El presente de un juego que genera alegrías y bajones en partes iguales. Jugadores deprimidos, suicidios y el poder anónimo de las redes sociales. El aporte de psicólogos que trabajan con futbolistas.

A Domingo Blanco no le sale contar que sufrió depresión. Dice la palabra por la mitad  –cuando un periodista le consulta por el festejo de un gol contra su propia hinchada– y se detiene, nervioso. También de Independiente, el joven Ayrton Costa responde un agravio de un simpatizante (“te tendrían que colgar por verde”) por redes sociales: lejos de ofenderse, le mostró su costado humano y se disculpó por la temprana expulsión en un partido de Copa Sudamericana. Santiago López Papucci, psicólogo deportivo con pasado en el cuerpo técnico liderado por Diego Cocca en Rosario Central, dice que lo interesante de la respuesta “es cómo se humaniza” y “desnuda al ser humano que hay detrás del jugador”. Pablo Sucarrat, psicólogo que trabajó en los cuerpos técnicos de Miguel Russo, Darío Franco y Cristian González, entre varios otros, sostiene que “el jugador se tiene que preparar para las cosas que dependen de él”, ya que los halagos en las buenas y las críticas en las malas, “son expresiones de las personas, muchas veces de manera errónea, con agresividad”, y resalta: “Muchísimos jugadores lo trabajan, es muy recurrente”. 

Mirko Saric le dijo a su padre “hoy estoy bien”, y a la hora se ahorcó. El ex jugador de San Lorenzo no quería saber nada con que sus recaídas depresivas llegaran a los medios y afecten su carrera. Lo mismo que el arquero alemán Robert Henke, por temor a perder el puesto que bien ganado tenía en la Selección hasta noviembre de 2009 (a meses del Mundial de Sudáfrica) cuando se arrojó a las vías del tren. En esa forma de suicidio pensó el defensor de River Emanuel Mammana, tras la pronta pérdida de sus padres. Pero un desconocido se lo impidió: “Me agarró del cuello de la remera y me tiró contra la pared. Me cagó a pedos”. Si no, quizá, el final hubiese sido otro. 

Foto: Télam

El delantero de Estudiantes, Leandro Díaz, también pudo revelar su historia: “La clave fue contar lo que me estaba pasando. Cuando uno tiene depresión hay que hablarlo”. Los profesionales del Pincha lo trataron como persona, no como mercancía que sólo sirve cuando hace goles. Distinta suerte corrió el Morro García con Godoy Cruz. Su madre, Claudia Correa, aseguró que el presidente del Tomba, José Mansur, lo “despreció, manoseó y humilló” al decirle que “lo iba a hacer correr por el pasto durante seis meses”. El 4 de febrero de 2021 se quitó la vida. “Es muy positivo que el jugador hable y diga sobre la necesidad de trabajar el aspecto mental, y no tenerlo como un tabú”, asegura Sucarrat, que asesora y trabaja con jugadores de élite del fútbol argentino. “Con los cuidados que toda situación de salud mental tiene que tener, está bueno que se haga público, porque humaniza”, aporta su colega, autor del libro Psicología, Fútbol y Complejidad.

Un infierno

Independiente atraviesa un crítico momento futbolístico y una convulsionada vida social y política. En ese contexto, el volante ofensivo Domingo Blanco anotó un gol por Copa Argentina contra el modesto Central Norte de Salta, besó el escudo y pidió –con el típico gesto del índice en la boca– silencio a su hinchada. Después aclaró que la dedicatoria era para quienes lo habían amenazado. “Yo he sufrido depr.. ehee. He estado mal un montón de tiempo”, confesó. Días después, el joven Ayrton Costa vio dos amarillas en 11 minutos en el duelo copero ante Ceará, en Brasil. “Te tendrían que colgar por verde. Te queda gigante la camiseta. Vas a terminar en la B Metro”, le tiró un hincha. “Mil disculpas, no sabés lo que me preparé para el partido de ayer. Les fallé a todos: familia, hinchas y sobre todo a mis compañeros. Estoy muy mal. Capaz pensás que no me importa lo que me pasó contra Ceará”, le respondió.

Robert Enke era el arquero de la selección alemana hasta que se suicidó en noviembre de 2009, a meses del Mundial de Sudáfrica

Para Santiago, la repudiable demanda de ese simpatizante “parece un reclamo al servicio al consumidor, como si te andara mal internet”, ya que “en el fútbol se consume un producto que tiene que estar a la altura de lo que el cliente espera. Y en vez de volverse un juego, se vuelve un producto”. Y añade: “El producto tiene que satisfacer mis expectativas, y si no, lo rechazo, lo denigro, lo tiro a la basura”.

“El jugador debe aprender a no cumplir las expectativas de nadie, sino las suyas y del plantel”, dice Pablo, y agrega: “Los que opinan, generalmente por redes sociales, no saben todo lo que representa esa carrera del jugador, cuánto sacrificio ha realizado, que ha estado fuera de su familia, el sufrimiento que atraviesa”. Jacques Gassman, artista y amigo de Robert Enke, le decía que la felicidad es saber hasta dónde puedes aguantar la presión: “La felicidad es alejarse de la gente que te adora por algo que no eres, no intentar complacerlos, no estar constantemente preocupado por parecer mejor de lo que uno es”. La cita está en el excelente libro Una vida demasiado corta, de Ronald Reng, sobre la tragedia del ex arquero de la selección alemana.

“En psicología hablamos del deseo”, dice López Papucci, y explica: “Qué es lo que yo quiero ser, y lo que yo quiero hacer. Con la vida, con el fútbol. Y ahí, de repente, aparece lo que el otro quiere que yo haga con el fútbol y con mi vida. Y en el medio aparece lo que yo creo que los otros quieren que yo haga. Entonces, el deseo, que es algo propio, íntimo, empieza a contaminarse”.

Besos e insultos por celular

Las habituales alabanzas y exigencias a los jugadores que bajaban desde las tribunas, ahora encuentran otro canal alternativo: las redes sociales. Mientras, el fútbol suma horas de televisión y radio, y espacio en diarios, en papel y digitales. “Los comentarios en redes sociales se multiplican por millones, el periodista lo comenta diariamente. Generalmente uno trabaja una vez a la semana con un deportista, y estos comentarios se hacen cinco días a la semana”, apunta Pablo Sucarrat, que también integró los equipos de laburo de los técnicos Patricio Graff (en Coquimbo, Chile), Diego Vázquez (Motagua, Honduras) y Lucas Bovaglio (Atlético Rafaela). “Creo que sí creció la presión. El fútbol es muy dinámico y la sociedad va cambiando”, agrega.

Para Santiago López Papucci, que trabaja en Grupo Ekipo con juveniles y la Primera local, la virtualidad, “lo que genera es más exposición, que cualquiera pueda decir cualquier barrabasada. Y con las redes aparece la exposición de la vida íntima, y de que cualquiera agarre la vida privada de una persona y haga lo que quiera con eso, lo interprete y lo lleve para cualquier lado”.

Hablar, dentro y fuera de la cancha

“Soy el portero de la selección alemana. No puedo ir a una clínica”, le decía Enke a su entorno, a días de tomar su drástica decisión. El ex jugador y médico Juan Manuel Herbella cuenta en su libro No me corten el pie, que el padecimiento de Mirko Saric era un secreto. “Temía que el boca a boca del vestuario lo estigmatizara”. Por eso, los expertos recomiendan que los futbolistas dejen atrás el temor al diván, y que la psicología deje de ser una mala palabra, un signo de debilidad. “Es muy positivo que el jugador hable y diga sobre la necesidad de trabajar el aspecto mental, y no tenerlo como un tabú”, resalta Pablo Sucarrat, docente en la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA) y en el Instituto Superior de Educación Física (Isef), y coordinador de fútbol en el club Barraca de Corrientes. “Eso funcionaba como una cuestión de negación, como que el deportista tenía que ser el fuerte, el superado, el inteligente, y cada deportista es un ser humano, que tiene una historia, tiene su talento, pero también hay una presión social, y cosas que se juegan”, señala.

La tenista australiana Ashleigh Barty era, con 25 años, la número uno del mundo hasta que en marzo pasado le puso fin a su carrera. La gimnasta estadounidense Simone Biles, máxima candidata al oro, se ausentó de algunas competencias en los últimos Juegos Olímpicos. Hubo conmoción en el mundo del deporte. Pero ellas priorizaron su salud mental. Para Santiago López –que atraviesa su segunda etapa en categorías juveniles e infantiles de Rosario Central– “es muy saludable” que las y los deportistas cuenten sus problemas. “Y que si tienen que suspender la carrera, la suspendan”. Además, ese testimonio muestra que “ahí hay un ser humano que tiene sus sufrimientos, que tiene su vida y que además se dedica al fútbol”.

Ashleigh Barty y Naomi Osaka, en épocas en las que lideraban el ranking de la WTA

La tenista japonesa Naomi Osaka es obligada, por contrato, a hablar con la prensa, pese a ser “muy introvertida”. Y ante la insistencia, se vio obligada a confesar en los micrófonos sus problemas de depresión. Su historia la cuenta en el documental de Netflix, que al parecer no vio su colega Rafael Nadal, quien semanas atrás dijo: “Entiendo lo que piensa, pero sin la prensa no seríamos los atletas que somos”. López sostiene que en el deporte juega una lógica neoliberal porque “al laburante se le pide más de lo que da, y tampoco es suficiente. Y al futbolista se lo coloca en ese lugar: el chico que tiene que trabajar para mi satisfacción, y lo tiene que hacer por la cantidad de dinero que cobra”.

Un portero, el último bastión –ironiza Reng–, no puede padecer depresión, al menos no en una sociedad enfocada siempre a obtener resultados.

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