Ever Palermo es un enamorado del ring y los guantes y un investigador empedernido. Y reunió esas dos pasiones en Puños Rosarinos, libro que repasa la historia del pugilismo en la ciudad.

Nicolino Locche revolucionó el deporte de los golpes de puño, porque prácticamente no golpeaba a sus rivales. El tipo esquivaba, a puro reflejo y con movimientos espasmódicos y precisos de su cuerpito, los cientos de intentos de sus contrincantes por arrancarle la cabeza. Y los desgastaba física y mentalmente. Con ese estilo tan llamativo como innovador, para lo que era el boxeo a fines de los 60 y principios de los 70, se las ingenió para coronarse campeón del mundo de los superligeros, y para soplar las brasas de esa pasión en el rosarino Ever Palermo. Después de practicarlo y enseñarlo, Palermo decidió que había que dejar registro de los orígenes y, sobre todo, de la era dorada del boxeo local. Puños Rosarinos está dividido en 3 rounds pero desde el primero, agotado como los rivales de Nicolino, Ever va ganando por nockout.

El rock del rico Luna Park

“Toda la vida entrené y enseñé también”, dice de entrada Ever Palermo, en diálogo con este periódico. “Cuando aún vivía mi profesor, y campeón argentino de 1979, Rubén Gerónimo Riani, me comentó sobre los valores de épocas pasadas que yo desconocía. Así que le dije que iba a escribir algo, sobre todo de los campeones rosarinos que se consagraron a nivel nacional”, repasa, ya parado definitivamente en el centro del ring, y abunda: “Pero cuando empecé a buscar vi que había una riqueza pugilística en nuestra ciudad muy importante, que se había empezado a practicar acá en 1914, así que el boxeo en Rosario tiene más de 100 años, y que llegó a ser la segunda plaza de mayor importancia en todo el país, después del Luna Park”. 

En cuanto al libro en sí, cuya primera edición del primer tomo ya está agotada, Palermo señala que “en principio apuntaba a hacer una investigación de otro tipo, pero hablando con mi señora me dijo que escriba sobre boxeo, que es lo que tanto me apasiona”. Y le hizo caso. Visitó hemerotecas, museos de la ciudad, revisó “hoja por hoja 40 años de diarios” y se encontró, entre muchas otras perlitas, con el acta de Gimnasia y Esgrima de Rosario, que está en calle Laprida. “Ahí figura que antes se llamaba Club Atlético Argentino y que cambió el nombre cuando decidieron agregar otras actividades, entre ellas la enseñanza del boxeo”, rememora Ever, y sentencia: “Ese acta ratifica, hasta que otro documento diga lo contrario, que Rosario fue cuna del boxeo en la provincia de Santa Fe. Y que realizó, además, los primeros campeonatos en la provincia a nivel amateur, entre 1923 y 1924”.

“En este primer libro abarco desde el año 1914 a 1950”, aclara el autor, y se explaya: “Cuento hechos históricos, los ídolos, las instituciones de esas décadas. La inauguración del famoso Estadio Norte. También hay crónicas de peleas de esos momentos, como cuando vino Gatica y la pelea de Nolasco, que fue la más famosa de la historia boxística rosarina”. 

Pero la cosa no se agota ahí: “Antes de llegar a todo esto, está lo del primer campeón argentino, Elío Plaissant, que vino a los 7 años al país con su familia. A los 16 años ya era profesional, y en 1921 le gana a Luis Galtieri, el Chiquito de Pompeya, pupilo del primer Lectoure, que es el primer campeonato oficial del país. Bilanzoni fue el segundo rosarino en ser campeón argentino y llegó a meter 20 mil personas en el Luna. Le decían Perita, porque tenía una pera pronunciada. Fue el primer Nicolino Locche argentino, porque esquivaba golpes, le decían el intocable o el artista del ring”.

Una galería de recuerdos

Algunos lo llegaron a considerar el Luna Park rosarino, y otros más exagerados lo compararon con el Madison Square Garden, pero de tinte local. El emblemático Estadio Norte, inaugurado el 7 de enero de 1950 en la esquina de Alberdi y José Ingenieros, hoy sólo conserva la fachada de ese templo boxístico por el que desfilaron el Mono Gatica, Ringo Bonavena, Pascual Pérez, el propio Locche, entre otros genios del ring.

En ese lugar emplazado en pleno Arroyito, hoy descansa una galería comercial, con una librería incluida, en la que se podrá conseguir (en los próximos días, cuando se impriman más ediciones) Puños Rosarinos. “Es todo un símbolo que mis libros se vendan ahí”, subraya su autor, que también te los lleva a tu casa: “Lo estoy militando, a domicilio, con mi señora. De paso voy conociendo gente, haciendo vínculos, eso me gusta”. Así, los de acá le pueden escribir al 341-2787841, mientras que para los de afuera, les ofrece la plataforma Mercado Libre. “Pero ahora me quedé sin libros porque se vendió todo”, advierte el escritor sobre los 100 ejemplares de la primera tirada, aunque aclara que se vienen más. Y no sólo más ediciones, sino más tomos: “Es tan extensa la información que hay, que voy a hacer otros dos libros más, porque sino sería uno sólo de 1.200 páginas, imposible de pagar para un obrero, así que lo voy sacando en etapas”. Y agrega: “A mi también eso me facilita para pagar la imprenta. En el transcurso de la escritura no la pasé del todo bien, el desarrollo de hacer este libro es el fiel reflejo de la vida que pasa un boxeador: puertas cerradas, no te ayudan, pasas hambre, necesidades. Todo eso lo pasé en el transcurso de la investigación. Parte del libro lo pagué vendiendo muebles hechos con tarimas que juntaba en las cercanías de mi casa”.

Boxeo for Ever

Palermo cursó la carrera de periodismo en el Iset 18, y en 2015 sacó su primer libro, Rebelde de uniforme, que indaga sobre la Policía. Pero su verdadera pasión, la que trae desde purrete, es el deporte de los guantes. “De chico me despertaba a la madrugada y hacía gimnasia solo, a escondidas, porque me daba vergüenza, tenía 7 años”, rememora Ever.

Foto: Guillermo Buelga

No hubo parientes ni conocidos que le contagien este amor, que sí se le impregnó en la piel después de ver al Intocable. “Cuando lo vi a Locche me enloqueció”, admite, y sigue: “Ya tenía 14 años y llamaba a todos los chicos del barrio para que me tiren piñas y yo esquivaba”. Después su vida se cruzó con la de Riani, en Rosarinos Boxing Club, y la cosa tomó otra forma: “Fui boxeador amateur, me ha ido bien. Y ayudé como sparring a futuros campeones argentinos y sudamericanos”.

El escritor también se define como “una persona muy curiosa” a la que siempre le gustó investigar. Admira en ese aspecto al otrora periodista hoy diputado provincial, Carlos Del Frade, quien le prologó el primero de sus libros. “Sí, me contagié viéndolo a él, me gusta esa clase de periodismo investigativo. Nos hemos juntado varias veces. Busco redescubrir cosas, sacar temas del olvido, pero nadie me incentivó, salió de mí”.

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