Un grupo de docentes le pone voz a las urgencias de la educación santafesina, la realidad y las condiciones en las que enseñan. En ese intercambio recuerdan que el paso de la pandemia aún perdura: se siente en los vínculos y en los aprendizajes básicos que hay que seguir reforzando. Cuentan que atajan reformas educativas que bajan –sí, que bajan– de funcionarias y funcionarios con extensas trayectorias en los escritorios. Y que, si bien hay consenso en que apremia una nueva secundaria y estar más tiempo en la escuela, las preguntas siguen siendo por qué, para qué y cómo hacerlo. Porque el debate oficial está ausente. Superar “la política del desencuentro” propiciada desde el Ministerio de Educación provincial es otro desafío. No quedan fuera del panorama que describen la inseguridad y las balaceras diarias. Tampoco la pobreza, que golpea duro porque –como advierte una maestra– “¡El hambre no espera!”. Y recuerdan que “para hacer un sueldo” hay que ir y venir por varias escuelas, porque el salario casi nunca refleja el trabajo real de educar, ese que no se ve pero siempre está.

Sabrina Cabrera, Verónica Pozzo, Hugo Ríos y Nadia Isasa son docentes que trabajan en distintos niveles y realidades educativas, y quienes –convocadas por El Eslabón– hablan de los contenidos que consideran deben priorizarse, el contexto que rodea a su trabajo y las condiciones en que lo ejercen.

Sabrina Cabrera es maestra en la Escuela Primaria N° 6.038 de Alvear (a 5 kilómetros de Rosario) y educadora en un Centro de Alfabetización y Educación Básica para Adultos (Caeba), de Empalme Graneros. “Dos mundos completamente diferentes”, apunta. 

Sabrina Cabrera, docente de la Escuela N° 6038 de Alvear y alfabetizadora de personas adultas.

Los efectos de la pandemia son una preocupación presente cuando piensa en planificar sus clases. Este año tiene 5° grado, son chicas y chicos que hicieron 2° y 3° grado en aislamiento. Ya el año pasado tuvo que afianzar mucho la relación entre pares y con docentes, algo que piensa continuar en este ciclo.

La maestra explica que esta meta es la base para otros objetivos. “La relación pedagógica está en gran parte conectada con el vínculo que desarrollamos con nuestros alumnos”, dice, y discurre sobre la empatía, los lazos y vínculos amorosos que hacen a una pedagogía de la ternura. También la mirada lúdica para sostener aprendizajes.

La realidad con el trabajo de adultos es más compleja, porque en la pandemia “el contacto fue prácticamente nulo”. Recién en 2022 se logró recuperar el espacio del aula. “La educación es construcción colectiva, por eso lo que a uno le cuesta, con la cercanía del compañero se facilita”, describe cómo cambió el panorama con la presencialidad. El eje de la enseñanza aquí está en apoyarse en el tiempo compartido para avanzar en la alfabetización.

¿En qué contexto se enseña y aprende? Los Caeba funcionan por lo general en barrios periféricos, con problemáticas propias. Y en esa definición entran desde las cuestiones de inseguridad hasta los espacios donde se dan las clases (no siempre es en un edificio escolar).

Sabrina reconoce la inseguridad como un problema grave, pero al tiempo rescata el trabajo sindical que están dando desde Amsafé. “Venimos trabajando con otras organizaciones sociales lo que es La escuela como territorio de paz. Haciendo intervenciones con organizaciones barriales, centros de salud y bibliotecas populares, en muchos lugares atravesados por fuertes problemáticas sociales”.

Para la educadora, un tema clave de este ciclo es el Plan 25 Horas que la provincia implementa desde octubre del año pasado y pretende abarcar a todas las primarias santafesinas este año. El plan suma una hora más de clases por día a la educación primaria. “Estamos de acuerdo que cuantas más horas los chicos estén en la escuela mejor es. Pero hay que ver los modos como se implementa, porque muchas veces proyectos que son interesantes terminan dependiendo de la cabeza del equipo directivo o del docente que lo va a llevar adelante”, analiza.

“Acordamos que el mejor lugar es la escuela, pero no para tirarnos adentro y que sea lo que quiera”, opina, y recuerda que la organización de las escuelas difieren, dependen de los turnos, de las modalidades que funcionen en cada establecimiento y hasta inciden en la vida de las familias. Se expresa a favor de la discusión pedagógica que merece un plan como el de sumar más tiempo de clases, pero aclara: “A veces es más fácil decirlo desde una oficina que estando en una escuela”.

Para la maestra el salario no acompaña el trabajo real docente. Desde el tiempo que lleva ir a sacar fotocopias hasta las capacitaciones en días feriados o planificar un fin de semana, todo es tiempo extra: “El trabajo docente siempre excede el tiempo escolar”.

“El hambre no espera”

Verónica Pozzo es docente del nivel inicial, trabaja en el Jardín Belén N° 1.472, de Ludueña. “Un gran legado que dejó el querido Edgardo Montaldo. Nosotras caminamos este legado y tratamos de hacer lo que mejor podemos, con todo lo que él nos dejó: construir un espacio de inclusión, donde tenga cabida la diversidad y el trabajo colectivo y solidario sea lo cotidiano”, dice sobre los cimientos en los que apoya su oficio.

Verónica Pozzo, docente del Jardín N°1.472 Belén, de barrio Ludueña.

A ese sostén suma los “espacios no formales”, que “se han multiplicado muchísimo”, como los grupos Desde el pie, Saltimbanqui o la famosa Orquesta Infanto Juvenil de Ludueña. “El trabajo es con las familias, las niñas y los niños”, agrega.

Con esos ideales y herramientas a mano, Verónica dice que lo importante para este año es seguir profundizando en “la cuestión afectiva y emocional, porque es clave en este nivel y en el contexto donde estamos”. “Eso nos ayuda a identificar cómo se sienten (las niñas y los niños) y favorecer los aprendizajes”, explica.

Describe un panorama preocupante sobre el contexto laboral. A la salida de la pandemia se suma “una realidad de muchísima violencia, por la inseguridad y las balaceras” constantes en el barrio. “Hubo que pensar en otras maneras de trabajar, en cambiar las rutinas, hasta armar un protocolo” de cuidados colectivos.

Hace poco Unicef difundió un estudio que afirma que dos de cada tres niñas y niños son pobres en la Argentina. Los números son una realidad en el jardín de Ludueña. “Tuvimos que cambiar horarios de actividades por una cuestión de hambre, Calmamos ese hambre, jugamos un ratito y después vamos a la actividad”, describe Verónica. La merienda es a las 15.45, pero muchos no llegan hasta esa hora: “¡El hambre no espera!”

La ausencia del Ministerio de Educación provincial se hace evidente en la falta de apoyo. Un reclamo permanente es contar con equipos de profesionales que acompañen la tarea del jardín, desde trabajadores sociales a otros especialistas de la salud y la educación. Mientras tanto se recuestan en el acompañamiento de directivos y de las redes que tienden. “Somos como hormigas, salimos a buscar el mejor apoyo”.

Verónica opina que en lugar de atender a los pedidos que se hacen desde los lugares de enseñanza el Ministerio propone “cosas alejadas de nuestra realidad”: “Esta gente no sale del escritorio y no tiene idea de lo que es caminar este territorio”.

Subraya que trabaja por un salario pero también que no anda sacando cuentas al momento de poner el cuerpo. “Mi trabajo lo hago desde mi vocación”, expresa orgullosa. Eso sí, tiene bien en claro que cuando hay paro “se lucha por un derecho”, sin abandonar los ideales: “Mi vocación y mi compromiso con mis niños y sus familias lo tengo todo el año. A veces se trabaja más de lo que se dice y se muestra”.

“Para no ampliar la desigualdad”

Hugo Ríos es profesor de ciencias sociales en las escuelas secundarias N° 407 de Barrio Las Flores y en la N° 516 Leticia Cossettini de Villa Gobernador Gálvez. “Comienza un nuevo año escolar y surgen nuevas preguntas que nos hacemos en este siglo XXI, con trabajadores de la educación formados en un siglo y estudiantes en otro, qué aprendizajes son trascendentales y en qué debe enfocarse la enseñanza”, arranca cuando se lo consulta por los contenidos que considera son ineludibles abordar en este ciclo.

Para Hugo “la enseñanza en estos tiempos difíciles debería enfocarse en preparar a los estudiantes para la vida en comunidad, para ejercer la ciudadanía con una visión amplia en derechos humanos, y con contenidos temáticos significativos en las materias, teniendo en cuenta el uso de las nuevas tecnologías, los efectos complejos del proceso de mundialización y las terribles consecuencias de los desastres ambientales”.

Hugo Ríos, profesor de las Escuelas Secundarias N°407 de Las Flores y N°516 de Villa Gobernador Gálvez.

Entre estas prioridades, asegura que no puede quedar afuera “poder fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y el trabajo colaborativo con los estudiantes”. Aprendizajes claves para poder entender las diferentes problemáticas desde las diferentes disciplinas.

El profesor advierte que uno de los problemas que incide en la enseñanza y, por tanto, repercute directamente en el aprendizaje “es la falta de inversión educativa”. Esa falta de inversión, producto de las reiteradas crisis económicas –agrega–, “trae como consecuencias la discontinuidad de los estudiantes; la falta de insumos en las escuelas públicas, que van desde materiales de estudio como libros o mapas, hasta herramientas tecnológicas”. El efecto inmediato “es la mayor ampliación de la brecha de las desigualdades, poniendo en juego la vulneración del derecho social a la educación y el desprestigio del rol docente, que sostiene con esfuerzos individuales y colectivos la educación pública”.

Esas carencias y dificultades hacen también a los reclamos propios del trabajo de enseñar. “Las demandas propias que hacen a las condiciones de trabajo docente son las expresadas por nuestro sindicato Amsafé, que lleva años de lucha en defensa de la educación pública, y con coherencia sobre los derechos de los trabajadores”.

En esa nómina de demandas, para Hugo es clave “poner en debate todo intento de reforma educativa, con participación de los trabajadores y tiempos adecuados a su implementación”. En la provincia están en marcha cambios para la educación, que alcanzan al nivel secundario, y que se conocen como Trayectorias únicas continuas y completas.

El educador pide que las modificaciones estructurales que se proyecten no vulneren ni pongan en riesgo “los derechos sociales de nuestras infancias y adolescencias”.

Para el profesor, el Estado debe invertir en salarios, creación de cargos, en generar espacios adecuados de trabajo para atender a la cantidad de alumnos y alumnas por curso o grado, y en infraestructura escolar.

“La política del desencuentro”

Nadia Isasa es licenciada y profesora en letras, enseña lengua y literatura en el Colegio del Sur, en ORT Rosario y en el Colegio Padre Claret. Habla del desfasaje de contenidos y aprendizajes que profundizó la pandemia. Y afirma que el Ministerio de Educación de Santa Fe, en lugar de atenderlo, propone “una reforma educativa vergonzosa e impracticable que nivela para abajo a la vez que pone en riesgo el derecho a la educación de nuestras infancias y adolescencias”. Dice que en esa realidad, a la docencia no le queda otra que ser muy “lúcida y asertiva” a la hora de priorizar “aquellos saberes y competencias de los que debe ocuparse la escuela”.

“Quienes habitamos las aulas vemos un déficit importante en el desarrollo de las macrohabilidades: leer, escribir, hablar, escuchar. Los estudiantes llegan al nivel secundario con muchas falencias respecto de las normativas de la lengua”, alerta la educadora, y menciona que las consecuencias se manifiestan en la “falta de comprensión de enunciados más complejos” y en “las dificultades para elaborar textos coherentes y críticos”.

Nadia considera que al margen de lo específico de cada materia “la escuela tiene una vacancia en cuanto a la memoria, los derechos humanos y la perspectiva de género”.

Nadia Isasa, profesora de los Colegios del Sur y Padre Claret, y de la ORT Rosario | Foto: Candela Robles

La profesora alerta que en los últimos años “el sistema se fue recostando en la labor, solitaria y artesanal, del docente y sus recursos”; y que ahora “la reforma viene a profundizar” esa situación. Además de remarcar “la falta de acompañamiento y capacitación por parte de los estamentos que, contradictoriamente, son los que nos exigen y condicionan”.

Considera que “sin dudas hace falta un cambio en la secundaria, es más, en el sistema obligatorio en general, pero no así”. Habla entonces de comunicaciones oficiales poco claras, apresuradas y autoritarias. “Este era el momento de hacer congresos educativos, dar el debate. En Sadop damos todo el tiempo el debate”, reclama, y afirma que eso no pasa porque “el desencuentro es una política de este gobierno”.

Otra variable que incide en la realidad laboral es el salario. “El histórico desfasaje salarial es también un aspecto imposibilitante, ya que los docentes tenemos que trabajar mucho más de lo recomendable, en desmedro de nuestra salud y nuestra organización personal y familiar; correr de una escuela a otra diariamente para poder configurar un estipendio digno y suficiente a cambio de nuestras tareas, que siempre exceden lo «reglamentario»”.

Nadia agrega a este panorama la cuestión de la inseguridad. “Tengo la «suerte» de trabajar en escuelas que no están situadas en los márgenes de la ciudad. Aunque sabemos que la inseguridad está en todas partes. Lo que sí nos afecta es que tenemos que estar todo el tiempo en la calle, porque para hacer un sueldo tenés que correr de una escuela a la otra. Los compañeros de los turnos vespertinos y nocturnos están más expuestos. Y antes el guardapolvo era como un escudo protector, ya no”.

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