Trabajan, estudian, militan por la educación pública pero entienden que la defensa de este derecho humano excede a lo sectorial. Una razón común que llevaron a las calles el miércoles 24 de enero, al paro y a la marcha. Afirman que lo que está en riesgo es la vida democrática, la de las instituciones que le dan sentido a la convivencia cotidiana, y por eso la tarea pasa tanto por las aulas como por la participación en todos los ámbitos y no mirar para otro lado. Y es urgente.
Beatriz Argiroffo, Cristina Jelonche y María Suárez son educadoras. Yago Chandia es el presidente de la Renace (Red Nacional de Centros de Estudiantes) Rosario. Comparten sus miradas sobre las razones para seguir movilizándose y desafiar las medidas políticas contenidas en el decreto de necesidad y urgencia (DNU) y la ley ómnibus que impulsa el gobierno de Javier Milei.
Beatriz Argiroffo es profesora y licenciada en historia, docente jubilada, con más de 33 años de trabajo en escuelas públicas secundarias. Se sumó a la marcha del 24 primero con la columna de Amsafé Rosario, luego siguió con una amiga. “Marchar con el sindicato o sola son opciones válidas en estas circunstancias”, aprecia.
Dice que las razones que la llevan a movilizarse –el 24 y las veces que vendrán– “van más allá de las preocupaciones sectoriales como docente, las exceden”. “Las medidas de este gobierno no tienen que ver con un recorte o un ataque a la educación solamente, sino con un conjunto de medidas y cómo eso impacta en la vida de las personas de este país; en el presente y también en el futuro”, analiza y agrega: “Son preocupaciones que superan la propia generación. Tengo 60 años y pienso que acá hay un problema que va más allá de mi propia vida, es lo que me impulsa a estar en la calle”.
Beatriz afirma que en sus más de 30 años de trabajo docente no ha vivido una situación similar, la considera inédita y “el peor escenario imaginado, porque está en juego la vida de las instituciones democráticas”. Las medidas de Milei la convocan a pensar –dice– “en la fragilidad de las instituciones de la república, en cómo pueden volarse de un plumazo”. Opina que es igual de preocupante “la lenta reacción de la clase política, de los legisladores: a la locura de estos paquetes de medidas contenidas en la ley ómnibus y el DNU hubiera esperado una reacción contundente de parte de la clase política en general”.
Para la profesora, “manifestarse democráticamente en contra de las decisiones que está tomando este gobierno es una responsabilidad cívica”. “Este gobierno es el peor escenario pensado, pero peor sería que esté pasando y no estemos en las calles, que estén vacías”, expresa, y dice que el paro del 24 de enero debiera ser “el inicio de un plan de lucha y no un gesto aislado y desesperado frente a lo que está ocurriendo”, por eso pide que “nuestros dirigentes gremiales estén a la altura de las circunstancias”.
Beatriz Argiroffo es reconocida militante también por la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas y defensora de la enseñanza de la historia en las aulas. Encabezó varias movidas cuando diferentes reformas de la enseñanza trataban de borrar de las aulas esta disciplina clave para la memoria de los pueblos. “Cómo nos acordamos de eso con Claudia Etcharry y Elvira Scalona –también docentes en la materia– porque como profesoras de historia nos preguntamos qué hicimos, qué pasó acá”, repasa en voz alta valorando la defensa que ejercieron de la disciplina.
En su mirada, es decisivo valorar “la responsabilidad cívica de enseñar historia en la escuela”.
Participación estudiantil
Yago Chandia es el presidente de la Renace Rosario, la red que reúne a centros de estudiantes de escuelas secundarias. La organización que preside se sumó junto con la Feser (Federación de Secundarios Rosario) a la marcha y al paro de fines de enero. “En esta movilización salimos en forma conjunta, entendimos como en otras veces la necesidad de salir y convocar unidos, porque el objetivo es el mismo”, señala.
Ese objetivo común que los reunió en el reclamo pasa por “la preocupación por la educación pública”, los anuncios de medidas privatizadoras que atentan contra este derecho. Pero también el interés de que más escuelas secundarias se sumen a las organizaciones estudiantiles. “Queremos que las escuelas de Rosario crezcan en representación, que haya más participación estudiantil”, marca el dirigente de la Renace.
Yago señala que en ese objetivo común que los lleva a las calles está la preocupación general por el DNU y la ley ómnibus. “Nos dicen que «vamos a la escuela a calentar sillas, que no hacemos nada» pero no es así, porque nos damos cuenta que quieren sacar las facultades del Congreso, para que avancen las otras medidas, como vender las empresas del Estado”, advierte.
Repasa que una situación parecida se dio en el 2001 y hoy se quiere repetir. Dice que es necesario “defender la industria nacional para no depender del extranjero” y atender otras urgencias como evitar que se venda YPF, se desfinancie la cultura o no se cuide el ambiente.
En la charla con El Eslabón, Yago insiste en marcar cómo las medidas de La Libertad Avanza atentan “sobre las facultades del Congreso”. “Si está todo el poder en el Ejecutivo estará dejando de funcionar una parte muy importante que nos representan, que son diputados y senadores; y el presidente podrá hacer lo que quiera”, alerta.
En su mirada, es fundamental la participación de los centros de estudiantes, tanto como darse el tiempo necesario para charlar “con nuestras familias, vecinos y votantes de Milei, con el otro que piensa distinto”. Invita a tomar la posta de la preocupación por el país y ayudar desde el lugar que cada uno pueda. “Dar la discusión es también otra manera de combatir lo que pasa”, propone.
Pensar siempre en la otra persona
Cristina Jelonche es docente e integrante del consejo directivo del Sadop Rosario. Participó de la marcha del 24 con sus compañeras. Subraya el valor de participar en enero, con otros gremios y personas que fueron por la suya, y la heterogeneidad de las y los manifestantes, todos afirmando “la patria no se vende”.
Como haciendo un repaso en su memoria, Cristina comienza a enumerar en voz alta las razones que la movilizaron –y movilizan– a salir a la calle. “Son muchas cosas: mi familia, mi papá de 89 años que está muy preocupado por lo que pasa y me dijo que hay que participar. El primer ejemplo militante me lo dio él”, agradece ese consejo.
La educadora afirma que la pelea nunca es por lo propio sino “siempre por todos, por los que menos tienen”. En esa misma línea, asegura que hay que recordar que los logros sociales a lo largo de la historia “siempre son con lucha”.
“Me movilizan la Nación que está en riesgo –continúa en ese repaso– con la ley ómnibus y el DNU; la desregulación de los precios: ir al supermercado o a la verdulería y no saber qué es lo que vas a poder comprar y pagar”, dice para seguir señalando que la inquietud es la vida diaria.
“Me movilizan la defensa del ambiente; que se quieran vender empresas (del Estado) que dan ganancias; la violencia que se ejerce ante el pensamiento diferente: este es un gobierno violento y agresivo. Me moviliza saber que somos nosotros, «la casta», quienes realmente estamos perdiendo: nuestro sueldo ya no vale como un mes atrás; me preocupa aquel que no va a poder comer, ni comprar un medicamento ni acceder a la salud”, recorre Cristina como una sucesión de imágenes de la realidad argentina.
Lleva 27 años en la docencia. Sabe de memoria que el inicio de las clases es un tiempo clave, un medidor de la situación social: los ingresos de las familias, el precio del transporte (más allá del Boleto Educativo), “siempre tenemos que pensar en los otros”, repite.
En lo propio de la educación, Cristina dice que las medidas del gobierno generan intranquilidad en este ámbito. “No puedo concebir que la presencialidad sea hasta tercer grado y luego virtual y libre. Me da la sensación que no hay idea de lo que es la educación, que no se acuerdan de lo que vivimos en pandemia”, expresa sobre lo que considera una clara medida de exclusión.
La docente y dirigenta del Sadop Rosario señala al 2001 como un tiempo de crisis. “Después vi mejoras, nos acostumbramos y no me gustaría perderlas”, dice de las conquistas sociales alcanzadas en los gobiernos kirchneristas.
Convoca a “no perder la esperanza, estar unidos, informados, respetar al otro, no atacar por el voto y siempre buscar una solución colectiva. Ya estamos en el barro, hay que tratar de salir, volviendo a encontrar nuestras fortalezas, no quedarnos en lo negativo para no hundirnos”.
Se atenta contra derechos básicos
María Suárez es docente y licenciada en pedagogía social. Estas medidas –por el DNU y la ley Ómnibus– “atentan contra los derechos básicos y fundamentales, contra la institucionalidad democrática” es lo primero que afirma, a manera de fijar una preocupación común a todos los ámbitos y lo que la movilizó también a estar en las calles el 24 de enero pasado.
En lo específico de la educación, señala como inquietante que “al tomarla como servicio esencial se afecte el derecho de huelga, permite que los paros puedan ser tomados como causales de despidos justos”. También que las medidas impliquen el “congelamiento del financiamiento educativo”, que se establezcan “evaluaciones continuas para la docencia” y que quienes no tienen título docente puedan ejercer como tales.
Para Mary Suárez, un tema clave de inquietud son las infancias, “la desprotección a la que se las lleva”. Estas medidas –asegura– tocan derechos básicos. Toma como ejemplo de la gravedad de avanzar sobre legislaciones esenciales la ley Micaela (27.499), “una conquista fundamental” porque significó que todas las personas que están en la función pública deben capacitarse en género y violencia de género, y ahora se limita esa obligación a quienes “están en situaciones específicas de violencia”.
“Cuando se estaba avanzando, de a poco, ahora se retrocede dos siglos”, apunta la educadora sobre lo que representan estas decisiones de avasallar derechos. La sensación de Suárez es de retroceso “en lo político, en lo económico, en lo social”, más bien “todas las líneas´(del gobierno de Milei) están relacionadas con lo que fue la dictadura”.
Mary Suárez trabaja en Indeso Mujer y en una escuela primaria. Lleva casi 40 años de trabajo docente y ejerce en espacios de educación formal y no formal. En ese recorrido de experiencia profesional y militante, asegura que “hubo muchos momentos durísimos, como el 2001” o los de “reconstrucción después de la dictadura”.
Trabajó 35 años con el padre Edgardo Montaldo en Ludueña, donde aprendió de la teología de la liberación y de la pedagogía de Paulo Freire. Perspectivas que asegura hay que tener presentes en estos momentos.
Para este gobierno el centro de sus acciones “está en el poder económico, por eso vienen para arrasar con todo, es un saqueo de los recursos de la nación en beneficio de las grandes corporaciones”.
Piensa que para hacer frente a esta situación política un paso es “dejar de hablar en microespacios donde nos entendemos y hablamos como en clave, dejar esos microclimas”. El desafío pasa –agrega– por “poder generar conciencia, reflexión crítica en la mayoría de los que están siendo damnificados pero aun creen que hay que darle tiempo (al gobierno)”. Una tarea que también alcanza a los medios hegemónicos que no dejan ver el daño que está pasando.
Opina que la fortaleza está en “unirnos más fuertemente” y generar la contención necesaria ante un daño que augura profundo. “Tenemos que transformarnos, como dice Galeano, en ser esas llaves de todas las personas que lo vayan necesitando”.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 27/01/24
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