Las sirenas al amanecer intranquilizan. En aquella madrugada del 6 de septiembre de 1930, desde la base aérea del Palomar, el silbo penetrante no escapó al presagio, algo había en ese ulular de siniestro y mal agüero. Anunciaba el alzamiento militar contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen, quebraba por primera vez a la democracia y dejaba el huevo de la serpiente. Un desfile de caballería, cadetes y civiles fungieron de cabeza de playa hacia Capital Federal, aunque no hubo necesidad de mayor despliegue. Desde el aire planeaban los panfletos «revolucionarios» de José Uriburu, y el país cambiaba para siempre. “No hay ningún golpe que se haya producido como un rayo en la noche serena”, dice el doctor en Historia, Andrés Carminati.
A noventa años de aquella sublevación que dejó en el gobierno a un teniente general, ¿por qué es menos mentado que la saga que inauguró? Para Carminati, la razón hay que buscarla en las características de la última de la fila, la del 24 de marzo de 1976, porque su carácter de terrorismo de Estado sistemático fue tan feroz, la masacre tuvo tal magnitud, que opacó al resto. “Incluso, presos políticos hablan de dicta-blanda, cuando se refieren a la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970), que también fue represiva, con torturas y desapariciones”, dimensionó.
¿Cómo incuba este golpe? Según Carminati, se puede rastrear en la sanción de la Ley Saénz Peña (1912), que los conservadores asumieron como un obstáculo a remover, para una vuelta al pasado, ante la imposibilidad de poder constituirse en un partido competitivo, a la norteamericana, con un alternancia en su misma gama, de centro a la derecha. “Pero el partido Radical ganaba las elecciones. Lo mismo ocurriría después con el peronismo, cuando tampoco pudieron hacer pie como partido, frente a opciones policlasistas o de raigambre popular. El poder real se veía obligado a recurrir al partido militar”, explicó.
Además, planteó una articulación con lo ocurrido en 2015, con el triunfo del macrismo. “La primera vez que los sectores proclamados de derecha, de la gran burguesía argentina, llegaban al poder vía elecciones, algo que nunca habían logrado en todo el siglo XX y lo que iba del XXI”.
A las razones expuestas como causas, Carminati, sumó la ineludible crisis de 1920-1930, que supone para Argentina y gran parte de América Latina, una crisis de los modelos primarios exportadores construidos desde finales del siglo XIX. Y explicó que un quiebre económico de esas magnitudes, termina permeando la política, lo social, la cultura. “La década de 1930, a nivel mundial, es la aparición de gobiernos autoritarios, de idea antidemocráticas, que tienen mucho que ver con las crisis. Por eso tampoco es casual que hoy reaparezcan como fantasmas estos neoautoritarismos, que tienen su germen en la profunda crisis capitalista que se inicia en 2008 y que la pandemia ha profundizado”, aseguró.
Cuadro de situación
¿Cuál era la situación social que precedió a la asonada de Uriburu? Para Carminati, hay que hacer foco en ese cuadro de situación, y también pensar otras situaciones políticas de Argentina. Yrigoyen fue el primer electo en el marco de la Ley Saénz Peña, entre 1916 y 1922. De esa fecha a 1928, lo sucede Marcelo T. de Alvear, también radical pero del ala conservadora, a quien vuelve a suceder Yrigoyen, que en 1928 duplica en votos a sus adversarios (radicales antipersonalistas, conservadores y el partido socialista independiente.
Claro que un año después, el contexto económico evaporó buena parte de su capital político. “La crisis de 1929 afecta rápidamente a la Argentina, por el carácter tan dependiente y articulado al mercado mundial y a la exportación, con las consecuencias para el trabajo, la inflación y el desempleo, que afectan a los sectores subalternos y desatan una crisis a nivel político”, relató. En este marco, se intervienen cuatro provincias. En Mendoza, asesinan al senador electo radical, Carlos Lencina, y el malestar social y político crece al punto de reducir a la mitad el caudal político de Yrigoyen en las legislativas de 1930.
¿Qué pasaba en los sectores subalternos? Carminati señaló el malestar sindical creciente, entre ellos los ferroviarios, que habían dado ferviente apoyo a Yrigoyen. Todo se iba condensando y multiplicando, y la prensa comienza a esmerilarlo con campañas incisivas, hablando de su vejez e insania, y no faltó la alusión a que se trataba de una tiranía, hasta compararlo con Juan Manuel de Rosas. “Hay un rol muy destacado que juega el diario Crítica, no sólo como prensa sino como articulador de los sectores que comenzaban a conspirar. En agosto se producen manifestaciones estudiantiles pidiendo la renuncia del presidente, y lo mismo pide un manifiesto de 44 diputados. Y, en medio de todo esto, comienzan a circular rumores sobre movimientos en el Ejército”, describió.
“Hay toda una construcción del golpe que también tiene que ver con lo mediático, con lo político. La oposición comienza a invocar a la República y la Constitución, para que Yrigoyen renuncie, y hay una serie de títulos y artículos que van ilustrando y planteando la crisis al interior mismo del gobierno”, comentó. El 6 de septiembre se produce el golpe, que una parte de la sociedad civil apoya, pero que no involucra a las Fuerzas Armadas en su conjunto, sino del sector de Uriburu y Agustín Pedro Justo, y que se resuelve muy rápido. Prácticamente fue un desfile de cadetes”, relató.
Yrigoyen, que no estaba ni loco ni viejo, está un año preso sin proceso, y asume, como el primer presidente de facto de Argentina, el general Uriburu. “La inauguración de este período golpista tiene mucho que ver con el aval que le da la Corte Suprema a este primer golpe. A los pocos días de sucedido, lanza una acordada en la cual reconoce la legitimidad del golpe, le da validez, y esto sin lugar a duda abre la vía a que el cuartelazo, sea una forma de hacer política”, explicó Carminati.
El texto de la acordada entra de suyo en el paradigma de las contradicciones. “Allí se expresa que el gobierno de Uriburu, emanado de la revolución triunfante del 6 de septiembre del corriente año, ha prestado juramento y que hará cumplir la Constitución y las leyes fundamentales de la Nación. Esto fue firmado por apellidos interesantes como José Figueroa Alcorta, Roberto Repetto, Ricardo Guido Lavalle, Antonio Sagarna y el Procurador General de la Nación, Horacio Rodríguez Larreta, como miembros de la Corte”, comentó. ¿El debut de las asonadas en Argentina acuñó de algún modo una matriz que luego replicaría en los mismos actores y base social?
“Hoy está de moda plantear que el último golpe fue cívico militar, pero no hay ningún golpe en el cual un sector de la sociedad civil no haya participado de un modo u otro. Y no hay ningún golpe que se haya producido como un rayo en la noche serena. Todos se preparan en la opinión pública, y se puede ver que la prensa burguesa en general fue una herramienta de la preparación de ese terreno político que haga aceptable los golpes”, argumentó.
Además, dijo que la saga que abrió el golpe de Uriburu, que se dieron en los años 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976, presentan una característica en las asonadas que van de 1930 hasta el de 1962, cuando asume José María Guido. “Son golpes donde los militares juegan un rol como de reordenamiento del mapa político: irrumpen, reprimen, reordenan el escenario político y se retiran. El primero duró dos años, el segundo y el tercero duraron tres años, y el de 1962, sólo dos meses. Pero a partir de 1966, cambian”, comentó.
¿Qué características adquieren entonces los últimos y más crueles? “Se instala la doctrina de Seguridad Nacional o dictaduras del nuevo tipo. Ya las Fuerzas Armadas, como institución, gobiernan, se proponen gobernar y por largo tiempo”, sostuvo. Y dio el dato conocido, padecido pero que sigue estremeciendo como cada vez que se concretó: “Todos los golpes de Estado incluyeron distintas formas de violencia. Uriburu instauró la ley marcial y el primer fusilado de su dictadura fue el anarquista español Joaquín Penina, el 9 de septiembre de 1930, en las barrancas del Saladillo”, enfatizó.
“También fusilaron a Severino Di Giovanni y a otros anarquistas. Las organizaciones sindicales, gremiales y los trabajadores sufrieron represión cada vez que hubo un golpe de Estado, son de los primeros en ver clausurados sus sindicatos y encarcelados sus dirigentes. En ese sentido, los golpes fueron coherentes con las represiones a los sectores subalternos”, sostuvo.
La asonada de Uriburu inaugura, además, la Década Infame, un período siniestro para el sector subalterno que se extendió hasta 1943, con el Pacto de Roca-Runciman, que sellaba una dependencia vergonzosa con Gran Bretaña, como botón de muestra, al que se suma el fraude patriótico con el que Uriburu se retira del gobierno en las elecciones de 1931, que gana Agustín P. Justo.
Las otras formas de dictaduras
¿Qué lugar tienen en la actualidad las dictaduras del formato conocido? No lo tienen, obviamente, pero el investigador da un dato inquietante y amplía el foco hacia América Latina que “está mostrando un escenario oscuro donde hay otras formas, como Jeanine Añez (Bolivia) o cómo se podría pensar los gobiernos de Sebastián Piñera (Chile), sostenido hoy por los militares después de las rebeliones de octubre pasado, igual que el de Jair Bolsonaro (Brasil), ¿son constitucionales o qué clase de gobierno son?”, analizó.
Además, dijo que en contrapartida, “para la prensa que los avalan, las dictaduras son las que afectan de algún modo los intereses del imperialismo o de los sectores dominantes. Cuando hoy se plantean dictaduras, nuestro imaginario nos lleva a las masacres de 1976, pero no necesariamente y creo que en este momento, si hubiera una interrupción democrática, quizás pudiera asumir una forma de otras características”.
No por menos mentado, el golpe de Uriburu fue menos dañino: recesión, ajuste, censura, persecución a opositores, corrupción. Y hasta condonó deudas privadas, la de militares, con fondos públicos. Casi se podría decir que plasmó la matriz con la que los poderes fácticos movieron y mueven los hilos, entre bambalinas o saliendo al escenario, como en 2015. Lo que no cambian son sus intereses.
Fuentes
- Discurso del ministro del Interior, Matías G. Sánchez Sorondo, pronunciado desde los balcones de la Casa de Gobierno. La Nación, 8 de septiembre de 1930.
“Conciudadanos: El gobierno yrigoyenista ha caído, volteado por sus propios delitos. Desde hace largo tiempo el país asistía, al parecer adormecido e inerme, al proceso angustioso de su paulatina degradación. (…) La ineptitud, el favoritismo sin escrúpulos, el medro personal, la concusión, el robo descarado, fueron las características de la época yrigoyenista que ha pasado ya vomitada por el pueblo, al Ghetto de la historia….” - Manifiesto al pueblo, del General José Félix Uriburu, 30 de marzo de 1931.
“…Han transcurrido apenas seis meses desde que la jornada de septiembre libró a la sociedad argentina de la bancarrota y del oprobio. El país, impulsado al abismo por las fuerzas de la orgía, se detuvo de golpe a su borde. La reacción cívica fue formidable, y el pueblo, sintiendo hondamente el peligro evitado, acompañó unánime y jubiloso la instalación del gobierno provisional…” - Comunicado del Comité de Huelga de Nueva Pompeya, La República, 9 de enero de 1936.
“…El desenvolvimiento normal del paro se vio alterado por la actitud policial al atacar a mansalva a los trabajadores estacionados en las Avdas. Cnel. Roca y Sáenz, que esperaban la realización del mitin anunciado anticipadamente, con el correspondiente permiso de la policía. Tres obreros cayeron víctimas de los disparos hechos con carabina por los soldados del Escuadrón de Seguridad y por un sargento de la seccional 36º, que hirió mortalmente a quemarropa en el abdomen a uno de los trabajadores estacionados…”
Biografía
Andrés Carminati, es Doctor en Historia, profesor Adjunto en la materia Historia del Sistema Educativo Argentino en las carreras del Profesorado en Matemáticas y Física de la UNR y Jefe de Trabajos Prácticos en Historia Social Latinoamericana en la carrera de Antropología de la misma universidad. Estudia problemáticas de la historia argentina reciente, en particular la historia y las experiencias de trabajadores del Gran Rosario durante la década del setenta y la última dictadura militar (1973-1983). Es miembro del ISHIR/Conicet. Ha publicado varios artículos y capítulos de libro, y es autor del sitio de divulgación www.clasetrabajadoraydictadura.wordpress.com
Fuente: El Eslabón
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