En Humanidades y Artes, el Consejo Directivo votó al decano. El resultado era predecible. Desde el Centro de Estudiantes se convocó a una asamblea para discutir la posibilidad de tener comedor propio, un subsidio a la fotocopiadora y elección directa de autoridades.

El lunes 24 se eligió decano en Humanidades y Artes, aunque el resultado nunca fue una incógnita. No se debió esa incógnita sólo a la presentación de una lista única –del oficialismo de la Facultad–, sino a la naturaleza del sistema de votación, que funciona por claustro. Los que votan son los consejeros que fueran votados en las elecciones recientes, y el mismo decano anterior. Diez consejeros docentes, ocho consejeros estudiantes, un consejero graduado, un consejero no docente. Esa es la porción de representatividad que corresponde a cada claustro, y fue uno de los ejes de discusión por parte de la oposición estudiantil, que llama a una elección de autoridades a través del voto directo de toda la comunidad de la Facultad: una persona igual a un voto. Lo cierto es que el claustro estudiantil, a pesar de ser la mayoría de quienes habitan la Facultad, tiene un lugar secundario en el Consejo, y los reclamos que vienen desde ese sector suelen tener dificultad para llegar a buen puerto. Humanidades, por ejemplo, es la única Facultad que aún no tiene subsidiada su Material de Estudio –la fotocopiadora–, aunque el proyecto se venga presentando consistentemente. 

Luego de argumentar sus respectivas abstenciones y de presentar un pliego provisorio de reclamos al decano cuyo destino ya se conocía, la respuesta de la oposición fue la de retirarse de la sesión, acompañados de sus militantes. “Provisorio”, porque un pliego definitivo se construyó y consensuó el miércoles 26, en una asamblea estudiantil.

El Profesor Alejandro Vila continuará siendo decano de Humanidades y Artes por el periodo 2023/2027, con su compañera de fórmula, vicedecana María Cristina Pérez, que viene de la mano del acuerdo con sectores del peronismo, que poco a poco van pisando con fuerza en la gestión de la Facultad. 

Asamblea estudiantil

El saldo que dejó la pandemia, en cuanto a rupturas de relaciones sociales y enfriamiento tanto de las organizaciones colectivas como del “poner el cuerpo”, se vio reflejado en los distintos modos de participación estudiantil. Las asambleas no quedaron afuera de eso y, aunque la cantidad de gente fue aumentando respecto del año pasado, no fue una convocatoria multitudinaria. Si bien eso se puede deber también al horario acotado que implica una asamblea, a que gran parte del estudiantado es también laburante, y a una diversidad de factores que implican cosas ajenas al “mundo político” de la Facultad –términos discutibles, si entendemos la política en un sentido amplio–, es verdad que faltan mecanismos con algún nivel de regularidad que impliquen una mayor organización y conciencia del estudiantado respecto de su posibilidad de agencia en lo que pasa en la Facultad, y no sólo a través de los ocho consejeros estudiantiles, sino, recurriendo a la historia, a los métodos de lucha que se han dado para efectivamente conseguir aquellos ocho consejeros. Un trabajo pendiente es el de masificar. 

En la asamblea hubo, sí, asistencia de la mayoría de las agrupaciones estudiantiles, aunque con ausencias correspondientes a la elección del decano. 

El objetivo, al fin y al cabo, fue generar un Programa Estudiantil consensuado para presentarlo a las nuevas –y mismas– autoridades de la Facultad. La discusión retomó sus demandas históricas, teniendo como temas centrales el subsidio a la Material de Estudio y que Humanidades tenga un comedor propio, cuestiones indispensables para la vida económica del estudiante, y que además son dos particularidades de esa Facultad: todas las otras tienen un comedor propio y la fotocopiadora subsidiada de alguna manera. En cuanto a lo último, una de las respuestas que se dio en estos años desde la gestión fue “demasiado que les pagamos la luz”. Otro reclamo que viene cobrando fuerza, y se mostró claramente en la asamblea, es el de las elecciones directas de las autoridades. 

También se sumaron diversas cuestiones específicas de diversas carreras, entre las que se cuentan la creación de una librería artística para los estudiantes de Bellas Artes, que compre y venda al costo, así como becas para que puedan hacerse con el material para esa misma carrera (Bellas Artes es una de las carreras más caras de la UNR, lo que termina constituyéndose como una característica excluyente para gran parte de sus estudiantes); el llamado a concurso docente en cátedras que tienen vacantes y cuyas clases las dan docentes cuyo cargo –y por ende su sueldo– no se corresponde con el trabajo que realizan. Y otros reclamos que aparecieron a partir de experiencias puntuales u otros factores, como el de incorporar un personal especializado en emergencias médicas, o la democratización de la información y de las “cuentas” de la Universidad

En cuanto a los pronunciamientos de la asamblea, se muestran en apoyo a la lucha docente, que hoy día ve su salario más bajo en 18 años, y en repudiar la deuda contraída por Macri con el FMI, a sus condicionamientos y al ajuste implementado por el Gobierno Nacional. Complementado con eso, se pide una nueva partida presupuestaria para la Universidad. 

Contra tendencias

Luego de ocho años de conducción de la Mate Cocido, y de una vuelta de la Franja Morada en sus distintos colores al gobierno de muchas facultades, Humanidades escapa a esa tendencia. También escapó a otra tendencia: y es que este año, once de los doce centros de estudiantes mantuvieron su conducción, pero en éste, a veces pareciera un “mundo aparte”, la conducción cambió pero sin girar fuertemente para el lado de Somos, aunque se vio un avance del espacio “radical” –se presentaron frente a otras agrupaciones como una conjunción de peronistas, socialistas, radicales, y “de izquierda”. Sin embargo, pertenecen al Frente Reformismo en Acción, mismo signo político que el oficialismo de la Facultad y la Universidad, y comparten el espacio con distintos colores de la Franja–. La conducción del centro la consiguió el FEU, conformado por el Movimiento Universitario Evita y el Pampillón, agrupación alineada al Frente Patria Grande. 

En charla con El Eslabón, Paula Sánchez y Violetta Finocchiaro, presidenta del Centro de Estudiantes y Consejera Directiva respectivamente, hablan de un modelo “activo, participativo, y por participativo también más democrático”. “Desde el Pampillón durante las elecciones pudimos hablar con muchísimos estudiantes sobre las problemáticas que estuvimos atravesando estos años, y sobre las propuestas que nosotros teníamos. Hubo un gran intercambio en muchos sentidos y creemos que ese es el camino por el cual hacer crecer esa participación. Si todos los días hablamos con los estudiantes, llevamos esos debates y los ponemos sobre la mesa, también los hacemos partícipes de las discusiones”, comenta Violetta. “Estas problemáticas tienen que verse reflejadas en propuestas, proyectos y principalmente políticas que se puedan llevar adelante para mejorar nuestro tránsito en la Facultad y derrumbar los muros que dejan afuera a les estudiantes en general”, agrega Paula, a la vez que menciona la demanda de un comedor universitario ubicado en Humanidades por el que vienen luchando particularmente desde el año pasado, en el que sostuvieron “de manera autogestiva” y garantizando martes y jueves desayuno y merienda a precios populares. Y lograron, a su vez, que el bar que apareció dos días antes de las elecciones estudiantiles en la entrada de calle Corrientes del edificio de Humanidades bajara el precio de la mañana a la tarde. La promo (infusión+2 medialunas) pasó de valer 350 a 200 pesos. “Todo es una construcción, todo paso a paso y nada está regalado. Una vez habilitado el bar público, vamos a luchar por becas de trabajo para estudiantes de nuestra Facultad”, cierra Paula, ampliando el horizonte de lucha.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 29/04/23

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