoba donde su nombre se transformaría en leyenda. También desparramó magia en canchas de Mendoza (disputó la Liga Provincial con la camiseta de Independiente Rivadavia y también vistió la de Deportivo Maipú), de Santa Fe (alcanzó a jugar 3 partidos en Colón antes de lesionarse), Bigand, Monte Maíz y Cañada de Gómez. Y sobre todo en los potreros, donde siempre fue feliz.
La leyenda dice que Maradona, Pekerman y Menotti se deshacían en elogios cuando hablaban de él. Que el Cosmos yanqui lo quiso contratar y Pelé le bajó el pulgar por miedo a que ese ruludo y habilidoso número 5 lo opacara. Que una tarde el árbitro lo expulsó por una entrada violenta pero que ante la reacción de los hinchas y hasta de los propios rivales, le pidió que siga jugando. Que el modisto Ante Garmaz era su admirador y le regalaba corbatas. Que lo invitaron a un amistoso entre Andes Talleres de Godoy Cruz y el poderoso Milan de Italia y le pegó un baile bárbaro a Franco Baresi. Que Menotti lo citó para un preolímpico y no se presentó porque se fue a pescar y el río estaba muy alto para volver a tierra firme. Y la más famosa de todas: que en un partido preparatorio de la selección, previo al Mundial de Alemania 74, le pidieron en el entretiempo que saliera porque le estaba haciendo pasar un verdadero papelón al combinado nacional.
Carlovich, al ser consultado sobre esos datos se reía y contestaba que la gente decía muchas cosas sobre él, pero que muy pocas eran verdaderas. Y por supuesto, nunca aclaraba cuáles. Lo cierto es que su figura se agigantó con el paso del tiempo y ante la ausencia de registro fílmico alguno.
Según el mataburros, el Trinche es un “utensilio de mesa que consiste en un astil con tres o cuatro púas iguales para pinchar o recoger los alimentos sólidos y llevarlos a la boca”. En el mundo de la redonda, el Trinche es Tomás Felipe Carlovich. Y es y será una leyenda.
María
09/05/2020 en 0:28
Buenísima la nota del Trinche. El football está de luto
Grande Garat cada día escribís mejor!!!