Las niñas y los niños tienen derecho “a hablar y a tartamudear”, “a tener una maestra que tenga información sobre tartamudez”, “a tener tiempo para hablar” y también “a hablar con saltitos”, se lee en una lista de derechos que tienen las infancias. Los promueve la Asociación Argentina de Tartamudez, la ONG que el ministro del Interior Eduardo Wado de Pedro recomendó conocer.
La invitación de Wado llegó tras las declaraciones públicas que hiciera para todo el país, en el contexto de las elecciones del domingo 14 pasado. “Anoche leí en las redes muchas consultas sobre mi manera de hablar. Les comento que tengo disfluencia (o tartamudez) y todos los días trabajo para mejorar y superarme. Les comparto para los que les interese la página de la Asociación Argentina de Tartamudez”, escribió el ministro Wado de Pedro en su cuenta de twitter.
Lo que de manera sutil el ministro llamó “consultas sobre mi manera de hablar” en realidad habían sido groseras burlas en las redes sociales sobre su disfluencia. Odios y prejuicios que eligió capitalizar y transformar en una oportunidad de aprendizaje.
Y lo hizo poniendo a circular desde ese mismo tuit la página de esa ONG, para que se conozca más sobre la disfluencia o tartamudez.
“Tomar conciencia, conocer… Para generar cambios, para desmitificar lo negativo, el prejuicio y la burla. Lograr que sea un hecho natural y público”, se lee de arranque apenas se ingresa a la página sugerida. Quienes trabajan en esta asociación –así se presentan– son profesionales, personas con disfluencia o que se interesan en el tema. La meta que los reúne es la investigación, la prevención y difusión de todo lo relacionado con la tartamudez.
Uno de los propósitos que persiguen es que “la sociedad hable con conocimiento acerca del tema”, además de saber cómo actuar. Mucho del trabajo en el que se apoya la asociación está destinado a las familias y a las escuelas. Es valioso en información y orientación para al menos empezar a derribar mitos y prejuicios.
Así, por ejemplo, se promueven “talleres para padres” en los que son invitados a compartir las dudas de todo lo que sucede como familia de “un niño que a veces se traba”. También jornadas de capacitación en alteraciones de la fluidez, en especial para profesionales de la fonoaudiología.
Mitos, realidades y herramientas
Así como Wado invitó a conocer cómo trabaja todos los días para superarse y mejorar, desde la AAT llaman a desmitificar afirmaciones sobre la tartamudez.
Algunos de esos mitos aseguran que “las personas que tartamudean no son inteligentes”, la realidad es que “no existe ninguna relación que vincule a la tartamudez con la inteligencia”. Otro mito sostenido es que “la tartamudez puede ser «incorporada» por imitación o por escuchar a otra persona tartamudear”, pero la verdad es que “la tartamudez no puede ser «incorporada». Nadie sabe aún la causa exacta de la tartamudez, pero estudios recientes indican que la historia familiar (genética), el desarrollo neuromuscular y el medioambiente del niño, incluyendo la dinámica familiar, juegan un papel importante en el inicio de la tartamudez”.
Para ayudar a superar los mitos sobre la disfluencia, la ONG ofrece una serie de guías para familias y docentes. Tienen un carácter claramente orientador para saber cómo actuar ante un niño con alteraciones en la fluidez del habla (tal como se define a la tartamudez). Por ejemplo, una de las recomendaciones para padres y madres es la de mantener la misma actitud que se tiene con un niño o niña que habla de fluido: escuchar lo que tiene para decir. Y siempre interesarse en lo que está diciendo, porque “importa más el contenido que la forma”.
La página que recomendó Wado de Pedro es también una invitación a pensar la escuela como un espacio de oportunidades, para desterrar aquellas situaciones caracterizadas por la discriminación y el rechazo.
“Para el grupo de alumnos que tartamudea, la opción inclusiva representa la esperanza de que la escuela se transforme y desarrolle de tal manera que se eliminen las barreras que impiden su participación y hacen que se sientan excluidos”, se lee en las herramientas –por cierto, material riquísimo– ofrecidas a las y los docentes en esta página de la AAT.
Derechos e identidad
La tartamudez –explican desde la asociación– no es una enfermedad, por lo tanto se descarta hablar de “cura”. En cambio, el énfasis está en saber que se puede revertir o mejorar, con el tratamiento fonoaudiológico adecuado, y desde lo antes posible.
Esa posibilidad es la que defiende Wado de Pedro al decir “todos los días trabajo para mejorar y superarme”, y que hace colectiva al compartir información. Pero de eso también hablan sus logros. Es abogado, egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y cursa la maestría en Administración y Políticas Públicas en la Universidad de San Andrés. Ocupó distintos cargos públicos como el de secretario general de la Presidencia (2015), diputado nacional por la provincia de Buenos Aires (2011-2019), trabajó en el Poder Judicial de la Nación, y tuvo distintos cargos en el Partido Justicialista, además de ser uno de los impulsores de la agrupación política La Cámpora..
Wado es hijo de Enrique de Pedro y Lucila Révora, militantes asesinados y desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. El padre en abril de 1977, la madre en octubre de 1978. Wado no había cumplido los dos años –se repasa en portal oficial del Estado argentino– cuando fue secuestrado por grupos de tareas que operaban para los genocidas. Sus tíos lograron rescatarlo, y fue con quienes se crió en Mercedes, provincia de Buenos Aires.
Con la calidad de un maestro de la vida, Wado convirtió su historia de dolor en otra de militancia por la memoria, la verdad y la justicia, por los derechos humanos, desde la Agrupación Hijos, de la cual es uno de sus fundadores. Y por ese mismo camino hace de su disfluencia una ocasión para desterrar prejuicios y discriminaciones. Esa es la enseñanza de Wado.
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