Valores como la solidaridad, el respeto por la diversidad, la no discriminación y la convivencia sobresalen en una selección de 20 libros álbum para trabajar la educación sexual integral (ESI). “La literatura es un recurso muy valioso para hablar de la vida cotidiana de las infancias y las adolescencias”, dice la profesora Claudia Mauri, integrante de la agrupación feminista Las Pauluzzi, animando a estas lecturas reunidas en un blog sobre pedagogía.
La educadora compartió en las redes la sugerencia del blog La nave de Teseo. Pedagogía en (de)construcción. Asegura –en charla con El Eslabón– que este tipo de literatura “abre un camino a la docencia y les facilita abordar los temas de ESI”. “En muchas escuelas aún se sigue pensando que hablar de sexualidad es hablar de sexo, de genitalidad y de reproducción, y se deja de lado todo lo que tiene que ver con la vida cotidiana de las infancias y adolescencias”, dice Mauri rescatando esas historias y su contribución a la ESI.
La selección de los 20 libros álbum recomendados –de acceso libre y gratuito desde el blog– es muy cuidada. Por su género, las obras se distinguen además por la integración de ilustraciones y textos que dan sentido a los relatos. “Su belleza es tal que merece ser disfrutada desde el nivel inicial hasta el nivel superior”, se lee en el blog sobre la propuesta dada para leer.
Los libros álbum sugeridos en el blog están organizados en diferentes ejes que aborda la ESI. Uno es el respeto por la diversidad: El vestido de mamá, de Dani Umpi y Rodrigo Moraes; Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte, de Magalí Le Huche; Elmer, de David McKee; Ahora me llamo Luisa, de Jessica Walton y Dougal MacPherson; y Emigrantes, de Shaun Tan. Otro eje es el de género y feminismos: Rosa Caramelo, de Adela Turin y Nella Bosnia; El globo, de Isol; Malena Ballena, de Davide Cali y Sonja Bougaeva; El libro de los cerdos, de Anthony Browne; y ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?, de Raquel Díaz Reguera.
En el eje de familias y crianzas: Secreto de familia, de Isol; Tengo una mamá y punto, de Francesca Pardi y Ursula Bucher; Mamá, ¿por qué nadie es como nosotros, de Luis Pescetti; Choco encuentra una mamá, de Keiko Kaszai; y Una familia para Rodolfo, de Vera, Nora y Claudia Hilb. Para la valoración por la afectividad: El monstruo de colores, de Anna Llenas; Vaya rabieta, de Mireille D’Allancé; Vacío, de Anna Llenas; Ruidos bajo la cama, de Jean-Marc Mathis; y Hoy me siento, de Madalena Moniz.
También los clásicos
La ESI atraviesa la lengua y la literatura, dice Claudia Mauri para explayarse en el valor que tiene compartir estos aprendizajes en las aulas. Y para esta tarea considera que “los cuentos más tradicionales”, aquellos “donde abundan roles fijos y los estereotipos también tienen un lugar”. Abordar los nuevos registros literarios –afirma– no quiere decir que no haya que leer los clásicos de la literatura infantil. “A las chicas y a los chicos les encantan los cuentos como los de Cenicienta, todos esos tan conocidos en nuestra época” de niñas y niños.
Lejos de rechazarlos, la educadora propone “darle una vuelta más a esas lecturas para que las chicas y los chicos puedan pensar otro desenlace, otro final”, por ejemplo. O bien conversar sobre qué les despiertan, qué sentimientos aparecen en esas historias. “No se trata de borrar del mapa todo lo anterior, no está bueno eso. Pero sí darle una vuelta desde la perspectiva de género, desde la diversidad y los derechos humanos, para que los mismos chicos puedan ejercer la actitud crítica, que es el meollo de la educación sexual integral: favorecer el pensamiento crítico”, profundiza Mauri. Además de pensarlos como una oportunidad para pensar el lenguaje inclusivo, “para pensar la lengua como algo vivo”, donde todas las personas tienen derecho a ser visibilizadas.
Rescata la multiplicidad y riqueza de la producción literaria como la ofrecida en esta serie. En especial –expresa–, porque toman “los valores como temas centrales” de sus historias. “Valores como la no discriminación, la solidaridad, la afectividad y el poder mostrar cariño con la persona que está sufriendo. Todo eso, trabajar en los valores, también es educación sexual integral”.
El debate por los penes
Mauri habla de lo imprescindible que es el carácter “integral” de la educación sexual contemplado en la ley 26.150 (2006), y no “sexual” a secas. Un dato que ayuda a entender también por qué subsisten prejuicios y tanto revuelo ante noticias como la reciente licitación del Ministerio de Salud de la Nación para la compra de 10 mil penes de madera. La compra está destinada a los centros de salud, para responder al crecimiento de enfermedades de transmisión sexual registrado en el último tiempo.
“Los medios hicieron foco en el pene de madera, algo muy falocéntrico. No sé si para producir impacto o rechazo de los sectores conservadores en la ESI”, descuidando que el problema es que el preservativo no se está usando y hay que incentivar su uso, advierte la profesora.
“Es necesario saberlo, es un contenido que se tiene que estudiar en los últimos grados de la primaria y en la secundaria. Pero eso solo no basta”, dice Mauri, y llama a no focalizar la ESI solo en lo sexual sino atender a todos los demás ejes que son también importantes. Cita –a modo de ejemplo– una serie de situaciones dadas alrededor del preservativo, como las violencias de género o las nuevas masculinidades.
Repasa un ejercicio que hacía con sus estudiantes del secundario, cuando invitaba a los chicos, por un lado, a escribir qué les dirían a las chicas para no usar el preservativo. Y luego invitaba a las alumnas a darles una respuesta, argumentando por qué sí debían usarlos. “Eso era también empoderar a las chicas, no se lo olvidaron nunca”, expresa la educadora.
Claudia Mauri es profesora de biología. Su militancia formal por lo que hoy es la ESI comienza en 1992 cuando realiza un curso de educación sexual y prevención en la Casa de la Mujer, con la psicóloga Liliana Pauluzzi. Más tarde se pone al frente –con otras docentes– de una experiencia piloto en la Escuela Secundaria N°409, que ofrecía talleres a contraturno. “Presentamos un proyecto de educación sexual que las y los estudiantes votaban, y arrasamos”, celebra todavía. La llegada de la ley federal se llevó los talleres, pero no la decisión de enseñar. “Pasé a dar educación sexual en mis horas de tutorías y cuando me sacaron las tutorías enseñaba (la ESI) en mis horas de biología. Así, por ejemplo, la violencia en el noviazgo la relacionaba con la salud, encontraba la vuelta para dar todos los temas”, repasa de su trabajo en las escuelas 409, 1080 y 546. También dictó clases en el profesorado de educación primaria, en el Normal 1.
Más tarde, Claudia Mauri se integró a los equipos de ESI de la provincia y cuando se jubiló de la docencia fue una de las educadoras que impulsó la formación de la agrupación Las Pauluzzi (2015). El nombre es un homenaje permanente a Liliana Pauluzzi, la indiscutida referente feminista, impulsora de la educación sexual como derecho.
Por estos días, Las Pauluzzi dan los toques finales a una plataforma colaborativa (padlet) que reúne libros, ponencias y todo tipo de contribuciones de la educadora Liliana Pauluzzi. Un recurso más que valioso, que hace memoria y contribuye también al derecho a la educación sexual integral.
Fuente: El Eslabón
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