El problema siempre es el mismo, las resoluciones nunca son del todo iguales. El problema es la inviabilidad del neoliberalismo salvaje y cipayo en la Argentina, incluso aunque quienes lo impulsan logren legitimidades electorales coyunturales. Las resoluciones varían al compás de las reacciones populares, sus tiempos, sus modos, siempre impredecibles incluso aunque por estos días no sean pocas las postales que remiten a los meses previos al estallido de diciembre de 2001.
Es que tampoco son pocas las diferencias. Y entre ellas está la de los profundos cambios de las tecnologías de la comunicación y sus monopolios, cuya influencia en “la opinión pública” opera de modo distinto. En aquellos años de fin de un siglo y comienzo de otro se decía “nos mean, y la prensa dice que llueve”. Ahora iría mejor algo así como “nos mean, y la prensa dice que está muy bien que nos meen”. O algo así como “nos mean los leones, y la prensa dice que nos mean los orcos”.
También vale cotejar que el estallido de 2001 llegó al cabo de poco más de una década de gobiernos impulsores del neoliberalismo que al lado del de hoy fueron prudentes, moderados, cautos, abiertos a negociar con quienes privilegian sus intereses personales y sectoriales. El menemismo supo contentar a dirigentes sindicales empeñados en engordar, el delarruismo ídem a legisladores dispuestos a cambiar sus principios por engrosamiento de sus cuentas bancarias.
Ahora, al menos por ahora, el embate se despliega a la velocidad de la luz y sin compartir siquiera chispas con el gordaje. Para el resto, la propuesta es enflaquecer hasta casi el desfallecimiento y más rápido que antes. Y casi sin opciones: dieta o garrote nomás.
La cuestión es que el garrote no se come. Y que aunque la costumbre de romper cacerolas para no tragarse broncas se sostenga, en la Argentina no se acostumbra apelar a la huelga de hambre como primera medida para revertir situaciones adversas desesperantes. Hay otras herramientas, que también se despliegan en estos días con más velocidad que en otras etapas.
Pero bueno, volviendo al código grafiti, “lo esencial es invisible a la prensa”.
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Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 30/12/23
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