Natalia Canteros es trabajadora sexual, madre y feminista. Con las palabras como herramienta, parió a la escritora que desde el miedo y el placer se abre camino en un mundo hostil.
Natalia Canteros nació en Formosa y desde hace una década se radicó en Buenos Aires. Durante muchos años trabajó en diferentes rubros: un periódico, peluquerías y decenas de call centers. Hasta que un día, al ver nuevamente la alacena vacía, se decidió y empezó a trabajar de puta. En diálogo con El Eslabón habla de los miedos y preguntas que le surgieron y cómo los canalizó para que no se apoderaran de ella: “Fue ciento por ciento necesidad económica, tenía que pagar el alquiler con lo que cobraba en la oficina y no me quedaba un peso para el resto del mes. En abril de 2017, en pleno contexto macrista, me dije que no tenía más ganas de pasar por eso. Hablé con una amiga, que a la vez estaba dentro de un grupo, y me tiró la onda automáticamente”.
Los primeros tiempos no fueron fáciles, pero de las sombras a la exposición pasaron sólo algunos meses. “Estaba cagada de miedo, no por ejercer en sí, sino porque mi familia se enterara o por lo que iba a implicar en la maternidad. De por sí, las madres tenemos que demostrarle a la sociedad que somos superhéroes, y si sos trabajadora sexual eso multiplicalo por diez. Mi hija tiene casi 6 años y para mí es un faro, nos amamos muchísimo y nos acompañamos de una manera muy hermanada. Me daba terror que tuviera problemas, con el papá más que nada, pero también empecé a hacerme cargo de visibilizarme pública y políticamente. Tenía que ver con refugiarme y usarlo a favor para evitar sentirme amedrentada. Al sexto mes más o menos de empezar a ejercer, lo visibilicé con mi vieja. Le conté que no estaba dando talleres de escritura a las trabajadoras sexuales como le había dicho sino que estaba ejerciendo. Fue toda una situación, bastante incómoda pero frontal. Pasé durante 12 años por otros rubros donde me sentí violentada y ninguneada, donde la violencia psicológica estaba a la orden del día, y me decía por qué me tengo que sentir mal por esto que hago. Dentro de todo me pude estabilizar, ser mi propia jefa, mandar en mis días, mis horarios, qué servicios brindar, qué tarifas poner, a quién ver y a quién no. Por primera vez empecé a trabajar con redes de autocuidado como nunca me había pasado en los otros trabajos, donde con mis compañeras de pronto teníamos comunicación diaria. Un montón de argumentos que me hacían entender que no estaban mal las cosas, que en todo caso era más una cuestión ajena, externa, que algo propio”.
Por un feminismo más inclusivo
Desde diferentes sectores del feminismo el discurso abolicionista acalla y ningunea las verdaderas luchas que las y los trabajadores sexuales vienen llevando adelante desde hace décadas. Argumentan que en la prostitución hay una relación de poder, y cuando un hombre compra el acceso al cuerpo de una mujer participa de un acto de abuso y opresión en el que deshumaniza a otro ser humano convirtiéndolo en producto. Escuchar a quienes ejercen el trabajo sexual es la tarea para poder avanzar hacia ese lugar en el que todos, todas y todes tengamos más de derechos y menos dedos apuntando hacia la senda del cómo vivir: “Todo el imaginario moralista se arma a partir de eso, se parte al cien por ciento con una base moralista con toda la cultura religiosa invadiendo a la cultura en general y con el histórico machismo dentro de nuestras sociedades intentando gobernar nuestras vidas, decirnos de qué manera tenemos que vivir nuestra sexualidad, comportarnos, sentir, de que es viable o digno que laburemos. Desde que se populariza el feminismo de 2015 para acá se rompe con un montón de barreras dentro de los propios feminismos más académicos, clasistas y blancos que existieron en el país y en el mundo. El feminismo en Argentina tampoco es que nació hace 5 años, sin embargo muchos colectivos como el de las trabajadoras sexuales, el de las compañeras que están en la economía popular, afrodescendientes, gordxs, históricamente han sido avasallades. Cuando me empiezo a topar, por esas cosas mágicas que tienen las redes sociales o por el algoritmo energético de mi putez, con determinadas personas que hoy son mis compañeras, me empecé a interpelar un montón. Yo no quiero formar parte de un feminismo que excluye, que no se interpela o que su interpelación llega hasta un límite. No estoy de acuerdo con eso” sentencia Natalia.
Y agrega: “Querían venir a explicarnos cómo vivimos nuestras vidas, cómo nos sentíamos y como teníamos que seguir. En ese sentido me parece que lo importante es el quiebre que se produce cuando se populariza el movimiento, es como una necesidad que nosotras también empezamos a tener en el sindicato. Si por hartazgo nos fuimos de determinados espacios que creíamos que eran necesarios para poner nuestras voces para que avance nuestra lucha, por hartazgo de que sigan ocupando ahora nuestras agendas o que sigan hablando desde nuestras problemáticas o planteando nuestras necesidades desde un lugar completamente confuso, tergiversado y poco certero, vamos a volver. Y volvimos”.
Mi cuerpo, mi decisión
Cuando el movimiento feminista, con todos su matices, decidió a partir de 2015 hacer oír más fuerte su voz, se organizó y salió a levantar pública y abiertamente las banderas de la igualdad, inclusión y generación de más y mejores derechos, muchos colectivos se vieron atravesados y decidieron ocupar el lugar genuino que les correspondía. Pero, ¿qué pasa cuando ese cuerpo es el de una trabajadora sexual?: “Cuando es una puta la que decide, la bandera deja de flamear. ¿Qué onda?, regla de tres simple. Ese cuestionamiento y esa interpelación tocó un montón de fibras de un montón de personas que hoy por hoy podrían haber crecido con una estructura mucho más abolicionista. ¿Quién no fue abolicionista? Yo misma consumí un montón de abolicionismo previo a entender o a escuchar incluso las palabras de las actoras. Cuando se empiezan a tomar más las calles, también es porque las trabajadoras sexuales dijimos basta. ¡No te voy a pedir permiso para ocupar este espacio y te callás! No hables más por mí. Te callás. Si a mi problemática se refiere, vos no la ejercés y no tenés ni idea de qué es lo que hago. Creo que el ir tan de lleno, frontal, a disputar esos lugares, hizo que mucha gente que no estaba tan adentrada a nuestra agenda y a nuestras necesidades, se sintiera interpelada”
Ni regulacionismo, ni reglamentarismo: Derechos laborales
La batalla cultural aún está en vías de desarrollo, la pelea que durante años se dio contra la trata y el proxenetismo, dejó algunos espacios grises en los que quienes se ven perjudicadas son las personas que ejercen el trabajo sexual de forma consciente y consentida. Desde AMMAR, hace 26 años reclaman, articulan y proponen nuevas formas que invitan a enmarcar al trabajo sexual dentro de leyes que protejan y beneficien a quienes lo ejercen: “Hoy realmente el trabajo sexual está regulado por el Estado, pero desde el punitisvismo. Nosotras lo que pedimos es la despenalización de todos los espacios, la modificación de la ley antitrata, ya que tiene puntos que criminalizan a las trabajadoras sexuales que tergiversan conceptualmente nuestra actividad, y la libertad para llevarla adelante”.
Para poder avanzar en derechos laborales, es necesario dar una pelea puertas adentro del Estado, de las legislaciones vigentes. Además de despenalizar la actividad, es fundamental derogar los códigos contravencionales que todavía están vigentes en 17 de las 24 jurisdicciones, y que fueron dictados hace más de 40 años durante la dictadura. Después viene la enmarcación legal y técnica: “Hay quienes sí tenemos ganas de pagar un monotributo, pero no de mentira. No poner que soy peluquera o tarotista, yo quiero poner trabajadora sexual porque lo que no se nombra no existe, y si no otra vez estamos debajo de la alfombra, ese es el punto”, enfatiza Natalia, y agrega: “Hay compañeras que prefieren que no, porque tampoco lo visibilizan siquiera en sus familias y es super respetable eso. Nadie va a obligar a nadie, pero hay quienes sí queremos contar con derecho laboral y contar con esos aportes jubilatorios para el día de mañana, con una obra social, tener accesos a créditos. Antes que la clandestinidad, queremos eso. Queremos un modelo que tiene que ver con el contexto Argentina, con la despenalizacion del trabajo sexual y con derechos laborales”.
Putas peronistas
En pandemia y con importantes reclamos por parte del sector para con la clase dirigente actual, Natalia se asume representada y explica: “Nosotras entendemos que se construye desde adentro. No nos vemos construyendo a partir del macrismo, ni de Milei y ni siquiera de la izquierda, que es antiputas. Nosotras nos asumimos desde adentro del peronismo aun sabiendo las diferencias que pueda haber, que las hay y que son un montón. Abogamos a que muchos compañeres peronistas empiecen a cambiar la perspectiva, a sensibilizarse, a considerarnos como parte de la clase trabajadora”.
La pandemia evidenció quiénes estaban en el territorio y quiénes no. Y a pesar de que aún falta mucho, desde el sindicato continúan articulando y potenciando la ayuda para las trabajadoras que se encuentran en situaciones más complicadas. “En ese sentido nos resolvió mucho eso que nos pasamos diciendo durante tantos años: que mientras el abolicionismo desde una computadora piensa que puede venir a generar políticas públicas para salvarnos (entre comillas) a las putas, sin contemplar nuestras voces, la realidad es que en contextos recontra difíciles y no tan dificiles las que están en el territorio son las trabajadoras sexuales. Resolviendo que las compañeras accedan a bolsones, a beneficios que otorgue el gobierno, a la documentación al día, a la salud integral. Ese es el peronismo que queremos. Yo no quiero gastar una sola palabra en el abolicionismo, lo que quiero, lo que necesito, es sentarme a articular con el Ministerio de Trabajo, con el de Desarrollo Social, con quienes tienen que resolver políticas públicas inclusivas para nuestros sectores. Y eso hizo que muches compañeres se acerquen desde un lugar mucho más genuino”
Nace la poeta
Natalia y Nina Leon son la misma persona y se fusionaron una noche de escritura, masturbación y miedos, muchos miedos. Si bien le gusta escribir desde chica, fue recién a los 28 que comenzó un taller de escritura y por consejo de su profesor, se dio cuenta de que su poesía daba para más. Así fue que lo plasmó en su primer libro, Puta Poeta, que ya presentó hace unas semanas en Rosario y que planea en noviembre volver a presentar “a lo grande” en CABA: “El miedo al rechazo, a la discriminación, al estigma, a tener que dar un montón de explicaciones que a otros laburantes no les suelen pedir, en esa línea yo me dije que tenía que aprovechar la herramienta de la escritura para contar desde mi lugar, en primera persona, lo que transito como trabajadora sexual, que nada tiene que ver con un montón de discursos que escucho todo el tiempo y que me hartan”, confiesa, y agrega: “Tengo 34 años y formo parte de Ammar hace cuatro. Empecé, medio a la par, tanto a laburar como a militar. De hecho se dio a la par. Hace unos años se empezó a fortalecer lo que es la escritura erótica, por así decirlo, la poesía erótica, que antes la hacía más tibiamente, sin animarme a plantear determinadas cuestiones, por propia vergüenza, por los tabúes con los que tenía sobre la espalda. Eso hizo que empezara a darme cuenta de que había un camino muy fértil en torno a la batalla cultural desde lo literario, obviamente que eso fue todo un proceso también”.
Un trabajo colectivo
Respecto al recorrido transitado hasta llegar a la edición y posteriores presentaciones de Puta Poeta, Nina remarca: “Fue un momento medio de caos, había escritos despelotados por toda la casa, en la PC, en el teléfono, y me encontraba medio bloqueada porque evidentemente tenía que dar otro paso. Entonces decidí empezar a trabajar en materializar Puta Poeta. A fines de 2018, me empecé a plantear la idea y para febrero de 2019 salí a buscar editora porque quería que sea un trabajo en equipo. Nunca fui del género de la poesía y me interesaba mucho la idea de poder aprender herramientas, entonces se topó en mi camino Pau Gimenez España, que es una poeta muy grosa y que además fue muy generosa con todas las herramientas que me fue brindando. La tapa, la estética, todo fue un proceso, un embarazo muy presente. Yo quería estar en cada detalle y que las personas que estuvieran en cada uno de los roles fueran muy especiales, con las que yo realmente pudiera articular desde un lugar muy humano, donde pudiera expresar mis miedos y la otra persona estuviera receptiva para entender, contener y compartir desde un lugar de hermandad. Se fue dando un trabajo muy colectivo y estuvo bueno. Era todo un mundo muy novedoso que a la vez me permitió transitarlo como una criatura que estaba conociendo un terreno nuevo. La verdad que conté con un batallón de gente que se pusieron la 10 y fue muy lindo sentir que todes tenían muchas herramientas. Puta Poeta nace desde el miedo, miedo a exponerse, miedo a todo. Aprender a comunicarnos es el arte más complejo de la vida y nos pasa en todos los planos. La comunicación es la esencia de la vida y Puta Poeta es el ejercicio constante de eso”.
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