Hoy tanta gente llora, canta Charly, el gran Charly García, en uno de sus últimos grandes temas, con el que demostró que la magia, a pesar de todo y de todos, sigue intacta.
Hoy tanta gente llora, piensa este cronista que decidió viajar a Buenos Aires a ser testigo de la última gambeta del Diego –con la que demostró que la magia, a pesar de todo y de todos, y hasta de la puta muerte, sigue intacta– cuando rodea las inmediaciones de ese emblema de la patria que es el Cabildo, embanderado como siempre, pero más que nunca.
Qué cosa esa relación de Diego con la música. Ese video del precalentamiento con Live is life de fondo –de la banda austriaca Opus– y Diego bailando con la pelota, está a la altura del Bolero de Ravel, o lo supera. Como el tango del rosarino Lionel Capitano o el cuarteto La Mano de Dios del cordobés Rodrigo, que se dieron el lujo y el gusto de cantarselos en la cara. El Quisiera ver al Diego para siempre, de Los Ratones, el Maradó, Maradó de Los Piojos, con los botines Puma que Ciro colgó en el micrófono mientras el Diego confesaba, en ese mismo micrófono y ante una multitud, que “todos necesitamos cariño”. Mierda, que el Diego diga que todos necesitamos cariño cuando a cada paso lo recibe, nos hace sentir chiquitos, muy chiquitos. El Dale alegría a mi corazón de Fito, al tipo que se dedicó a darle alegría a millones y millones de pobres corazones, o el Me das cada día más, de la gritona Valeria Lynch, que gritamos hasta el hartazgo cuando se estrenó Héroes, con la epopeya mexicana y el Diego en calzones cantando “se lo dedicamo a todos la re puta madre que los re parió”.
Hoy tanta gente llora en el mundo entero. En la Plaza de Mayo, claro, pero también en Siria donde aparece una pintada del Diego en una casa bombardeada. En la Bombonera, claro, donde en la más oscura de las oscuridades brilla una luz en el palco en el que el Diego se cansó de gritar goles bosteros y de revolear la camiseta al viento. En el Parque Independencia, claro, porque se puso la rojinegra y generó tatuajes imborrables, pero también en Arroyito, donde se lo idolatra por igual, a pesar del tropezón barrial. En la Paternal, claro, porque el estadio que lo vio nacer futbolísticamente lleva su nombre, como lo llevará de ahora en más el del Napoli, al que le hizo ganar su primer scudetto haciendo tambalear al norte de la Italia rica. En Sevilla, claro, porque por ahí también sacudió su varita zurda, pero también en Cuba, donde se curó al amparo de la barba de Fidel y saldó la deuda con la fecha compartida. En La Plata, claro, donde se calzó la piel de lobo con la que se acostó y abrigó la última noche, pero también en Dubai y en Sinaloa, donde seguro obsequió un par de anillos y algo más.
Hoy tanta gente llora en Fiorito, claro, porque por esas calles de tierra corrió y pateó descalzo, pero también en la 31, porque como reza esa bandera que flamea cerquita de la Casa Rosada: “Sos la villa en carne viva”. Y en cada rancho que cruzamos a la vera de la autopista, en cada puesto regional de esos en los que se ofertan frutillas, duraznos, naranjas y escabeches, según el kilometraje recorrido y las hojas arrancadas del calendario.
Hoy tanta gente llora en Venezuela, por los recuerdos del tren a Mar del Plata con los vagones repletos gritando “Alca, al carajo”, pero también en los pubs ingleses, pese al gol con la mano y a la obra maestra que lo sucedió. En Brasil, más allá de la pica con Pelé, con quien terminó haciendo jueguitos de cabeza en su programa de tele, pero también en Chile, en Uruguay, en Bolivia, en África, y hasta en Israel y Palestina, donde su presencia en algún momento silenció, al menos por un rato, las bombas cotidianas.
Hoy tanta gente llora, piensa este cronista mientras vuelve de ese tsunami de lágrimas que desbordó las callecitas porteñas a pesar de la pandemia. Pero, ¿por qué tanta gente llora?, se pregunta. Y la respuesta es por felicidad. ¿Y por quién tanta gente llora?, por esa máquina de hacer feliz que fue, es y será El Diego.
Fuente: El Eslabón
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Miguel Tardewski
28/11/2020 en 10:43
Buenos días.
Discrepo con el uso del término ‘gritona’.
Un hombre diciéndole a una mujer ‘gritona’ en un diario que tiene muy clara la perspectiva de género.
Por favor revisar.
Gracias.
Saludos.
Miguel.