Yo no creo en dios y mucho menos creo cuando lo escriben con mayúscula. Pero desde la noche del 3 de marzo, o desde la madrugada del 4, cuando me enteré que Juane ya no estaba más entre nosotros, volví a tener una sensación extraña que se me aparece cada tanto.

Y decía que siempre me costó imaginarme a un creador. Podría sostener, sin muchos argumentos pero a manera de tener una aproximación, que alguna vez estuve más cercano y alineado con la idea de dios del filósofo Baruj Spinozza.

Pero la sensación, media fantasmal, que se me aparece cada tanto, y en estos días, todos los días, es como si entre los que andamos por esta tierra circulara como una especie de energía o algo similar que tiene la crueldad de elegir para llevarse, vaya uno a saber adónde, a los y las mejores. A los y a las imprescindibles. De llevárselos, decía, y de paso dejarte con esa sensación desértica y espantosa que te dice: “Ahora, arreglatelás, pelotudo”.

Y este lunes 22 de marzo, otra vez lo mismo. Haciendo un turno de nuestra web Redacción Rosario, leo y no puedo entender que falleció el periodista Hugo Montero. Y lo vuelvo a leer y creo que es joda. Pero no. Y otra vez se me aparece esa sensación. Miro por la ventana y no sé qué hacer. Sólo puedo volver a pensar que esa puta energía nos volvió a joder otra vez.

Le mando un mensaje a Manolo para saber si estaba enterado. También le mando uno a Laura diciéndole que no lo puedo creer y que me voy a poner a escribir algo para El Eslabón. Lo que me salga.

Independiente y autogestivo

No lo conocí a Hugo Montero, pero siempre me llamó la atención el coraje que tenían la revista autogestionada y la editorial Sudestada para encarar temas, rescatar personas y personajes que también fueron imprescindibles para nuestra Argentina pero que la prensa hegemónica, asquerosa, entregadora y cómplice de los asesinos, siempre ninguneó.

En sus innumerables escritos, libros e investigaciones, resaltan las figuras de Oesterheld, Walsh, Massetti, Tosco, El Che, Fidel. Y, más acá, Fabián Polosecki y el rapero WOS. También metió su pluma y su filosa mirada en las historias vinculadas a las organizaciones armadas de los ‘70.

Había nacido hace 45 años en Claypole, allá en el sur profundo del Gran Buenos Aires. Estudió en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y fundó –hace 15 años– y co-dirigió la revista Sudestada, junto con sus amigos Walter Marini e Ignacio Portela. Revista que marcó, sin duda, una senda en lo referido a proyectos periodísticos independientes y autogestivos.

A tan pocos días de que el Juane nos deje huérfanos y a los tumbos, pienso en el inmenso y profundo dolor que estarán pasando los compañeros y compañeras de Sudestada, y sólo me nace garabatear estas palabras sumidas en la confusión que provocan las muertes tempranas, inexplicables y eternamente dolorosas.

Me sale, también, pedirles perdón porque sin sus presencias nosotros flaqueamos demasiado. Andamos a los porrazos, muchos días sin rumbo y mirando el horizonte a cada rato para encontrar alguna respuesta que hasta ahora se nos hace esquiva.

Sé que nos quedan sus trazos y el camino bien señalizado para continuar. Pero le pido, le solicito y hasta le ruego a esa energía o dios sin mayúscula, por favor, que se deje de joder.

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