
Yo no sé, no. Pedro se acordaba que la primera vez que escuchó la palabra escasez fue cuando la pronunció el diariero de la tarde, que por Lagos y Zeballos voceaba los títulos. Él estaba en la granja, había ido por flit porque los espirales no se conseguían. “Hay escasez”, le dijo el de la granja, era la segunda vez que la escuchaba. Y por cómo sonaba, seguro tendría por lo menos una zeta. Cuando llegó a la verdulería de don Ángel sintió que éste justificaba el precio del ananá “por la escasez en el mercado”. Tercera vez en un rato, pero esta vez, el verdulero la nombró de tal forma que no se notó zeta alguna. Miró el cajón de ananá y como decía “piñas”, pensó cuál sería la diferencia. En principio el artículo (el) ananá, (la) piña. Al llegar a la puerta, sintió una pelo que venía picando. “¡Atajala!”, le gritaron unos grandotes, y fue lo que hizo. Pero cuando le quedó para la izquierda, se dio cuenta de la escasez de fuerza que tenía en la misma y a la de cuero, pesadita, la devolvió con un puntín de derecha.
Eran los primeros días de diciembre y lo que no tenía escasez era el tiempo de tele a la tarde. En lo del vecino arrancarían con El llanero solitario. Para el de la zeta, El Zorro, faltarían unos años. A su padrino lo escuchó decir, mientras leía el diario: “¡Mirá don Ángel, con apenas 33 años dirigiendo un equipo Italiano!”. Y a él le pareció haber escuchado “con escasos” años. Unos 8 años después, lo haría en Central.
Arrancaba una década en la que el Imperio, con escasez de argumentos, intervenía, poniendo en peligro la vida y las democracias de casi todo el mundo en desarrollo. Pedro, que con 14 años seguía con escasez de fuerza en la izquierda, se enteró que al Mono Oberti le pasaba lo mismo con una de sus piernas y se quedó más tranquilo.
A mediados de los 70 apareció El libro verde y Khadafi, con escasos 33 años, argumentaba sus políticas. El mundo se convulsionaba, o lo convulsionaban, para justificar muchas decisiones económicas. La escasez de petróleo, la escasez de lluvias en cualquier parte del mundo, servían para justificar el alza en los alimentos.
Pedro me recuerda que hace un par de días, al agua la cotizan en Wall Street, como un commodity, y me dice: “Agarrate que dentro de poco, y no sólo en verano, el título va a ser «Escasez de agua y alza de precios de todo»”.
Miramos algunos precios de las verdulerías y carnicerías, y sabemos que no es por escasez. Los aumentos parten de los mismos que manejan el precio del morfi y que vienen a bolsillearnos los escasos billetes del aguinaldo.
“Y bueno, habrá que hacer como, como…”, tartamudea Pedro, y se queda distraído mirando un pibito que, con la escasa luz de la cortada, juega con una de cuero que viene de la pared, donde la hizo rebotar. La para con la derecha, la acomoda para la izquierda que un momento antes liberó de la ojota para pegarle con el empeine, y me dice: “Como los jugadores que elegía don Ángel”. Cuando nombró a don Ángel, se me vino a la mente el verdulero, la zeta que sonaba en la palabra escasez, la zeta del Zorro, la de don Ángel Tulio Zof y la Z, la peli del gran Costa-Gavras, y entiendo que de esta salimos peleándola con muchas carencias, y sabiendo que lo único que no tiene que haber, es escasez de Patria.