Ni gobierno de CEOs ni gobierno de científicos. Lo que vive la República Argentina desde diciembre pasado es un gobierno de cosplayers donde la improvisación de su comunicación ya no sobrevalorada como en el macrismo, ya no loteada como en el gobierno del Frente de Todos, va en detrimento de la imagen pública del presidente. Eso arrastra a toda la Argentina en su debacle institucional ya que su imagen internacional, luego del encuentro de Davos continúa en decadencia. Las claves para una salida.

Fake news, memes fuera de tono en la cuenta oficial del presidente o retuiteados por él, un vocero que amenaza a los gobiernos provinciales si no acatan el DNU o aprueban la Ley Ómnibus en el Congreso; la improvisación es total.

Con la comunicación de gobierno pasa algo raro; le dieron “la manija” de los activos digitales oficiales a un púber de 22 años que no logró transmitir nada y terminó usando X (ex Twitter) para beneficio personal. Afuera.

Además, en un puñado de días renunciaron el subsecretario de medios, Eduardo Roust y Juan Caruso y del equipo de Belén Stettler, la secretaria de Medios apadrinada por Santiago Caputo, el estratega de campaña de Javier Milei, quien también fue reemplazada por el periodista de LN+, Eduardo Serenellini. Todas renuncias sumadas al despido de Iñaki Gutiérrez, infieren al menos que la comunicación de gobierno está en problemas.

Ya en la primera semana de trabajo, el equipo de comunicación de Milei tuvo que sortear algunos desafíos: mantener el alto perfil del Presidente casi sin apariciones públicas; coordinar un mensaje grabado para los anuncios económicos de Luis Caputo y trabajar sobre una conferencia para el protocolo antipiquetes de la ministra de seguridad, Patricia Bullrich. La transmisión del plan de gobierno a través de conferencias por la mañana del portavoz presidencial, Manuel Adorni, casi que podrían programarse con inteligencia artificial, hoy garantizar lo técnico es un ejercicio casi automático.

 

Antes de ser presidente, Javier Milei hacía sus performances encarnando al General Anarcocapitalista (Ancap).

La casta es el otro

Si el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) fue reconocido como el gobierno de los CEOs o la administración de Alberto Fernández (2019-2023) por la referencia a la inversión en ciencia y tecnología en la apertura de las sesiones ordinarias del 1 de marzo de 2020, el de Javier Milei bien podría ser reconocido como un gobierno de cosplayers.

La actual administración pareciera ser un gran simulacro de gobierno incrementado por demostraciones de violencia hacia periodistas y amedrentamientos para el que piense distinto. Un gobierno donde todos actúan de algo, aunque se olvidan que conducen el destino del país de 47 millones de habitantes y comprometen el futuro de generaciones enteras.

Más allá de la gramática imperante que opera sobre la gestión de gobierno en las cuentas oficiales de X (ex Twitter), donde las características de la gestión de la comunicación de gobierno se basan en el “reunionismo abstracto”, chicanas, enfrentamientos con artistas como Lali Espósito o el fallecido Hugo Arana y agresiones desmesuradas a periodistas, la carencia argumentativa da paso a la variable “pantalla de humo». Aquí los besos casi obscenos del presidente con su novia se mezclan con la remodelación de la Quinta de Olivos para el buen vivir de sus perros, el tamaño de sus pies, y hasta una discusión pública con una cuenta fake del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Da igual, todo muy cambalache, nadie “cuida” al Presidente.

En el mientras tanto, el 56 por  ciento de votantes, muchos de ellos trabajadores asalariados y desocupados, jubilados, estudiantes y amas de casa que lo eligieron como presidente rezan para que no los aniquilen con la liberación de la economía al grito de “la casta es el otro”. Entonces, ¿quién gobierna? 

El mito de gobierno no aparece

En la definición de “mito de gobierno” elaborada en el libro “La Construcción del Consenso: Gestión de la Comunicación Gubernamental” de Luciano Elizalde, Damián Fernández Pedemonte y Mario Riorda, se advierte como tal una referencia al “proyecto general del gobierno una vez que ha sido apropiado por la ciudadanía”. Esto es la comprensión y posterior apropiación ciudadana de la visión general del proyecto de gestión gubernamental con su norte estratégico, rumbo de gobierno y lineamientos generales. El mito los incluye y más aún, trasciende en tanto representación desde la ciudadanía.

Como concepto el “mito de gobierno” es la comunicación de tipo simbólica que debe generar esperanza y que, una vez instalada, puede alimentarse a sí misma siempre y cuando exista coherencia entre la narrativa esbozada y las políticas públicas implementadas. Hoy, el mantenimiento del consenso social y la legitimidad del gobierno no están garantizadas.

Según la consultora Aurelio existe un 52 por ciento por sobre un 47 de los encuestados que prefiere que la discusión acerca de la implementación de medidas económicas se debata en el Congreso y no por DNU. La mayoría opina a favor de la derogación de la Ley de Alquileres y en contra de eliminar la indemnización por despido, así como también otras reformas vinculadas al trabajo. Además el 48,4 por ciento rechazó la privatización de las empresas estatales, mientras que un 53,3 se pronunció contra la dolarización de la economía, una de las principales propuestas de campaña.

Aunque el sondeo dio favorable a la eliminación de los controles de precios, tanto las medidas implementadas hasta aquí (devaluación, quita de subsidios, eliminación de controles, etc) como las propuestas (DNU 70/23 y ley Ómnibus) no poseen una sola disposición que atienda las necesidades urgentes de la población y sólo han profundizado la inflación. Nada contra “la casta” que había pregonado Milei en campaña. Por eso no se puede vender humo a mucha gente durante mucho tiempo. Tarde o temprano hay que dar respuestas y la violencia pareciera que no tiene propiedades de ser un elemento constitutivo en la gestación de un mito de gobierno. O si. No lo sabemos.

La diputada y cosplayer Lilia Lemoine junto a Javier Milei disfrazado del General AnCap.

Hacia dónde no ir: más allá de gobernar en “modo Cosplay”

El gran simulacro de gobierno, que además debe entender que ya no está en campaña y que la comunicación cambió (no es lo mismo la comunicación electoral que de gestión) debe dar paso al pleno ejercicio de la responsabilidad de quien gobierna. Debe robustecerse por la representación institucional. Porque la violencia política discursiva no puede ser la antesala o preludio para generar más violencia.

Si analizamos este fenómeno a nivel internacional, encontramos que este tipo de estrategias de comunicación no son muy distintas a la empleada por Donald Trump como “presidente tuitero”. Recordemos que su cuenta fue suspendida en 2021, luego de las denuncias de fraude electoral y el asalto al capitolio. Ejemplo de que no se debe ni se puede gobernar por redes sociales.

Que un outsider de la política haya llegado a la presidencia con el 56 por ciento de los votos es porque un modo de hacer política se rompió y modificó las condiciones de los consensos básicos democráticos entre representantes y representados. Ni el fracaso económico y político del gobierno de Juntos por el Cambio con la toma de deuda más grande de la historia del FMI, ni el desencanto balcanizador del Frente de Todos pueden explicar la irrupción de Javier Milei al sillón de Rivadavia: es fruto de una expresión multicausal que puso en jaque una crisis más profunda. 

Bien supo capitalizar el odio y el descontento social y construyó, desde el contexto de encierro en plena pandemia del Covid-19 en 2020, a una juventud rebelde que por primera vez desde la vuelta a la democracia se autoproclamó “liberal y de derecha”, se apropió del “que se vayan todos” y catapultó ese movimiento social con pasaje directo a las urnas.

En definitiva, las tareas cruciales que debe realizar la comunicación política del gobierno de Milei, serán las de identificar las contradicciones nacionales y superarlas desde las buenas prácticas de gestión de gobierno, dar respuestas desde el sistema discursivo en torno a las amenazas que rompen el contrato con su electorado y generan rechazo fuera del núcleo opositor, evitar la amplificación de la violencia tanto en el ejercicio cotidiano de representación democrática, como en el uso de las cuentas oficiales de gobierno, y finalmente llamar a la unidad de todos los argentinos para superar la dicotomía entre individualismo meritocrático y colectivismo solidario, tal cual propone el encuadre de gobierno.

Ardua tarea por delante, más si se tiene en cuenta que en los próximos días se define la aprobación del DNU y una mega ley que plantea un cambio de régimen en favor del 1 por ciento más rico de Argentina contra las grandes mayorías que ya venían castigadas por las dos administraciones anteriores.

Desde la comunicación política buscamos encontrar las diagonales que permitan interpelar a quienes piensan distinto y encontrar las soluciones adecuadas para no continuar profundizando la hemorragia de Argentina en un contexto mundial apremiante. Veremos qué sucede en los próximos días: ojalá no se equivoquen los caminos.

* Magíster en Comunicación Política.

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