Allí va, cantando como la cigarra, La Bartolina, colectivo de trabajadores del arte que pervive, itinerante, en peñas, plazas, ofrendas chamameceras al Gauchito Gil y ahora en un cancionero.

“Estamos aquí reunidos pa escuchar nuevas canciones” comienzan cantando juntos, encontrados o reunidos –¡valga la redundancia!– intérpretes y espectadores del rodaje de Avanzan sin permiso, cancionero (o “avío de relatos y canciones”) que saldrá en formato de libro, “como cuando éramos chicos, que aprendíamos los temas en un librito bien sencillo, con la letra y los acordes arriba”, describe Agustín Priotto, integrante del Colectivo Cultural La Bartolina, espacio que impulsó la creación del cancionero y convocó a los artistas que lo componen. El proyecto también tiene su contraparte audiovisual, donde los artistas interpretaron las obras que forman parte del libro, y que ya está subiéndose a YouTube en una seguidilla que terminará el jueves 30.

Avanzan sin permiso, dicen sus propulsores, “surge de una pretensión y una utopía: agrupar y difundir las expresiones artísticas actuales de escritores, músicos y músicas locales cuyas creaciones contribuyen a la construcción colectiva del arte, cultura e identidad del pueblo latinoamericano”.

Tuvo su estreno con un encuentro íntimo en aquel “rodaje” realizado en una terraza del barrio de la Sexta, el 24 de abril; y el 2 de julio tendrá su segunda presentación, con el cancionero ya impreso con los temas y los textos de los diversos artistas, y los dibujos de La China del Río. Ese sábado habrá música y lecturas y se cerrará con una mega fiesta en la que no faltarán la cumbia ni la chacarera. 

“La idea del cancionero es que sea un disparador, no sólo para difundir la obra, las nuevas composiciones, sino para unir el arte, el trabajo de varios artistas y generar lazos entre ellos”, cuenta a El Eslabón Andrés Guzmán, integrante del Colectivo Cultural. “Creo que es el principio de algo que va a ir transformándose, modificándose. En un principio nosotros desde la Bartolina convocamos a los artistas, pero la pretensión es que esto siga, que vayan participando cada vez más activamente, y que esto vaya para donde tenga que ir”, agrega, y reflexiona: “Todo esto tiene que ver un poco con el tema de la industria de la comunicación, del espectáculo, que nos está quitando formas y lugares de encontrarnos, o las lleva solamente a un punto: hacer arte es subir un video a Instagram, y queda ahí. Entonces la idea no es ir a lo viejo porque antes era así, sino poder pensar en una multiplicidad de formas, de lugares que estén disponibles, y que después uno pueda elegir con cuál se siente más lleno”. 

De ahí que también se piensa al cancionero como otra forma de difusión, para que no pase este trabajo artístico sólo por un toque en vivo, o sólo por un video en YouTube, sino también por este formato que es uno en el cual “buscamos las canciones para aprender a tocarlas, y muchas de estas nuevas composiciones locales capaz no están en Internet o en algún otro lugar. Otra garantía que trae el cancionero es que está armado con los propios compositores”. 

La lista completa de artistas que participan de esta primer cancionero son las escritoras Gabi Bonanno y Yamila Luna; los y las músicas populares Neyén Morra, Ana Paula Berardo, Nico Moro, Agustín Priotto y Vicky Alancay, y la banda de cumbia Pedro Pontes y les militantes del ritmo. 

“Un avío de relatos y canciones”

“La Bartolina originalmente surgió desde el movimiento estudiantil universitario, allá por 2016. Queríamos tener un centro cultural para articular las movidas que ya veníamos haciendo, vincularlas con otras organizaciones a través del arte, del encuentro”, cuenta Andrés. Y así fue: tuvieron un espacio físico que fue más que un “bar cultural”. Era un lugar habitado por las guitarreadas, alguna que otra obra de teatro, lecturas de prosa y poesía, y un mural en el patio que marcaba una dirección que no era la intersección entre Salta y Lagos, donde estaba ubicado el local, sino la de las calles “Nuestramérica” y “Unida”.  Sin embargo, esa vereda de Salta y Lagos no era para menos, allí se producía un tercer encuentro, ya no de calles: pegado a la Bartolina estaba el Club 1518, otro enorme lugar de la cultura rosarina, aunque dentro de un “mundo” distinto, el del rock indie, el funk. En la puerta de esos dos lugares coexistían dos expresiones de la cultura popular que parecieran tan distintas, pero vale la pena preguntarse si en realidad lo son. Hoy, la Barto por la pandemia, y el 1518 por las directivas municipales que han perjudicado a las manifestaciones culturales independientes, tienen sus puertas cerradas. 

“Más allá del cierre, quedó un grupo de laburantes del arte dispuesto a seguir activando con lo mismo que veníamos haciendo”, continúa Andrés, y comenta que el hecho de no tener que estar sosteniendo económicamente un lugar les dio un aire de mayor libertad y les permitió poner la energía en avanzar con otros proyectos que siguieran manteniendo el eje original de la Bartolina: el arte como herramienta de articulación, de transformación. “Y surgió esto de hacer movidas itinerantes en distintos lugares, al aire libre, en clubes, articular con sindicatos. El año pasado estuvimos armando varias cosas con la organización Libertador San Martín, que tiene un centro cultural en Molino Blanco. Filmamos un video, pintamos un mural e hicimos una especie de taller de armado de canciones”, cuenta Guzmán, y dice que esa fue la semilla de la idea que luego florecería en Avanzan sin permiso, que incluye algunas producciones de ese taller.

*La presentación es el sábado 2 de julio a las 21 en la Asociación Japonesa (Iriondo 1035), y las entradas se pueden conseguir escribiendo al Instagram de la Bartolina, “la.bartolina.cc”, o a Flora: 3413044384, o a Vicky Alancay: 3413044384.

Cantan juntos

“Algo que dice la Maia sobre las plazas que hemos hecho es que la gente es partícipe, porque vienen a cantar”, cuenta Agustín Priotto sobre las Plazas de Cantores, organizadas por Maia López, cantante y docente, y con la participación de diversos artistas y colectivos entre los que se cuenta la Bartolina. Estas “rondas de canto” que se vinieron realizando durante los meses previos al frío en la Plaza Libertad (Sarmiento y Pasco) establecieron otra relación con los vecinos. “No vienen sólo a ver un espectáculo, la propuesta no es sólo pasiva sino que es activa: quien se quiere subir a cantar puede hacerlo, acá lo vamos a escuchar con cariño y acompañar, o ayudar, porque la música o el arte lo construimos entre los que estamos, entre todos”, reflexiona Agustín Priotto. 

La idea entonces, que incluye al cancionero y lo que se genera a su alrededor, pero no se limita a eso, es sostener esos encuentros: “Las músicas que hacemos y que pertenecen a nuestra región como el tango, el chamamé, el folclore, son músicas donde está el baile, donde el pueblo se encuentra no de manera virtual, porque el pueblo también está con el celular y puede ver una canción en Instagram, sino que se encuentra en lo concreto, y se huelen los perfumes y se comparte el vino, y al final de la noche terminan haciéndose amistades”.

Mate en mano, Priotto proclama que quizás el método a aplicar para difundir las canciones guarde cierta relación con el socrático: recorrer las plazas de la ciudad e interpelar a la gente para enseñarle las canciones.

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