Con la pandemia, el Paraná se vuelve protagonista, se puebla de familias, parejas, amigos y amigas que disfrutan de un verano local. La palabra de los kayakistas, instructores, guarderías y paradores. Qué sucede con las fiestas clandestinas.

Enero de 2021, doce del mediodía. El colectivo nos lleva a media máquina, afuera ciudad y cielo están igual de despejados. Es probable que durante el viaje nos quejemos del calor, pero también que nos alegremos de poder mitigarlo con un chapuzón en el Paraná.

En la guardería Puerto de Palos cruzamos palabras con Cristian y Federico. Mientras a nuestro lado tres amigas charlan frente a la costa y una pareja acomoda su kayak, Cristian, marinero del lugar, nos cuenta que el movimiento asiduo de gente se mantiene y que si bien la guardería en la que el trabaja fue una de las últimas en llenarse, ahora están todas “explotadas” de botes. Junto a sus compañeros de laburo ayudan a bajar cerca de 400 embarcaciones por día. Los muchachos siempre están dispuestos a darte una mano. Luego de responder a algunos pedidos de carnets nuevos, Federico aporta una opinión no menor: “En invierno nadie se fue de vacaciones, en verano no sabían qué iba a pasar, por lo tanto se lanzaron a comprar kayaks, hasta llenar todas las guarderias y lo sé porque charlo con otros colegas”. Y suma un dato: “Los fabricantes de kayaks no dan a basto. Me consta que demoran hasta tres meses para entregar los encargos”. Para Federico, el vuelco de la gente al río se debe principalmente a la pandemia. La guardería está repleta.

Foto: Sol Vassallo

Llegamos a la isla de Los Mástiles, ese pedazo de río y tierra frente a Granadero Baigorria y Capitán Bermúdez, a eso de las dos de la tarde con el sol todavía arriba de nuestras cabezas y más de 35 grados. A uno de nuestros costados, un grupo de amigos charla entre fernet y música, y al otro una familia se aprieta debajo de una sombrilla, la nena duerme a bordo del gomón tapada con toallas que le dan un poco de sombra. 

Estamos un rato ahí, descansamos y esperamos que el sol baje un poco. Como sabemos que el trabajo es mejor cuando es compartido, nos dividimos las tareas, una hace fotos, el otro pregunta, y rotamos. Mientras uno acomoda el kayak, la otra prepara la cámara para registrar lo que sucede en el Paraná: la bajante histórica dejó al descubierto largas franjas de arena que no parecen suficientes para albergar semejante concurrencia, incluso algunos acomodan sus lonas en las barrancas isleñas. Remontamos bordeando la costa oeste de la isla. Se ven familias, amigos y amigas, parejas, nenes, nenas, perros. Hay quienes juegan a la guerra de barro, hacen la plancha, nadan, charlan con el agua a la cintura o están al sol en una reposera, toman bajo un gazebo y arman carpas para la noche.

En el camino nos cruzamos con David, profesor de la escuela de kayak Al Otro Lado del Río. Comenta que el aumento en la cantidad de alumnos en cada uno de los niveles y edades es notable. Minutos después, lo observamos entre montones de pibes y pibas de entre 10 y 14 años que comienzan a sumergirse, este año, en el mundo de las actividades náuticas. Su percepción coincide con la de Diego de la escuela Alma de Río, quien detalla: “Empezamos a tener muchas consultas apenas se levantó la cuarentena en pleno invierno, y generalmente en invierno son muy pocas las personas que empiezan a remar. Ahora en verano, que la gente no puede salir, no puede irse a otros lugares de vacaciones, se está volcando a las actividades del río. La gente, por la pandemia, se dio cuenta que tiene que vivir al aire libre”.

Foto: Sol Vassallo

Ante nuestros ojos ambos parecen estar en lo cierto, continuamente vemos pasar flotas de kayaks de distintas escuelas, ya incorporadas al paisaje del río marrón y que de lunes a lunes salen a remar en grupos. Martina, aficionada a la actividad, comenta que las clases son su corte durante la semana y que se alegra de poder cruzar al otro lado de la ciudad. “Con el calor, con el hecho de saber que no vamos a viajar a ningún lado, el río es la manera de buscar un poco de alivio a la situación, de poder estar igual en contacto con la naturaleza”, dice. Su profesor Pablo, de la escuela Cocodrilo, confirma también el aumento de la cantidad de alumnos. Por otra parte, hace una distinción, para él de relevancia, entre los distintos usos que se le dan a las islas. “Hay una diferencia grande entre cómo explotan el río los distintos personajes. No quiero entrar en acusaciones contra nadie, tengo muy buena relación con mucha gente del río que se ocupa de rubros totalmente diferentes al mío, pero realmente me parece que hay que saber diferenciar qué uso le da cada actividad al río”, sostiene el instructor.

“Las escuelas de kayakismo tanto como los que navegan, windsurf, kite, veleros, botes a remo, habitamos la isla desde un punto de vista mucho más sano”, aclara Pablo, desmarcandose tácitamente de quienes conducen embarcaciones a motor. En términos similares se expresó otro cultor del río, navegante, instructor de vela y miembro de la Comisión Directiva del Club de Velas Rosario, Carlos “Charly” Rodríguez, pero que incluye entre los que muchas veces desconocen las normas básicas de navegación a los propios kayakistas. Claro que no a todos. “Hay desconocimiento, imprudencia y falta de respeto en todas las categorías”, nos dice Charly. “Y es evidente la necesidad de mayores controles” añade. Lo que observan estos cronistas, cuadra muy bien con los testimonios registrados: bocinazos de los buques cargueros que remontan o bajan el río por el canal al advertir cruces imprudentes tanto de embarcaciones a remo como a motor, pasos rasantes de lanchas rápidas y motos acuáticas a kayakistas y a bañistas, nulo interés de algunos en cuidar la naturaleza y en respetar al otro.

Río abajo, Naibí nos espera en La Casita d’Enfrente. Lo primero que llama nuestra atención en el parador es un cartel: “Sin barbijo no jugás, respetá los protocolos, sé consciente, mantené distancia, no la cagués, disfrutá”. 

Foto: Sol Vassallo

“Subió un montón la venta de kayaks, igual que la afluencia de gente a la isla, pero no creo que sea de ahora, sino que ya viene de dos o tres años atrás cuando fue un verdadero boom”, dice, sentada a la sombra de un sauce junto a una mesita de jardín a la que nos invitó a charlar. “Lo que sí –continúa–, ahora en pandemia, que los parques colapsan, se está dando que viene mucha más gente, todo es para acá, a full”. 

El intenso flujo de visitantes, del que fuimos testigos en nuestras varias travesías a las islas, supone todo un desafío en lo que refiere al cumplimiento de los protocolos sanitarios. En este sentido, La Casita d’Enfrente, conocida tradicionalmente por su ambiente relajado, no negocia. “Estamos bajo jurisdicción de la Municipalidad de Victoria, que nos exige y supervisa el cumplimiento de los protocolos de seguridad e higiene. La pandemia es algo muy real, la gente se enferma y es un garrón. Nos lo tomamos muy en serio”, asegura Naibí, que ya lleva más de una década junto al músico rosarino Diego Casanova sosteniendo uno de los paradores más conocidos de la Isla de la Invernada. “Con los vecinos nos llevamos muy bien, más allá de nuestras diferencias, tiramos para el mismo lado”, dice en referencia a los demás paradores y vecinos privados con los que comparten la costa isleña. Sin embargo, parece que no todos reman en el mismo sentido. “Somos conscientes de la necesidad de cuidarnos y de cuidar a les otres, con una única excepción, y no tengo problemas en mencionarlo con nombre y apellido: Caramelo Beach –parador distante apenas unas pocas decenas de metros río arriba–. Están haciendo fiestas masivas, ilegales, clandestinas no, porque lo ve todo el mundo sin que nadie haga nada, ni la comisaría ni Prefectura”, señala Naibí. Y amplía: “No los considero colegas míos y creo que todos los demás paradores estamos de acuerdo en que están haciendo un desastre de la isla y el temor es que en cualquier momento termine en tragedia. Lo de Caramelo Beach nos tiene a mal traer a todos, porque por uno que no tiene ningún respeto por lo que está pasando, nos pueden cerrar a todos los demás”.

El caso de Caramelo Beach ha cobrado relevancia en los medios locales por primera vez en diciembre último por justamente promover fiestas masivas en plena pandemia. Uno de los vecinos del predio, residente de la isla, asegura que se ha cansado de convocar a las autoridades para que den un corte “al descontrol”, pero las fiestas siguen cada sábado y los hechos respaldan por sí mismos lo que afirma nuestra anfitriona. Salvo esta excepción, el consenso general de los habitantes y visitantes, especialmente en La Casita –que bien podría extenderse al resto de los paradores e islas–, y en palabras de la propia Naibí, es que “nadie te rompa los huevos”.

Foto: Sol Vassallo

Ya en el kayak pasamos por Caramelo, tres perros negros, con cara de pocos amigos, se acercan hasta el borde del muelle y nos torean. Nos miramos y nos reímos del “contraste” con los perros del parador anterior, más amistosos, ni que fuera cierto que no hay prenda que no se le parezca al dueño.

Muy a nuestro pesar, emprendemos el regreso. Llegamos nuevamente a la guardería y nos dirigimos a la parada de colectivo, a los pocos minutos ya extrañamos el río, buscar algún lugar tranquilo para alejarnos de la ciudad. Durante el trayecto nos acordamos de las palabras de Charly Rodríguez, el instructor de vela, para quien el vuelco masivo de la gente al Paraná tampoco es un fenómeno reciente, sino una tendencia de hace ya varios años. “Claro que es notable el boom de los kayaks. No sé si tiene o no que ver con la pandemia, pero es evidente cuánto ha crecido la cantidad de kayakistas”, dice. Y agrega: “Mucha gente que a lo mejor no tenía mayor vínculo con el río, lo empieza a descubrir, se da cuenta de pronto que Rosario está prácticamente rodeada de agua y que esa agua, esas playas, las islas, están a un paso”. Este hombre de río de “toda la vida” nos dice que “el río es sano, estás al aire y al sol, es un buen psicólogo, en buena hora que cada vez haya más gente que lo descubre”.

Provincia y municipio anuncian más controles para evitar fiestas clandestinas

Tras la seguidilla de denuncias de fiestas clandestinas en el río Paraná –y también fuera de este–, Provincia y Municipio anunciaron medidas para endurecer controles a eventos masivos que violen los protocolos sanitarios. El Intendente de Rosario, Pablo Javkin, se reunió con autoridades provinciales y nacionales para, según explicó, “armar un refuerzo de control de circulación de móviles particulares en los horarios fiestas clandestinas y de actividad en el río”.

Consultado puntualmente por las fiestas clandestinas en las islas, Javkin aseguró que “las imágenes que se ven afectan la moral del resto de la sociedad que cumple con los protocolos”. “Hay gente de Rosario que organiza esos encuentros y hay gente de Rosario que cruza a las islas sólo para esos eventos, usando muelles clandestinos o muelles de otras localidades de alrededor. Son entendibles ciertas necesidades pero esto no se puede permitir, ya hablé con la vicegobernadora de Entre Ríos ya que las islas están en su jurisdicción”, agregó el intendente.

En el marco del nuevo esquema de circulación, tras la adhesión del gobierno de Santa Fe al decreto de Nación que rige en toda la provincia desde las 0 horas de este lunes 11 de enero, referentes del Ministerio de Seguridad recibieron a representantes de los municipios de Rosario y Santa Fe, fiscales del Ministerio Público de la Acusación (MPA) y autoridades de fuerzas de seguridad locales y federales para coordinar procedimientos y acciones de prevención a fin de controlar el cumplimiento de la normativa.

Foto: Manuel Costa

El subsecretario de Prevención y Control Urbano de la provincia, Alberto Mongia, explicó que se va “a trabajar con municipios y comunas especialmente en la responsabilidad social para la aplicación del decreto, pero también vamos a incrementar los controles preventivos y los patrullajes permanentes, pregonando el sentido común de las personas, porque ninguno querrá que le afecte el bolsillo o tener un proceso penal”.

Y agregó: “Apuntamos a que se entiendan las responsabilidades individuales y grupales, desde los organizadores a los concurrentes a los eventos, porque vamos a aplicar la ley en todo su sentido, pero queremos que la sociedad entienda que debemos cuidarnos entre todos para frenar los contagios”.

Por su parte, la secretaria de Control del municipio capital, Virginia Coudanes, y la jefa de la Unidad Regional I, Marcela Muñoz, insistieron en la necesidad de realizar las denuncias correspondientes ante la sospecha o conocimiento de fiestas clandestinas, a fin de concurrir a los lugares y poder desactivarlas.

El fiscal Luis Schiapa Pietra aseguró que se está “trabajando sobre varias investigaciones por organizaciones de fiestas clandestinas y eventos masivos, y seguiremos trabajando en el secuestro de vehículos, detención o aprehensión de los organizadores. Y, si hay posibilidad, secuestrar la recaudación o instrumentos para realizar este tipo de fiestas”.

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