Yo no sé, no. Pedro, cuando se iba a jugar al patio de al lado, pasaba por la verdulería de don Ángel y al ver que los cajones de manzanas rojas estaban allá arriba, deseaba que alguna se cayera. En ese momento, la tentación de mover el jonca de abajo con el pie era grande, pero el riesgo que lo descubriera el abuelo de Gracielita era mucho. Su madrina, al enterarse de que se la pasaba todas las tardes yendo a lo del vecino, le decía: “Se cae de maduro que vas por la vecinita. ¡Tiene novia, tiene novia!”. Y él se ponía rojo como aquella manzana que nunca caía. Las potencias mundiales (EEUU y la Unión Soviética) le ponían todas las fichas a la carrera espacial y se caía de maduro que la conquista del espacio había comenzado. Mientras tanto, por aquí muchos seguían con la atracción que ejerció con todas sus fuerzas el General, y esperaban que vuelva. Quizás había una sensación de que la masa ejercería desde aquí la fuerza para atraerlo, aparte se caía de maduro que al proceso democrático de entonces algo le faltaba. Elecciones libres sin proscripción alguna era lo que le faltaba…

En séptimo apareció una nueva materia, Aeromodelismo, y a muchos que en materia de elevar cosas por los aires sólo tenían la experiencia del barrilete, la idea de conquistar el espacio les volaba la cabeza, aunque sea con un avioncito de madera. A Pedro le volaba la cabeza que si su avioncito estaba entre los que más altura ganaban, la conquista del corazón de esa piba que lo distraía, estaría tan cerca como posible.

Las pelotas al área de Central, casi todas tenían como destino final la cabeza del Chino Mesiano, mientras que los del brasileño Becerra seguían una curvatura en el espacio difícil de interceptar.

Para principios de los setenta, parecía que la conquista espacial del hombre, después de la llegada a la luna, no se detendría.

Mientras tanto, la fuerza de los pueblos en gran parte de la patria grande era un hecho.

El otro día, viendo el viajecito del gran millonario, pasando esos límites y estando fuera del alcance de la ley de gravedad, Pedro me dice: “Mirá, no deja de ser interesante. Eso sí, qué bueno sería que hagamos desde abajo una curvatura en el espacio, tanto físico como social, económico y político, como para que las manzanas llenas de sueños vuelvan a caer en los patios de la gran Patria. Esto lo deseamos mientras miramos a una pibita y un pibito llevando un barrilete. Quizás lo suban, lo remonten y vuelva como un deseo cumplido. Como aquellos que alguna vez tuvimos.

 

Fuente: El Eslabón

 

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