El ex técnico de Newell’s, que dio sus primeros pasos bajo el ala de Griffa y el Loco Bielsa, lanzó El camino largo: una nueva historia que contar, libro que recorre su carrera en el mundo de la redonda.

Javier Torrente es de esa camada de entrenadores que no pueden ostentar en su currícula el haber sido futbolistas profesionales destacados. Pero lo que sí puede argumentar es que se formó bajo el ala de maestros de la talla de Jorge Bernardo Griffa y Marcelo Bielsa. Sus experiencias como preparador físico, entrenador de arqueros y ayudante técnico, le valieron de un nombre que con el tiempo le permitieron largarse como solista y dirigir, entre otros, al equipo del Parque Independencia y de sus amores. Ahora, mientras aguarda una oportunidad para volver a estar al frente de un plantel, dedicó el tiempo libre del año en que vivimos bajo pandemia, para volcar en las páginas de un libro todo lo que vivió girando por el mundo y alrededor de una pelota de fútbol. 

“La idea me la propuso la editorial Libro Fútbol hace un año y medio aproximadamente y no la había puesto en marcha, pero producto de la pandemia y para usar el tiempo libre decidí darle forma a esto, contar la experiencia y el recorrido. El camino que me llevó a ser DT de fútbol”, dice de entrada Javier, quien convocó para esta aventura al periodista Andrés Sciapichetti. “Es un amigo, lo conocí en Arroyo Seco y trabaja en Telefé Internacional, y empezamos a darle forma allá por los meses de marzo, abril, mayo y junio. Redondeamos algo lindo, que nos gustó, que nos dejó conforme”.

¿Y vos quién sos?

Ante la consulta sobre si esa falta de roce con la élite del fútbol había sido una marca difícil de sortear en sus inicios en el deporte de la redonda, Torrente se sincera y admite: “Ahí surge la idea del libro. Yo no fui futbolista y por eso quería contarle a otros entrenadores de medios locales, de equipos de barrio, de equipos de pueblo, que existe un camino largo que, a pesar de no haber sido futbolista, te permite llegar”. Y para sustentar sus dichos, este hombre nacido en Rosario hace poco más de medio siglo, detalla: “Ese es mi caso, el de (Jorge) Sampaoli, el del propio Marcelo (Bielsa), el de Mariano Soso, de (Sebastián) Beccacece, que no han sido futbolistas y que por consiguiente les ha tocado un camino distinto para poder llegar a ser entrenadores. Un camino diferente pero que también existe y hay esperanzas de que se puede transitar”.

Y vaya si Torrente lo transitó. Desde sus inicios como preparador físico en las inferiores de Newell’s que comandaba Griffa, el desembarco en el cuerpo técnico de Marcelo Bielsa en el Atlas mexicano, por recomendación de su amigo Claudio Vivas, pasando por Vélez y la selección nacional (siempre como ladero del Loco) hasta su experiencia individual en Cerro Porteño, Libertad y Nacional, todos de Paraguay; Newell’s; Cobreloa y Everton, de Chile; Once Caldas, de Colombia; y el Morelia, de México. Ahora estuvo a pasos de La Paternal y del fútbol trasandino, según revela en diálogo con el eslabón: “Estamos a la espera, tuvimos una reunión con la gente de Argentinos Juniors, pero terminaron decidiendo por (Gabriel) Milito, tuve otra con Antofagasta, que también se decidió por otro DT, pero estamos a la espera y predispuestos sobre las posibilidades que se dan, porque siempre canalizar las energías y volver al ruedo es bueno”.

Cada técnico con su librito

En 41 capítulos –independiente cada uno del otro, aunque con el hilo conductor del tiempo–, Lucho repasa los “distintos momentos” de su relación con el fútbol, desde que pateó por primera vez una pelota, hasta su última experiencia con el buzo y el silbato. “Hay uno dedicado a Griffa, otro dedicado a los diferentes lugares en los que laburé con Marcelo, otros en los que fui entrenador. La infancia, la arena política, el viaje a Cuba, y gente valiosa que conocí en todo este recorrido”.

De ese viaje a la isla, a la tierra de Fidel y compañía, Torrente cuenta en las páginas de su obra “lo que pude conocer de su historia, de su proceso político”. Pero la cosa no queda ahí: “En el tema político también me refiero a cuando me tocó ser candidato a concejal por el Movimiento Evita. Ver de cerca las necesidades y el laburo en los barrios, la militancia, la ayuda social, todo lo que surge de ahí, y todo contado de una manera muy agradable”.

En ese sentido, y al ser consultado sobre el compromiso tomado por actores del deporte de la redonda en los últimos tiempos, Javier indica que la Argentina “es un país en el que de a poco va llegando esa politización a los distintos lugares” y que “el fútbol no es ajeno”, y añade: “Esto de que aparezcan banderas y demás, puede ser novedoso, pero el fútbol siempre tuvo algo de eso en el hincha, aunque por ahí no tanto en los planteles. Siempre estuvo en el hincha, en el clamor popular, en el bombo”. Y respecto de si le trajo complicaciones el haberse involucrado o hecho pública su ideología, responde: “El tema de mostrar determinada postura, hace que ganes adeptos y detractores, algo que no tiene que ver con el momento futbolístico de los equipos que dirigimos y eso a veces es contraproducente”.

Este hombre, que alguna vez marchó un 24 de marzo con la camiseta de Hijos puesta, adelanta que “en un capítulo lo nombro a Alicia (Lesgart, referente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y madre de Mariano Soso) y a su compañero el Indio Rivero, a gente valiosa que conocí en todo este tiempo”.

Por último, en cuanto a su relación con el Loco Bielsa, hoy en el Leeds de la Premier League, revela que “es más distante porque él está en Inglaterra. Lo saludé cuando ascendieron, me agradeció y esas cuestiones”. Pero aclara: “Hay cosas que prefiero dejar en la intimidad. En el libro menciono en los lugares que me tocó trabajar con él, pero no cuento cosas de él sino que se desarrolla sobre mi mirada y mi crecimiento”.

“Maradona no puede morir”

“Ese sería un lindo título para un libro”, se le ocurre a Javier Torrente cuando se le consulta por la figura de Diego Armando Maradona, a quien vio por primera vez en el predio leproso antes llamado Bella Vista, hoy Centro de Entrenamiento Jorge B. Griffa. “Yo era profe de las inferiores de Newell’s. Entrenábamos al lado de la cancha en la que entrenaba la Primera. Él venía caminando con los botines en la mano, en ojotas, las medias puestas, y paró, me dio la mano y me saludó. Eso fue allá por el 93”, recuerda Lucho, sobre el día en que estrechó la mano de D10S por primera vez. “Diego, para todos, fue alguien especial. No puedo entender como hay personas que escupen odio a Maradona. Yo soy un agradecido a lo que nos dio, el Mundial, un subcampeonato, siempre llevó a la Selección al máximo nivel, siempre estuvo comprometido social y políticamente, y en eso no tengo más que palabras de agradecimiento en todo lo que nos dio. La tristeza fue mucha por perder a alguien que era inmortal”, agrega.

El otro cruce con el Maradona de carne y hueso fue en el 97, cuando el Vélez de Bielsa recibió en Liniers a Boca, partido recordado –entre otras cosas– por la tremenda volada que debió hacer Chilavert para sacar del ángulo un tiro libre del por entonces 10 y capitán Xeneize, quien mostró su resignación aplaudiendo al arquero paraguayo. “Después de ese partido, él estaba haciendo la conferencia de prensa y yo le paso por al lado. Se detiene en la misma conferencia y me saluda. Uno no sabe si me reconoció o no”, se pregunta hasta el día de hoy Torrente.

El siguiente y último contacto fue telefónico: “Cuando ya estábamos en la Selección Argentina, me llamó para trasladar a través mío su apoyo incondicional a Marcelo”.

Pudo haber otro, en la hermosa despedida en la Bombonera, en la tarde de la inmortalizada «la pelota no se mancha», pero los compromisos del combinado nacional se lo impidieron. “Me tocó ir a Uruguay, ya que en unos días jugábamos contra ellos y fui como adelantado a averiguar por hoteles, campos de entrenamientos y eso”, lamenta Lucho, y sigue: “Me mandaron las camisetas de los dos equipos que se usaron en ese partido y Marcelo me regaló el centro de mesa de la fiesta que era el botín de Maradona pintado de dorado, y que yo después se lo regalé a unos amigos que tienen un bar en Baigorria, Adrian y Dani Colman, que son muy leprosos”.

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