Se entregaron los premios del “Primer Certamen Angélica Gorodischer”. Organizado por Barbarie junto con La Toma, Casa Inga, Punto Rojo y El Eslabón, busca potenciar autores nóveles. Los cuentos ganadores serán publicados en el semanario de la cooperativa La Masa y luego en Redacción Rosario.

Nahuel Conforti es parte del Centro Cultural Barbarie y cuenta que la idea del concurso “surgió porque varios de los jurados (y miembros de la organización) habían ganado o fueron finalistas en varios concursos, y nos dimos cuenta de que en Rosario faltaba un espacio así, que sirviera para potenciar autores nóveles”.

En un principio, el Centro Cultural Barbarie pensó armar el certamen en soledad, tal como lo habían hecho con el “Concurso Fabricio Simeoni” en 2019, “pero después nos fuimos dando cuenta de que teníamos muchas cosas en común con las otras cooperativas y además que ellos ya tenían un camino recorrido, nosotros somos relativamente mucho más nuevos. Así fue que se sumaron La Toma, La Casa Inga, la Cooperativa productora Punto Rojo y la Cooperativa La Masa”. Casi todos los que trabajaron en el concurso “vienen de la comunicación, de la cultura o de la militancia, de lugares medianamente parecidos”, destacó Nahuel.

Vanesa Gómez, presidenta del jurado, había sido convocada por Barbarie unos años atrás para ser parte del jurado del certamen Fabricio Simeoni. “Creo que la idea era homenajear cada año a una figura diferente de la cultura”, arriesga Vanesa. “Vino la pandemia y el proyecto quedó interrumpido. El año pasado volvieron a convocarme con la idea de un certamen de narrativa, para que lo pensáramos en conjunto. Lo craneamos y lo conversamos, hasta que finalmente se pudo concretar”, repasa, y agrega: “Recuerdo hace dos años cuando surgió la primera idea de hacer un concurso literario, llevarlo adelante, homenajear a alguien, ¿a quién? Era indudable que iba a ser a Angélica”.

El concurso fue bautizado con el nombre de la genial escritora Angélica Gorodischer que en una de sus obras maestras, Kalpa Imperial, pone sobre relieve la tarea irrenunciable de los narradores. “Dijo el narrador: —Ahora que soplan buenos vientos, ahora que se han terminado los días de incertidumbre y las noches de terror, ahora que no hay delaciones ni persecuciones ni ejecuciones secretas” comienza el libro que le valiera elogios de Úrsula K. Le Guin, y que se inscribe en una tradición en la que aparecen tanto J.R.R. Tolkien como Ítalo Calvino.

Vanesa no conoció personalmente a Angélica, “pero sí escuché hablar mucho de ella a Alma Maritano, que fue mi madre literaria y que era amiga de Angélica. Puedo decir que la conocí por su obra y que la siento cercana por las anécdotas que Alma me contaba. A Cecilia, la hija de Angélica, la conocí durante la ceremonia de premiación y me pareció una persona cálida, amable y muy generosa. Sólo tengo palabras de agradecimiento por haber permitido que el certamen llevara el nombre de su madre y por haber acompañado y celebrado la iniciativa”. En ocasión de la premiación, Cecilia Gorodischer agradeció a la organización del concurso por mantener vivo el recuerdo de su madre, quien falleciera a principios de año, y por dar lugar e incentivar a quienes “también escriben y construyen mundos de fantasía como ella”.

Reunir a un grupo de personas para sostener un proyecto como éste tiene una dosis de complejidad. “Costó pero se logró”, resume Vanesa.

El trabajo con otras cooperativas se fue dando a partir del trabajo. “No habíamos laburado nunca juntos”, detalla Nahuel.

El rol de Barbarie era formar el jurado. “Lo más importante era otorgar el premio y formar el jurado. Casa Inga se encargó de la organización de la entrega de premios, de la logística, y Punto Rojo de la difusión. Si bien todos interactuamos en todos lados, más o menos esos eran los roles”, describe Nahuel.

El jurado se eligió partiendo del conocimiento previo de Vanesa y su cercanía con Pablo Colacrai y Javier Núñez. Nahuel cuenta que la idea fue armar un grupo que “conociera el paño” de los concursos. “A mí me gustaba mucho el primer libro de Pablo Colacrai y conocía a Javier, y considero que están entre los tres mejores escritores de Rosario, los más completos por lo menos y además ellos al haber ganado o haber sido finalistas de varios concursos, me pareció que iban a entender la dinámica del concurso, ellos ya habían estado, casi todos habían sido jurados y varios habían recibido premios o habían recibido menciones”. Hay una gran dificultad para “elegir entre un primer premio y un segundo, algunas elecciones son muy finas”.

En un principio pensaban recibir alrededor de 50 cuentos pero terminaron recibiendo 211. Allí comenzaron el proceso de selección. Apoyándose en las facilidades que dan las nuevas tecnologías, el jurado armó un grupo de Whatsapp y fue proponiendo distintas formas de evaluar. Vanesa recuerda que al final resolvieron leer todos todo. “Los tres jurados leímos por separado los 211 cuentos, acompañados de una hoja de cálculo que nos facilitó Javier (Núñez) con los títulos de las obras y donde podíamos ir marcando falencias y virtudes de los textos, una cierta forma de evaluar. Luego hicimos una lista con 10 o 15 cuentos que nos parecía que se destacaban y pasamos a una reunión presencial, donde cada uno leyó su lista. Pusimos en común y debatimos los cuentos seleccionados y decidimos tomarnos una o dos semanas para releerlos y seleccionar a los premiados”.

La última reunión la realizaron por zoom, “Javi estaba en Lima, Pablo se había quebrado una costilla, y yo estoy con una pequeña de 8 meses, y ahí definimos la lista ya reducida. En seguida nos pusimos de acuerdo, habíamos seleccionado los mismos textos, faltaba ver qué lugar ocuparía cada uno. Analizamos las historias, el uso del lenguaje, los personajes, la creación de climas. Fue un debate enriquecedor que duró una hora aproximadamente y en el que los tres quedamos conformes y satisfechos”.

Para poder llevar adelante el concurso además del esfuerzo de las cooperativas, se contó con el aporte de la diputada Matilde Bruera y la concejala Norma López.

“La idea para el año que viene sería ampliarlo, que sea a nivel nacional pero con un poco más de colaboración”, señala Nahuel Conforti.

El jurado resolvió otorgarle el primer premio al cuento Ballenas, de Enrique Bó “por la calidad de la prosa cargada de imágenes potentes, cadencia y ritmo. La habilidad de convertir en historia y desarrollo narrativo las instancias de un conflicto íntimo en un relato concentrado e intenso sin otro escenario que el mar”. El segundo premio fue para Entre el río y el mar, de Pilar Martínez en tanto que el tercer lugar fue para Padre con niño en parque, de Matías Rodríguez Ramos. También recibió una mención especial el cuento Donde no había horizontes, de María Cecilia Reviglio.

Los tres cuentos premiados, así como el que recibió la mención especial, serán publicados en las próximas ediciones de El Eslabón y luego en este portal digital.

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