La designación de Rimoldi, un retroceso en seguridad democrática. Cree que sin apremios el personal se desmotiva. El nuevo jefe de Policía no halla matices entre un servicio profesional y el gatillo fácil.
En la semana previa a que el gobernador Omar Perotti decidiera restablecer el autogobierno policial al aceptar la renuncia de Jorge Lagna al Ministerio de Seguridad para designar en ese puesto a un comisario general retirado, la esposa del ex comisario Daniel Corbellini –un hombre fuerte de la fuerza durante el gobierno del Frente Progresista– fue imputada por extorsión y balaceras, y el mismo día de los cambios en la cartera una pareja de efectivos quedó detenida bajo investigación por apremios ilegales y extorsión en Rosario. En una entrevista que brindó a FM Liberada de la ciudad de Casilda en enero pasado, el flamante ministro Rubén Tigre Rimoldi dijo que “a la Policía la destruyeron”, pero no se refería a los casos enumerados aquí o a otros similares o más graves, sino a la injerencia política en la conducción de los asuntos de la seguridad pública. El funcionario considera que hay que volver al formato que la fuerza tenía antes de 2008, fundada en el esquema de respeto por los “mandos naturales”, la disciplina y la verticalidad y en el que “la política no se meta” en su funcionamiento, porque “prostituyó” a aquella institución que añora y cuyo uniforme vistió. También sostiene la idea de que la investigación de posibles casos de apremios ilegales por parte de la Agencia de Control desalienta el trabajo policial, del mismo modo que el nuevo jefe de Policía provincial, Miguel Oliva, entiende que “si la Policía actúa, después dicen que hay gatillo fácil”.
Con sus designaciones, la gestión Perotti retrotrae la administración de la seguridad al modelo del autogobierno policial, que en las últimas décadas –para ser más o menos rigurosos– sólo tuvo breves impasses en las gestiones de Daniel Cuenca y Marcelo Sain.
En la entrevista aludida, en la que el ahora ministro desnuda su visión en materia de seguridad pública, Rimoldi recordó que cuando aún estaba en actividad participó de una reunión con “uno de los cráneos que había contratado el gobierno (del Frente Progresista), creo que era de apellido Font”, en referencia al criminólogo Enrique Font.
“Dijo en esa reunión –recordó Rimoldi– «ustedes los que están capacitados en gobiernos de facto, se tienen que ir todos porque tienen un pensamiento totalmente distinto al nuestro». A los que estaban capacitados en la escuela de policía hasta 1983, y eso es verdad, los jubilaron a todos. Bueno, ahí está el vacío de ahora, que no tiene mandos naturales”.
Font aseguró a El Eslabón que tal reunión no existió por una razón temporal: Rimoldi dejó la fuerza en 2008 antes de que él se sumara como funcionario al equipo que conducía Daniel Cuenca, en 2009, un año después de la fantasía del jefe policial. De todos modos, vale la anécdota como reveladora de su pensamiento: sin brutalidad policial se produce un vacío.
Genealogía de una designación
Antes de asumir la Gobernación en diciembre de 2019, el ya electo Perotti mantuvo un encuentro con Emilio Ordóñez, que fue secretario de Seguridad durante las gestiones ochentistas de José María Vernet y de Víctor Reviglio –cuando el área dependía del Ministerio de Gobierno y las cajas negras policiales se nutrían de la prostitución y el juego clandestino–, y ocupó espacios públicos con el reutemismo de los 90.
Fue Ordóñez quien dio a conocer aquel encuentro con Perotti en una entrevista que brindó en noviembre de 2020 al periodista Antonio Abbatemarco.
“Hablé con Perotti antes de que asumiera, su idea de la institución era la de prestarle mucha importancia al respeto de la línea de mando interna, una organización vertical en la que se prestaba atención a si había algún desvío para castigarlo y hacerlo duramente”, reveló Ordóñez sobre el modelo de seguridad que discutió con el mandatario electo.
“Él quiso volver a eso porque venía criticando al Frente Progresista sobre algunas concepciones de seguridad democrática”, abundó acerca del presunto ideario de Perotti.
Según Ordóñez, “Perotti venía con el propósito de cambiar eso, me consta que es así”. Es decir, regresar a una fuerza de seguridad vertical, estructurada en el respeto a lo que Rimoldi llamaba “mandos naturales” y sin la injerencia de civiles con la intención de conducir políticamente la institución.
En síntesis, el autogobierno de la fuerza, un modelo fundado en un doble pacto entre la política y la policía –en el que la primera deja hacer a la segunda a cambio de determinados resultados vinculados a la reducción de malas noticias en materia de seguridad y algún control territorial del delito– y de la policía con el crimen mediante su regulación ilícita para “manejar” la calle. Hasta que estalló, ese modelo funcionó –con altibajos– en la provincia de Buenos Aires.
En la misma entrevista, Ordóñez señala que el ideario de Perotti no se orientaba hacia el concepto de seguridad democrática, con el que ligó al ex ministro bonaerense que reformó la “maldita policía”, León Arslanian. “Perotti venía con el propósito de cambiar eso, me consta que es así, desconozco por qué con la llegada de Sain esto cambió”, dijo.
Lo cierto es que el gobernador se inclinó por Sain, uno de los pocos intentos por reformar, modernizar y profesionalizar el sistema de seguridad pública –del que forma parte la institución policial– encarado en los últimos años. Para eso envió tres proyectos de ley a la Legislatura que contenían el diseño de la reforma, pero ni siquiera fueron leídos por diputados y senadores, que con su indiferencia hicieron que perdiera estado parlamentario. Esa es la verdadera cara de la preocupación de parte de la política sobre los temas de seguridad, y no las declaraciones preocupadas que brindan a los medios de comunicación.
Tras la salida de Sain, en marzo de 2021, su reemplazante Lagna abrió el juego al regreso del autogobierno policial bajo la idea de garantizar paz mediante la vista gorda. Esa propuesta concluyó el martes pasado, y ahora el Ministerio es para un azul.
Con apremios, sí
Rimoldi desnuda su pensamiento en materia de seguridad pública en la entrevista que dio a FM Liberada, en enero pasado. Allí desanda los puntos neurálgicos de su ideario.
Añora que antes “el jefe de la Unidad tenía poder pleno” porque agrupaba a drogas, investigaciones, seguridad rural. “Todo este desarme que se hizo, han hecho tal descalabro con las autoridades que han puesto”, se quejó, para sintetizar su planteo: “Uno que hizo una carrera, que estudió durante 30 años, nunca se va a dejar mandar por uno de menor jerarquía por más que se lo quieran imponer políticamente”.
Para Rimoldi, “la policía dejó de funcionar como institución en 2008 (el año que él renunció), hay que volver a eso”.
En la nota radial, el ahora ministro sostuvo que se puede superar el trance actual “pero con una autoridad plena” porque “fueron muchos años que hubo un manoseo”. De todos modos, agregó, “la policía sabe rápido de mandos naturales”.
Al respecto, dijo que “la equivocación de todos los gobiernos fue pasar (por sobre) los mandos naturales. La obediencia se da por mandos naturales”.
Rimoldi criticó la designación del primer jefe de Policía provincial de Perotti, Víctor Sarnaglia, porque “no podés llamar a un retirado y ponerlo como jefe de policía cuando todos los demás también van a decir: «por qué no me ponen a mí, por qué convocan a este tipo»”. Una de las primeras medidas del Tigre como ministro fue nombrar en la cabeza de la fuerza a un jefe retirado, Oliva. La contradicción es inherente al ser humano.
En otro tramo de la entrevista, Rimoldi planteó que sin apremios ilegales es muy difícil brindar un buen servicio policial. Contó un caso ocurrido en Las Parejas, a cuyo municipio asesoró en materia de seguridad, y dijo que al comisario de esa localidad “lo sacaron porque un detenido se había tirado al piso y lo filmó desde una ventana un familiar, y supuestamente decía que le estaba pegando. Pusieron en disponibilidad a todos, llegó la Agencia de no sé qué, la nueva ahora (por la Agencia de Control Policial, ex Asuntos Internos). Eso, qué le demuestra a los demás policías, qué les dice: «no trabajen muchachos»”.
En la misma entrevista radial, el periodista le pregunta qué sucedería si Perotti lo llama y le propone ser jefe de Policía. Algo que no ocurrió, porque le ofrecieron directamente el Ministerio.
“Claro que se puede solucionar, pero no me lo pidan para mañana, necesito tener el poder para conducir una fuerza de una manera totalmente distinta y que la política no se meta”, respondió Rimoldi, para agregar que “el mando natural es no hay políticos dentro de la fuerza, se vuelve a ascender como se tiene que ascender, cada uno cobra lo que tiene que cobrar. La meritocracia tiene que funcionar en esto”.
También consideró que “la policía provincial ya está totalmente destruida, desarmada, desguazada” y que “los policías se prostituyeron por estar al lado del político de turno y romper estructuras orgánicas”.
Nostalgias
La Policía a la que Rimoldi pretende regresar corresponde a un mundo que ya no existe. Su planteo central es el autogobierno de la fuerza, su autonomía del control político de la seguridad pública.
Para el criminólogo Font, con la llegada del Tigre “desgraciadamente hay un cambio de proyecto” entre aquél que incluyó a Sain con “un gobernador que encara una gestión con un experto capaz de llevar adelante la reforma, que presentó tres leyes que ni se discutieron, y hoy lo que tenemos es la designación de un ministro que representa estos proyectos nostálgicos de volver a una policía que no existe más, mirando una realidad que no existe”.
En una entrevista con Radio Dos, Font sostuvo que el nuevo titular de la cartera de Seguridad “tiene una mirada nostálgica sobre los fenómenos de seguridad, sobre la policía, sobre la mano firme en la conducción de la policía”.
En diálogo con El Eslabón, agregó que ese discurso resulta “atractivo” para la política cuando entra en estado de desesperación y busca resultados rápidos a los problemas de seguridad.
“Construyen la idea de que el problema es que se metió la política en el medio, nos jodió la policía, porque con la lógica del autogobierno a nosotros nos va bien”, sostuvo, para explicar que “es un discurso que cala muy bien en los sectores políticos, que cuando entran en desesperación se la creen”.
En la misma línea van las primeras declaraciones del jefe de Policía, Miguel Oliva. El último jueves le dijo a Cadena 3 Rosario que uno de los lineamientos de la nueva política es el viejo lineamiento de “presencia policial en la ciudad y la provincia”. El abordaje de la criminalidad compleja no requiere seguridad preventiva. El delito común sí, aunque la “presencia policial en las calles” no garantiza éxito alguno, mas contribuye a producir la no menos necesaria “sensación de seguridad”.
Oliva pareciera no encontrar matices entre la militarización de barrios o zonas y un servicio policial profesional que garantice niveles aceptables de seguridad pública. “No quiero un policía en cada esquina. Después empiezan con que es una dictadura”, se quejó.
Con la misma confusión, agregó que “si la Policía actúa después dicen que hay gatillo fácil. Yo quiero que el policía se sienta seguro”. Intentó darle una pátina sociológica a su discurso al afirmar que “el delito fue avanzando como lo hace la sociedad. Se perdió el respeto a la policía, así como se perdió el respeto a la bandera, a los mayores, a la vida”.
La designación de Rimoldi al frente de la cartera fue considerada como un retroceso en materia de seguridad democrática por organismos defensores de los derechos humanos, organizaciones sociales, estudiantiles y gremiales, así como por legisladores oficialistas como el diputado nacional Eduardo Toniolli, los legisladores provinciales Leandro Busatto y Matilde Bruera, el opositor Carlos Del Frade y la directora del área de Derechos Humanos de la Municipalidad de Rosario, Alicia Gutiérrez, entre otros.
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