La temprana muerte de Miguel Lifschitz (65), principal figura de la oposición en la provincia, líder de su partido y dirigente con votos –cualidad no muy frecuente en el variopinto mercado de candidatos–, reconfigura el escenario político santafesino hacia adentro y afuera de la fuerza en la que militó por más de 40 años, y abre un abanico de posibilidades futuras cuyos efectos aún están inexplorados. Las elecciones de medio término de este año, las de gobernador/a y vice de 2023 y el porvenir de un partido nacional pero con peso estrictamente local son algunas de ellas. Y, como consecuencia de eso, el rebote que pueda provocar en las otras dos fuerzas mayoritarias: el oficialista Frente de Todos y el opositor grietístico Juntos por el Cambio.
Formalidades
El fallecimiento de Lifschitz el último domingo, tras permanecer dos semanas internado en un sanatorio de Rosario a causa del contagio de coronavirus –parte de ese tiempo bajo asistencia mecánica respiratoria–, produjo, en términos puramente formales, la acefalía de la presidencia de la Cámara de Diputadas y Diputados provincial.
Por la internación del socialista, la Cámara baja resolvió postergar la sesión preparatoria para elegir a sus autoridades que debía convocarse antes del 1° de mayo, fecha que la Constitución santafesina establece como inicio de las sesiones ordinarias del año legislativo.
Esa decisión se postergó hasta esta semana, cuando la muerte del ex gobernador hizo que el Frente Progresista eligiera al diputado Pablo Farías, ex ministro de Gobierno de Lifschitz, como presidente del cuerpo parlamentario.
El Frente Progresista posee 28 de las 50 bancas de la Cámara, por lo que le corresponde la presidencia del cuerpo.
La justicialista del Movimiento Evita, Lucila De Ponti, fue reelegida como vicepresidenta primera y la radical Jimena Senn como segunda vice, en acuerdo de las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
La otra formalidad a cumplimentar es el reemplazo del escaño que correspondía a Lifschitz. Quien sigue en la lista del Frente Progresista es Nicolás Aimar, secretario de Gobierno de Emilio Jatón en la ciudad de Santa Fe, quien le comunicó a su jefe político que asumirá la banca en la Cámara baja.
Liderazgo y votos
Pero la muerte de Lifschitz no produjo sólo cuestiones de resolución formal, sino que dejó un vacío político que luce difícil de llenar.
Tras su fallecimiento, propios y extraños destacaron entre las virtudes del dos veces intendente de Rosario su –intensa– capacidad de trabajo, de articulación de partes sueltas, de diálogo con diferentes y hasta antagónicos actores de la vida política, económica y social de la provincia, su capacidad de plantearse metas y establecer métodos para alcanzarlas.
Sin ser un líder carismático, Lifschitz era un dirigente con votos. Taquillero en las urnas. Tanto cuando dejó la Intendencia de Rosario para convertirse en senador provincial como cuando abandonó la Gobernación con destino de diputado, obtuvo caudales de voluntad popular expresada en sufragios mayores a los de quienes resultaron electos para reemplazarlo en las tareas que dejaba atrás.
No es frecuente, como si hubiese tenido el don de eclipsar el consabido “desgaste del poder”. Con ese activo en su mochila política, el presidente de la Cámara de Diputados contemplaba la chance de ser candidato a senador nacional por el Frente Progresista en las elecciones legislativas de este año.
Cuentan sus allegados que “medía bien”. El sector del radicalismo que lo acompaña en el Frente Progresista lo tironeó a principios de años para que se sume a “un frente de frentes” que incluyera a Juntos por el Cambio, una idea de macristas y radicales no progresistas por reunir en un mismo sello al conjunto del antiperonismo. Que, convenientemente, denominan como “no peronismo”.
Dicen que Lifschitz lo pensó, tabuló las posibilidades, pero finalmente mensuró que dar ese paso suponía romper su fuerza política, el Partido Socialista. Y se negó a tal armado. Las elecciones internas del mes pasado para la renovación de la conducción nacional del PS –que recayó en la ex intendenta de Rosario promovida por Lifschitz, Mónica Fein– marcaron el rumbo de la tercera alternativa por fuera de la grieta.
Sin su figura como candidato en las legislativas nacionales, el socialismo y el Frente Progresista se las verán en figurillas para reemplazarlo como postulante.
El otro objetivo electoral de Lifschitz era la Gobernación, en 2023. Allí quería regresar. Por eso se había instalado como principal figura opositora desde la presidencia de Diputadas y Diputados, a la que arribó con una tracalada de votos mientras su camarada, Antonio Bonfatti, perdía la contienda a la casa Gris a manos de Omar Perotti.
Desde allí el socialista olisqueó la disputa interna entre el bloque de senadores del PJ que tiene por objetivo político la conservación de su poder en el tiempo y el gobierno de Perotti, y armó con Armando Traferri & Cía el presupuesto 2020 que debía ejecutar el rafaelino. A modo de aviso.
Ese bloque de poder permanente también le negó las leyes de emergencia solicitadas por el Ejecutivo al comienzo de la gestión –matrimonio en el que cada uno de los componentes poseía un objetivo propio, no necesariamente conyugal aunque sí divisibles como bienes gananciales al final de la relación– y recién se las aprobó cuando la presión por la pandemia no dejó espacio a mezquindades y cálculos.
Falta mucho para 2023, pero el socialismo también perdió con la partida de Lifschitz “el” candidato natural a la Gobernación.
Al PS le toca ahora la difícil tarea –sin la gestión de la Casa Gris ni la Intendencia de Rosario, su trampolín político electoral por décadas– de rearmarse y encontrar –en sus viejas figuras o en sus dirigentes sub 40– un reemplazo que supla, aunque sea en parte, la dolorosa pérdida.
¿Desbande societario?
Cuando aún no había concluido el duelo, el sector del radicalismo santafesino que converge en Juntos por el Cambio comenzó a sopesar lo ocurrido. ¿Qué harán sus correligionarios aliados al Frente Progresista ahora que está ausente la figura político-electoral que les daba sustento?
“Yo veo un radicalismo en el Frente recalculando”, dijo a El Eslabón el diputado provincial de la UCR Julián Galdeano, del sector que milita en Juntos por el Cambio.
Explicó que hay “radicales de distintos sectores que tenían una relación fuerte con Miguel y que lo acompañaban, por su gestión en la Gobernación vinculada a los municipios y las comunas, que ahora quedan sin ese compromiso, más libres”.
Galdeano cree –y quiere– que esos dirigentes locales ahora pueden “responder a sus propios electorados, que es un electorado no peronista”, y ninguna oferta mejor que la de la góndola del macrismo.
Para el diputado radical la muerte de Lifschitz supone, también, la del posible escenario de tres tercios para los comicios legislativos nacionales de este año entre el Frente de Todos, el Progresista y Juntos por el Cambio.
“Si había alguna duda respecto al nivel de polarización en Santa Fe queda despejada: la única figura que podía, con dificultades, pero podía romper la polarización de las dos mayores fuerzas del electorado era Lifschitz”, sintetizó. Ese escenario, entonces, “queda bastante descartado”.
Galdeano y otros militantes del MAR (Movimiento de Acción Radical) continúan el diálogo que habían iniciado en enero con los cabecillas del Nuevo Espacio Organizado (NEO), los jefes de bloques parlamentarios Maximiliano Pullaro (Diputados) y Felipe Michlig (Senado).
Claro que ahora la conversación sobre el mismo asunto –la conformación de un frente “no peronista” XXL– no es idéntica, puesto que no está Lifschitz.
Un dirigente de la UCR dijo a este semanario que no era el ex gobernador socialista quien constituía “el principal obstáculo” a un acuerdo con el macrismo santafesino, sino los sectores más intransigentes del PS desde el punto de vista ideológico.
“Esos sectores persisten en el partido, pero no tienen la figura electoral”, añadió el portavoz. Y abrió una interrogante sobre cómo encararán el futuro del socialismo los dirigentes sub 40 ligados a Lifschitz como Enrique Estévez y Joaquín Blanco (h).
Tres tristes tercios
Si la desaparición física del líder socialista conlleva la del escenario electoral distribuido, a priori, en tres porciones más o menos simétricas del electorado, el problema no afecta sólo a la fuerza que perdió a su principal dirigente.
De hecho, con las gestiones de Rosario y Santa Fe en manos de Pablo Javkin y Emilio Jatón, las elecciones de concejales no deberían ser un drama para el gobernante Frente Progresista.
Es probable que ambos jefes locales gasten sus energías en el juego propio y se desentiendan –o atiendan con menos interés– los comicios nacionales de medio término. Ambos son además –hoy– potenciales candidatos a la Gobernación en el improbable 2023.
Para el justicialismo santafesino, un escenario político sin Lifschitz supone, por un lado, la desaparición del principal contendiente de la Casa Gris.
“Perotti y Lifschitz eran, por encima de todos los demás, las dos figuras políticas excluyentes”, razonó ante El Eslabón una legisladora peronista. Y el socialista jugó fuerte a esmerilar la figura del justicialista.
Sin embargo, “a nosotros no nos beneficia la desaparición del Frente Progresista como un jugador electoral importante”, agregó la fuente.
Es que los votantes del socialismo son –en su mayoría aunque no en su totalidad– refractarios al peronismo. Para el Frente de Todos, entonces, ese electorado iba a dividir el voto opositor nacional con Juntos por el Cambio acrecentando, al menos en los papeles, las chances peronistas en el desempeño electoral.
De hecho, tras el fallecimiento de Lifschitz, Roberto Lavagna reveló que mantenía charlas con el presidente de Diputados para el armado de una tercera alternativa por fuera de “la grieta”. La nueva conducción del PS, en cabeza de Fein, sintetizó ese anhelo de los seguidores del partido de la rosa roja.
Aunque diezmado y con un o una candidata de menor peso electoral, un Frente Progresista competitivo es una buena noticia para el justicialismo de Santa Fe. O para la Casa Rosada, cuyos principales moradores serán los encargados, junto a Perotti, de garabatear la lista de candidatos a senadores y diputados nacionales.
El macri-radicalismo provincial, en cambio, se excita con un Frente Progresista en declive, sin su principal figura electoral. Sueñan con un armado que sume a los radicales frentistas en un potencial éxodo hacia las filas de Juntos por el Cambio. Y, por qué no, a los socialistas huérfanos de candidato/a. Por ahora, eso, es una quimera. Pero la política también se alimenta de sueños.
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