Por lo ajustado del resultado y por su reacción pos elección, el candidato que perdió el “ballotage” rosarino se afirmó como carta ganadora para quienes no se resignan ante los éxitos electorales de las derechas.
Con su reacción pos derrota, Juan Monteverde confirmó la centralidad de su referencia para un espacio cuya proyección política y electoral es todavía enorme, pese al volumen ya alto de su cosecha en las recientes elecciones para la Intendencia. En 2015, después de las elecciones en las que Miguel Lifschitz fue electo gobernador al vencer por escaso margen a Miguel Del Sel y Omar Perotti, El Eslabón tituló en tapa “Ganó Perotti” y lo justificó en base a datos y proyecciones que hacían posible lo de jugar con presentar a un vencido como futuro vencedor, lo que se hizo realidad cuatro años después. En el caso de Monteverde ahora, también hay argumentos para situarlo en la misma posición de derrotado pero próximo ganador, aunque plantear escenarios futuros sea cada vez más arriesgado entre tanta incertidumbre y tanto vértigo.
El presente, en tanto, marca que “estuvimos a 15 mil votos de acelerar la historia”, según definió el propio Monteverde, quien también remarcó que tal resultado se logró con “la alegría” que implica ser competitivo electoralmente sin ocultar “un proyecto que viene a transformarlo todo” y pese a haber enfrentado un adversario que apeló a “malas armas” en la campaña.
“Hicieron campaña sucia, mintieron, generaron odio y división en una ciudad que ya no soporta más odio y divisiones, hubo compra de votos, clientelismo… Todo lo que en teoría siempre hace el peronismo, el radicalismo de la ciudad de Rosario lo llevó al pie de la letra”, describió, en declaraciones al programa Maldita suerte.
Allí también analizó que el resultado de la reciente disputa por la poltrona del Palacio de los Leones muestra que “la sociedad no se derechiza” pero sí “está esperando otra cosa” que la ofrecida por “la política”.
“La sociedad está muy rota, el vínculo con la política está roto, están rotos los vínculos sociales, hay mucha gente que siente que cada vez labura mas y cada vez tiene menos; y eso es caldo de cultivo” para la emergencia de respaldos electorales a dirigentes como Jair Bolsonaro en Brasil y Javier Milei en estas pampas, reflexionó Monteverde, sin dejar de asumir que en parte fue también él beneficiario de ese anhelo de cambio tan en boga y tan desideologizado, pero remarcando “mucho voto peronista, nacional y popular, progresista” como nutrientes del salto cuantitativo que dio en las urnas respecto de las elecciones de 2019, crecimiento que da cuenta de lo acertado de la decisión de la fuerza a la que pertenece, Ciudad Futura, de esta vez sumarse al frente hegemonizado por el peronismo para participar de la puja.
En este sentido, vale recordar que lo del “voto peronista” fue más allá del acto electoral en sí. Sobre todo después de las Paso nacionales, cuyos resultados la pusieron en estado de alerta y movilización, mucha militancia peronista nutrió los encuentros y actos de campaña encabezados por Monteverde. A la del Movimiento Evita, que primereó largamente en ese rumbo, se agregó mucha militancia en buena parte más bien inorgánica, “suelta”, pero también bien del palo nacional y popular y pródiga en referencias de organizaciones y movimientos que ratifican el valor y el potencial de construcciones de profundo peso social, cultural, económico, político al fin, que no se sienten convocadas con frecuencia a colaborar con campañas electorales así tan incondicionalmente y despojadas de vanidades y especulaciones sectoriales como se pudo apreciar en la previa de la jornada del domingo 10.
Obvio que esa generosidad por abajo puede no extenderse por arriba, tanto en lo que a peronismo como a progresismo se refiere. Lógicamente no serán pocos los dirigentes de diversas expresiones que vean en Monteverde más un competidor que un nuevo referente. Por el momento, competidores de fuste a corto plazo no asoman. En los saldos del reciente proceso electoral no abundó la aparición o consolidación de referencias fuertes para ese espacio en el que, al menos por abajo, el espanto pide a gritos invitaciones a la esperanza.
Por el otro lado, no suena exagerada la calificación de “triunfo pírrico” que lanzó Monteverde respecto del resultado obtenido por su contrincante. Sí, tal vez sea exagerado apuntar a Pablo Javkin como único o principal responsable del devenir del otrora Frente Progresista, que hoy por hoy se ufana de sus triunfos logrados al costo de tener que compartir escenarios y celebraciones con figurones fascistoides como José Luis Espert.
¿De verdad Javkin, María Eugenia Schmuck y Clara García creen que la ya concretada elección como gobernador de Maximiliano Pullaro y la derrota de Sergio Massa que impulsan de cara a las generales nacionales van a significar nuevos y buenos vientos para Rosario, la provincia y el país?
Más allá de lo que hoy crean y hagan, no es improbable que ante un escenario de nuevas tormentas neoliberales y autoritarias haya nuevos virajes y reacomodamientos de esos espacios políticos, en los que también es notorio el divorcio entre abajos y arribas.
Las experiencias de los gobiernos de Fernando de la Rúa y Mauricio Macri están a la vista. Las diferencias entre las prácticas políticas con las que se asume su posible repetición, también.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 16/09/23
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