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“Toda persona tiene derecho a disfrutar de la paz de tal manera que se promuevan y protejan todos los derechos humanos y se alcance plenamente el desarrollo” (Art. 1ro. de la Declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 19 de diciembre de 2016, donde se aprobó reconocer el Derecho Humano a la Paz, como parte de la tercera generación: los denominados “derechos de solidaridad”).

“La Paz (…) es incompatible con la desnutrición, con la miseria o con la negación del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos… Sólo puede ser duradera una paz justa que se funde en el respeto de los derechos humanos”. (Concepto expresado por la Unesco).

Sin considerar la actual pandemia, que deseamos pueda superarse para bien de todos, se reconocen, a través de conceptos vertidos por destacadas personalidades (Noam Chomsky, Federico Mayor Zaragoza y Boaventura de Sousa, por mencionar algunas) que existen tres procesos en desarrollo, los que ponen en peligro el futuro de la Humanidad: 1) Una profunda crisis climática y ecológica del planeta; 2) Una creciente desigualdad social, económica y cultural entre los seres humanos y 3) la carrera armamentista y la amenaza nuclear.

1. El creciente deterioro de nuestro planeta continúa desarrollándose. Más allá de los acuerdos y promesas de las reuniones internacionales de Río en 2012 y de París en 2015, sigue sin cumplirse una acción real y efectiva contra la contaminación y en favor de un desarrollo sostenible que es esencial para la vida de la población mundial y que, compromete, a cercano plazo, el futuro de la misma. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático nro. 25 (COP 25), realizada en Madrid en 2019, quedó claro que el mundo debe reducir las emisiones contaminantes en un 7,6% anual durante esta década, entre 2020 y 2030, para frenar el calentamiento global en 1,5 centígrado.

En su intervención, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, señaló que las naciones del G20, es decir los países más desarrollados, son responsables del 78% de todas las emisiones globales. Quedó en evidencia la ausencia de las dos potencias mundiales, Estados Unidos y China y, consecuentemente, la duda de sus compromisos de cumplir con las importantes resoluciones que se adoptan.

2. Muchas regiones del planeta viven hoy circunstancias traumáticas para cientos de millones de seres humanos. La desigualdad económica es cada vez mayor y la pobreza extrema avanza en países y regiones de Asia, África y América Latina. Las olas migratorias que se desarrollan actualmente en diversas regiones e involucran a millones de niños, mujeres y hombres, que en muy duras condiciones arriesgan hasta sus vidas, son un claro ejemplo de desigualdad. 160 millones de menores de 18 años trabajan en el planeta, muchos en condiciones parecidas a la esclavitud, lo que impide un desarrollo y educación normal. La información, actualizada en 2017, de 821 millones de seres que viven en pobreza extrema, cifra que no decrece, es vergonzante.

3. La inmoral carrera armamentista, liderada por las grandes potencias mundiales, que junto a los países desarrollados producen, venden y utilizan armas capaces de destruir el planeta, las que generan un altísimo costo, más de 1,8 billones de dólares anuales, que, utilizados adecuadamente, podrían sacar de la pobreza extrema a la población mundial que pasa hambre, frío, enfermedad. También esos recursos posibilitarían el avance científico y tecnológico que lograría reducir la contaminación ambiental y ampliar otros campos de investigación para mejorar la salud y calidad de vida humana.

El Espíritu de Hiroshima nos obliga a pensar, no sólo en el momento en que se vivió la tragedia, sino al día de hoy, y mirar nuestro presente y nuestro futuro, para decir que debemos levantar nuestras voces y acciones para defender un mundo sin armas y guerras.

La Educación es la principal herramienta para la construcción de un ser humano respetuoso y respetado con y por sus semejantes. Desde la primera infancia debemos inculcar esos ideales, mediante prácticas que alejen a los niños y jóvenes de la violencia y el egoísmo.

La Paz es una necesidad suprema de la Humanidad. La familia, la escuela, toda la sociedad, deben actuar en favor de la paz. Es necesaria una acción conjunta, permanente, constante, globalizante.

Como titulan la campaña las organizaciones pacifistas francesas: “Actuemos juntos por la Paz, el clima, la justicia social, los derechos humanos, el desarme nuclear.”

* Maestro uruguayo, referente del Movimiento de Educadores por la Paz de Uruguay.

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