El psicólogo Santiago López, que trabajó en el cuerpo técnico de Central, publicó un libro en el que analiza la importancia del acompañamiento profesional en el fútbol de alto rendimiento.

A diferencia de otras épocas, la psicología deportiva va ganando terreno en el difícil mundo del fútbol de alto nivel, en el que un profesional del diván solía verse como un signo de debilidad más que como una herramienta para mejorar el rendimiento. Santiago López Papucci, psicólogo deportivo con pasado en el cuerpo técnico liderado por Diego Cocca en Rosario Central, también aporta sus conocimientos en este tema con la publicación de Psicología, Fútbol y Complejidad, editado por Libro Fútbol, en el que busca indagar en la práctica de psicólogas y psicólogos en las dos Metodologías Sistémicas más representativas en la actualidad: el Entrenamiento Estructurado y la Periodización Táctica, según le cuenta a El Eslabón. Además, analiza el avance de su rubro en un deporte enmarcado en “una cultura argentina muy machista”, en la que se señala con el dedo “al que «no se la banca» para citar un adjetivo leve, o dicho en otros términos «el putito, el maricón o el enfermito»”.

El juego ciencia

“Es un desafío poder meter algo de ciencia dentro del fútbol argentino, poder situar científicamente la producción del fútbol argentino, es algo importantísimo hoy”, asegura este psicólogo deportivo, que en tiempos de confinamiento por la pandemia se puso a escribir, y como resultado obtuvo Psicología, Fútbol y Complejidad. El lugar del psicólogo en las metodologías sistémicas, en el que abarca “cuestiones más técnicas y duras en relación a la psicología, con la idea de ponerlas en diálogo con lo que es el entrenamiento del fútbol en sí, sin perder de vista la articulación de lo que sería, por un lado, el bienestar subjetivo, y la relación tormentosa que lleva el bienestar con el rendimiento” dentro del campo de juego. “Siempre está –aporta al respecto– esta cuestión de sentirse bien, de estar sano y que eso ayude a rendir en cualquier aspecto. El fútbol tiene ese componente lúdico, de feedback inmediato, y en cuanto a rendimiento lo lleva a uno a veces a sentir que no está pudiendo dar lo que puede dar”.

El especialista explica que “durante mucho tiempo, la psicología del deporte funcionó en sintonía con lo que era, y aún sigue siendo, el entrenamiento futbolístico, tomando al futbolista como una suma de partes: una psicológica, una física, una técnica y otra táctica”. Pero afirma que “esta realidad empezó a quebrarse desde que las metodologías actuales empiezan a concebir al ser humano, al deportista, como un conjunto complejo en vez de un grupo de engranaje, como un ser humano en sí, dentro de lo que es el paradigma de la complejidad”.

En ese sentido, este profesional que en el Canaya también laburó con categorías infanto juveniles, remarca que “lo que venía viendo es que las producciones que hay de la psicología en el fútbol, seguían en esta sintonía de trabajar exclusivamente lo mental y no específicamente la subjetividad, dentro de la cual lo mental es una dimensión”. Por eso revela que en las páginas de su obra “la idea es trabajar esa perspectiva y la historia del nacimiento de esa perspectiva”.

Santiago López, psicólogo deportivo publicó el libro ‘Psicología, Fútbol y Complejidad’, editado por Libro Fútbol.

“Tenemos que pensar –propone– en cómo esto está en la naturaleza misma del fútbol. Si nosotros vamos al potrero y pensamos en todos los futbolistas argentinos que son los que arman nuestro folclore, son todos salidos del potrero, con lo cual la idea del ser humano futbolista, y no del robot y la máquina futbolista, también es como muy propia de cómo creció el fútbol en este país. La idea es entrar a dialogar un poco con esta parte más teórica y técnica, como para volver a lo que son nuestras raíces”. Y para graficar, recuerda un comentario del entrenador César Luis Menotti: “El Flaco decía que es imposible que nazca un Maradona en Japón”.

Hay equipo

José Néstor Pekerman, en su momento, echó mano del psicólogo deportivo y autor de varios libros sobre la materia, Marcelo Roffé, clave en los seleccionados juveniles campeones del mundo. Ricardo Gareca incluyó en su equipo de trabajo a Marcelo Márquez, rosarino y artífice de la clasificación de la Selección de Perú al mundial de Rusia 2018. Estos son algunos de los ejemplos que usa Santiago López para destacar la labor de sus colegas en los cuerpos técnicos. “Ha habido un movimiento muy grande, aunque falta profundizar muchísimo”, reconoce el ex integrante del CT de Cocca, entre 2019 y 2020, en el club de Arroyito. “Hay entrenadores que reconocen la importancia no sólo de la asistencia psicológica, sino también de lo que implica el aporte que un psicólogo puede realizar respecto al rendimiento”, añade.

López destaca que hace un tiempo, en el fútbol sudamericano, “para competir en cualquier torneo de Conmebol, se puso como condición a cumplir obligatoriamente para el año 2020, que haya psicólogo y nutricionista en los planteles”, y que “ese estatuto fue homologado por la AFA en el reglamento de la Superliga, lo mismo que en el formato actual”. Aunque, aclara: “También sería muy importante tener una estructura de psicólogos en todo lo que son las categorías menores. La zona gris actual, desde mi punto de vista, son las transiciones desde el fútbol infanto juvenil a Reserva y a Primera División. Ahí debería ser obligatorio, para que los jóvenes sean acompañados en esa transición”.

Partido de vida o muerte

El ex San Lorenzo Mirko Saric se suicidó en el 2000, y el ex Godoy Cruz Santiago Morro García en 2021. El arquero de la selección alemana, Robert Enke, se quitó la vida en 2009, y la lista sigue. Algunos no llegaron a tomar tamaña decisión, pero se les cruzó por la cabeza, como confesó el defensor Emanuel Mammana, que volvió a River en este mercado de pases. O la atleta estadounidense Simone Biles y su “miedo”, o la tenista japonesa Naomi Osaka obligada a hablar con la prensa pese a sus “temores”.

Estos y otros casos, muchas veces desnudan la falta de un serio laburo psicológico detrás de deportistas de élite, que ven en un profesional del rubro un signo de debilidad más que una ayuda. “La cultura argentina está muy marcada por el machismo. Y en ese contexto está el que «no se la banca» para citar un adjetivo leve, o dicho en otros términos «el putito, el maricón o el enfermito», eso fue y sigue siendo un prejuicio enorme”, admite Santiago López, que tira un dato esperanzador: “Hubo y hay técnicos y cuerpos técnicos muy progresistas, y también hay generaciones de jugadores, preparadores físicos jóvenes, que gracias a lo que son ciertos movimientos sociales, están pudiendo venir con otra cabeza, y le están pudiendo dar lugar a estas otras cuestiones, que exceden lo psicológico y que son culturales”. Ante estos nuevos movimientos en el mundo de la redonda, este docente que tiene a su cargo el curso La Psicología y el Deporte –dictado por la Facultad de Psicología de la UNR– advierte que “no sólo la psicología sino más bien las ciencias sociales, van a tener un rol muy importante en los próximos años”.

El experto cuenta que “muchas veces, el psicólogo trabaja en lo que sería el trasfondo de la subjetividad toda” de un jugador. “Nosotros –sigue– podemos pensar la realidad del futbolista como en diferentes niveles espacio-tiempo. Una cosa es patear al arco, de un nivel muy pequeño, realizado en unos segundos, y otra es pensar la dimensión subjetiva. Cualquier instancia intermedia entre esos dos grandes lineamientos, va a tener consecuencias en lo que implica ese patear al arco y esa otra cuestión más subjetiva. Y ahí es donde nosotros encontramos la relación rendimiento-bienestar”.

Por otra parte, señala que “naturalmente, a un jugador lesionado le pasan cosas, padece psíquicamente esa situación, sobre todo si se trata de un juvenil, o de alguien que recién llega a un equipo en el que se está estableciendo, o de un futbolista del que se espera una venta, o si la lesión pone en peligro una carrera. Ahí, el acompañamiento del psicólogo es clave”.

Fútbol, de los pies a la cabeza

Santiago López Papucci abrazó la pasión por el popular deporte de la redonda desde su más tierna edad, pese a no vivir en el seno de una familia futbolera. “De chico, el fútbol me gustaba muchísimo. Sobre todo cuando nos juntábamos con mis primos a jugar en el parque. Siempre me gustó, pero no vengo de una familia que le guste”. Por eso, dice, su idea de llevar su pasión desde el potrero a un club le llegó bastante tarde: “Recién cuando era adolescente se me cruzó la idea de meterme en algún club y tuve la posibilidad de jugar unos meses en Central Córdoba, pero ya era bastante grande, tenía unos 13, 14 años”. Además, “familiarmente había otras obligaciones, que tenían que ver con el estudio, y por eso no podía entrenar al ritmo que se suele exigir”.

Pero lejos de alejarse de las canchas, luego de su breve paso por el Charrúa de Tablada le buscó la vuelta para hacer coincidir sus dos pasiones: “Ya estudiando la carrera, siempre fue una deuda pendiente la relación entre el deporte y la psicología, una relación que en su momento veía como de cuerpo y mente en movimiento, y hoy ya la pienso como cuerpo-movimiento”. Así que “en algún momento –continúa– elegí participar del deporte del lado de lo que uno puede aportar como psicólogo. Y dentro de lo que es el deporte, el fútbol siempre fue una pasión, algo que me gusta muchísimo”, por lo que “poder ajustar las dos cosas, para mi es apasionante”.

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