En 1991, un grupo de intelectuales analizó en un congreso en Nápoles la figura de Maradona “genio y transgresión”, pese al cuestionamiento de sectores académicos. ¿Por qué en esa ciudad italiana se vive así el fútbol?

A mediados de 1984, la vida de los napolitanos comenzó a cambiar para siempre, aunque aún era muy prematuro para que lo sepan. Algunos sí empezaban a sospecharlo, como el escritor y filósofo de esa ciudad del pobre sur italiano, Luciano De Crescenzo. “No conozco personalmente a Maradona, pero por lo poco que he entendido creo que es un jugador que juega bien solamente cuando siente que lo aman. Si así son las cosas, en Nápoles provocará chispas”, dijo en La Gazzetta dello Sports del 3 de julio de ese año.

Sin colmar las expectativas en el poderoso Barcelona, Diego mudó sus gambetas a la Fiorito de Italia, donde numerosos hinchas deseaban, por fin, dejar atrás aunque sea en una cancha las eternas derrotas y desilusiones. Y así se lo hicieron saber en su llegada, con un cantito: “Maradona es mejor que Pelé, y hemos juntado plata para tenerte; Maradona piénsalo tú, si no sucede ahora, no sucede más. Tu Argentina está aquí, no podemos esperar más”. Tu Argentina está aquí, fua. Y Diego devolvió la pared, tras cerrar el acuerdo: “Quiero ser el ídolo de los niños pobres de Nápoles porque ellos son como yo de chiquito en Villa Fiorito”.

El andar del 10 por la localidad ubicada entre el Vesubio y otra área volcánica como los Campos Flégreos, fue una erupción que arrasó, incluso, con los (clubes) poderosos del norte. “Cuando Maradona llegó a Nápoles”, escribió la comunicadora Ayelén Zabaleta en el libro Todo Diego es político, “no sólo condujo un equipo para ganar lo que antes nunca había ganado, también se paró frente a un país y expuso sus desequilibrios. Lo pudo hacer porque ya no era solamente un jugador de fútbol, era un napolitano porque así había decidido posicionarse ante el poder”.

Para empezar a entender la relación estrecha entre el ex futbolista y esa localidad, que se mantiene incólume tal como se vio en los festejos del Scudetto, Zabaleta aportó: “En el proceso de simbiosis que estableció con la ciudad pudo sentir las mismas angustias y aspirar a las mismas metas. Rompió el orden para restablecer el equilibrio y renació con una nueva identidad que ya no estaba limitada por fronteras geográficas”.

Diego cumplió y dignificó a la vez. Ganó títulos y alzó la voz por las y los napolitanos. También hubo lugar para idas y vueltas: “Cuando llegué a Nápoles recordó en su libro Yo soy el Diego de la gente me fueron a recibir 85 mil personas. Cuando me fui, seis años después, me fui solo”. 

La relación se había desgastado, lo mismo que el rendimiento del equipo. “¡Hay gente que se pasa toda una vida tratando de llevarse a la casa un cuadro de autor, y nosotros, cuando tenemos aquí un Rafael, nos ponemos a criticarlo”, advirtió el profesor de Derecho y Procedimiento Penal, Paolo de Lalla, el 11 de mayo de 1991, durante el congreso-debate Te Diegum, craneado por dos profesores de la Universidad de Salerno y realizado en Nápoles, tras la partida de Maradona y a 4 años del primer título.

El tiempo puso las cosas en su lugar. Diego se fue por la puerta de atrás, pero la puerta de adelante nunca se cerró.

Pensando en vos, siempre

El Te Diegum fue la primera experiencia de académicos e intelectuales cuyo sujeto de estudio fue un futbolista. Porque “la relación entre Maradona y Nápoles no ha sido solamente la propia de un futbolista cuya profesión lo lleva de un club al otro, sino una verdadera relación de amor”, como dijo el psicólogo Oscar Nicolaus, uno de los creadores de la conferencia junto a Vittorio Dini, profesor de Historia de la Filosofía, que aportó: “Maradona representa al hombre común que emerge en el deporte, pero sin adecuarse a las reglas de comportamiento y al lenguaje correspondientes”. Y añadió: “A la vez héroe, símbolo y mito. Pero, como reverso de la moneda, culpable, víctima, desesperado. Y esta clave contradictoria nos lo hace amar todavía más”.

Aquel encuentro de historiadores, periodistas, juristas, psicólogos, antropólogos, médicos , sociólogos, italianos y extranjeros (estuvo la argentina Alicia Dujovne Ortiz, que dos años después publicó Maradona soy yo), realizado en Nápoles tras la partida de un Diego suspendido por doping, se realizó no sin una fuerte polémica y rechazo. ¿Cómo la Academia va a estudiar a un futbolista y lo que éste representa?, cuestionaban algunos. Tampoco faltó el argumento de “hay cosas más importantes y urgentes”. 

Nicolaus defendió el congreso y su materia de estudios, y les preguntó a los intelectuales que lo negaron: “¿Qué cosa piensan es interesante estudiar?¿O realmente la concepción iluminista de la Cultura los vuelve tan ciegos?”. Sospechaba que “todo lo que aparece como demasiado cercano, vital o comprometedor debe ser expulsado de la atención del estudioso”. Allí mismo, el antropólogo Marino Niola también les bajó el dedo acusador a “doctos y graves moralistas” que se oponían al simposio: “Pero si es cierto que las victorias no resuelven los problemas, no se ve cómo y por qué podrían resolverlos las derrotas”.

Los testimonios de aquel día fueron reunidos luego en el libro Te Diegum. Maradona, genio y transgresión. Diez años después del congreso, Nicolaus recordó que tras el arribo del Diez “instintivamente comprendimos que por fin no iríamos más al estadio San Paolo sólo para sufrir. Y así fue. Vencer sin renunciar a la belleza del juego: la belleza del juego al servicio de la victoria”. Y más adelante, graficó el cariño del napolitano hacia el ídolo: “Cuando Diego entra a un bar cualquiera, todos le quieren ofrecer una copa. A Beckenbauer no, porque esperan que la vuelta la pague él”.

Si hasta Platini, eterno rival, se rindió ante Maradona: “Lo que Zizou (por su compatriota Zinedine Zidane) hace con la pelota, Diego lo hacía con las naranjas”. El plantel de aquel entonces, recientemente huérfano de Maradona, fue parte del encuentro, con una carta: “Es difícil pensar en un Napoli sin Maradona. Y todavía es más difícil pensar en un Napoli sin Diego”. Y reconocían: “Acaso el domingo ya no es el mismo”.

El sociólogo y escritor Pablo Alabarces recordó que “recién en 2018 es decir: 27 años después de que los napolitanos la Universidad Nacional de San Martín organizó el primer simposio sobre Maradona que hubo en alguna universidad argentina. También fue el último, hasta hoy. Y hasta donde sé, ninguna universidad le dio nunca un Honoris Causa”. Si hasta en la prestigiosa Oxford (de la enemiga Inglaterra) fue reconocido, aunque por estudiantes y no por la Universidad. “Celosa, la Fuba le hizo un reconocimiento similar”, recordó Alabarces a El Eslabón. Pero en los claustros del país “deben haber juzgado que su aporte a la cultura argentina fue demasiado escaso”, ironizó el autor de varios libros sociológicos-futboleros, y agregó: “Diego fue el símbolo más importante de la cultura popular argentina del último medio siglo”.

Ser argentino en Nápoles, se sabe, tiene sus ventajas. “Te abre puertas”, lo resumió el rosarino Juan Manuel Carrión en comunicación con Poné la Pava (Radio Rebelde), desde el lugar justo y el momento indicado: festejando in situ la conquista del Scudetto. Relató además que “la imagen de Diego es más fuerte que todo”, y que “casi no hay camisetas con los nombres de los jugadores de ahora”. Sí, había un nene con la máscara de Osimhen, el goleador nigeriano del conjunto celeste. “Obvio que es tu jugador favorito”, le dice el cronista de la tele. “No, Maradona”, le responde el pequeño tifosi.

Claudio Botti, abogado penalista, fue otro de los expositores del Te Diegum. Su disertación nos ayuda a entender aún más lo vivido en las calles de esa ciudad del sur en la semana de la obtención del título después de 33 años: “Ser hinchas en Nápoles no es solamente amar al equipo, entusiasmarse por las victorias o deprimirse por las derrotas; es por cierto más que un estado de ánimo”, arrancó. “Es una relación profunda, visceral, que, como todas las pasiones verdaderas, en esta ciudad se convierte en una filosofía de vida, en una ritualidad exultante, una síntesis de humores y de reflexiones; una relación de amor vivida en los años de la contínua búsqueda de carnalidad, pero condenada por la conocida historia del Napoli a la consumación impersonal”. Y agregó: “La llegada de Diego ha permitido llevar al plano físico todo ello, dando un rostro y un nombre a la «patología»”.

Es conocida la bandera con la inscripción «No saben lo que se perdieron», colgada en la entrada del cementerio de Nápoles, con las tumbas de fondo, cuando el club ganó el primer Scudetto. “«Mi pensamiento es Diego» ha escrito en una pared de la ciudad, con magnífica síntesis, un anónimo enfermo”, contó Botti.

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