escuela, educación

Desde marzo del 2020, hace ya largos 15 meses, nos zambullimos en una dimensión de pesadilla, y nuestras conversaciones empezaron a girar en torno a protocolos, vacunas, cepas, cuarentenas. No paramos de contar contagiados y muertos, de conmovernos con el dolor de tantas familias y de emocionarnos con la tarea inmensa de nuestros queridos compañeros y compañeras de la salud.

También ha sido así en el mundo de la educación. Se ha dicho, se ha escrito y se ha reconocido la inmensa tarea de los y las docentes, su creatividad e imaginación, su profesionalismo. Y no me olvido del increíble compromiso y comprensión que han demostrado nuestros niños, niñas y jóvenes y sus familias, en ese difícil trayecto entre presencialidad y virtualidad. Eso es lo primero que debe decirse, con claridad: reconocer y agradecer. Por respeto a tanto dolor.

Pero también es necesario hablar del futuro, de lo por venir, y para hacer referencia a ese territorio futuro a construir, convocaré a un gran maestro periodista y a una gran maestra artista.

Hace unos días en una de sus habituales columnas, Mario Wainfeld, dijo: “Adeudamos a la gente y a los pibes una narrativa que alumbre un horizonte”.

Por su parte, Teresa Parodi, en la reciente y bella canción Distinto, que acompaño junto a estas líneas, nos pide «buscar un signo, un gesto, una señal, un tono, para empezar a imaginar el día después que llegará, quién sabe cómo”.

Estoy convencido que los y las educadoras debemos seguir con los pies en la tierra atendiendo las enormes dificultades del presente y mitigando dolores, pero también debemos empezar a observar (y a construir) ese día después, ese horizonte que se viene. La mirada no puede estar clavada exclusivamente en las terapias intensivas; tenemos que empezar a convocar desde la escuela los sueños que haremos realidad, las celebraciones que traerá el encuentro, salir de esta angustia y pensar la pedagogía del retorno, las transformaciones que haremos, y cómo recuperaremos el tiempo que nos robó la pandemia.

Tengamos plena confianza. Los maestros, maestras, profesoras, preceptores, lo sabemos hacer, nos sentimos cómodos en el futuro, vivimos anunciando lo que vendrá, y trasmitimos la pasión que nos impulsa. Nosotras y nosotros, que siempre tenemos simpatía por el mundo que viene, sin desentendernos del presente, pongamos la mirada en el porvenir. La sociedad, y el sistema educativo lo necesitan.

*Ex ministro de Educación de la Nación

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