Frente al desfinanciamiento y los varios despidos en pos de arreglar los números, trabajadores y trabajadoras del Conicet llevan adelante un proceso de lucha que va más allá de su situación sectorial.

Sólo en el Conicet, hay casi tantos despidos como días de gobierno de (al menos en los títulos) Javier Milei. A eso se le suma el congelamiento del presupuesto en términos nominales –que permitiría el funcionamiento del organismo sólo hasta junio– y la resolución de no otorgar más becas posdoctorales, que son las que permiten el ingreso de nuevos y jóvenes investigadores al organismo. Ante esta situación trágica de la producción de conocimiento nacional, los trabajadores no se quedaron de manos cruzadas, y vienen organizando un proceso asambleario que tuvo una reciente expresión en la convocatoria a una jornada de lucha en defensa del Conicet y por la reincorporación de los trabajadores despedidos, llevada a cabo en la Siberia. En la mañana del miércoles 30 de enero se realizó la concentración, convocada por La Asamblea de trabajadoras y trabajadores de Conicet del Centro Científico Tecnológico (CCT) Rosario y ATE Rosario. En ella estuvieron presentes concejales, diputados y senadores de la oposición “irracional”: aquella que no pretende negociar la privatización de una empresa más o una menos por las facultades extraordinarias que, irónicamente, anulan negociaciones anteriores. También demostraron su solidaridad y apoyo a otras luchas sectoriales que confluyen por el bienestar del pueblo argentino del que, como bien lo expresó Beatriz Introcaso, secretaria general de Coad, tanto docentes como investigadores del Conicet y de la Universidad, son parte.

“En el Conicet no sobra nadie”

Si se entra a la Siberia por Ocampo y Esmeralda, se puede seguir un camino que gira a la derecha unos metros, para doblar de nuevo hacia el lado del río. Allí se abren un poco los árboles y se imponen a la vista edificios grandes, los del Centro Científico y Tecnológico de Rosario. Antes de ellos, hay un pequeño parque de cemento donde se dejan motos y bicicletas. “Iba a correr la moto por si molestaba”, se escucha por ahí. “Pero sabía que para algo iba a servir”, rectifica cuando cuelgan y apoyan carteles en ellas. En el mismo parque, cuelga de una grúa del tamaño de una persona una soga con el nudo del ahorcado. En el cuerpo de la grúa, el logo del Conicet con el nombre cambiado: “Agonicet”. Ahí está la concentración.

“Estamos acá diciendo que en el Conicet no sobra nadie, que necesitamos a todos y todas, que somos el organismo público de Ciencia y Técnica más reconocido de América Latina y que no vamos a soportar este ajuste que se está llevando”, denunció Marianela Scocco, doctora en Historia e Investigadora, frente a la bandera que llevaba la insignia: “Conicet en lucha. No al ajuste”. Y se refirió al despido que se conoció en Rosario, que fue revertido en el día de cierre de este semanario, gracias a la lucha de trabajadores del CCT junto a ATE. A nivel nacional, se rumorean posibles reincorporaciones, pero aún no hay comunicación oficial al respecto.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Scocco también se refirió a las complicaciones en el cobro de salarios por la decisión del Banco Nación (BN) de frenar las transferencias de recursos a provincias y entes autárquicos en pos de alcanzar el déficit cero. Tanto la Universidad Nacional de Rosario como Conicet tienen un convenio con el BN que les permitía cobrar el primero de cada mes: el BN adelantaba los sueldos, y luego el Tesoro transfería las partidas correspondientes. Con el cambio, el pago a los empleados públicos se realizaría una vez que el Tesoro deposite: fecha desconocida. Apenas se conoció esta información, desde las autoridades de la Universidad comenzaron las gestiones correspondientes, acompañadas de un comunicado público, y lograron revertir la situación; aseguraron que los salarios estarán acreditados a partir del 1 de febrero, como es de uso frecuente. Sin embargo, no se sabía si esa decisión afectaba sólo a los trabajadores de la universidad o al conjunto de los trabajadores estatales que cobraban bajo ese régimen. La palabra que más circuló en relación al tema fue “incertidumbre”, pero finalmente tanto la universidad como los del Conicet percibieron su salario a principio de mes. 

Julieta Peppino, la Peppi, antropóloga y becaria del Conicet, en charla con este medio, analiza: “A nivel general hay un ataque en relación al desfinanciamiento, que tiene que ver con el congelamiento del presupuesto. Se asignó la partida para el 2024 considerando la partida del 2023, con lo cual a nivel de organismo lo único que se garantizó fue el financiamiento hasta junio, con congelamiento de salarios, de becas y demás. A eso se le sumó el corte de los ingresos de beca doctoral, postdoctoral y los ingresos a carrera. Por el momento no hay novedades sobre el tema. Lo que se está viendo en términos generales es un ataque, un desfinanciamiento del sistema en su conjunto”. Y agrega: “En las ciencias sociales, a nivel ideológico hubo un ataque particular. Se vio antes de que asuma Milei, con algunas publicaciones y artículos en que se denigraba y se ponía en cuestión el sentido de nuestras disciplinas”. 

A la vez, la Peppi señala que las ciencias sociales son el sector que tiene menos posibilidades de generar financiamiento por fuera de la órbita estatal. “Si bien esto no es un anuncio oficial, se cree también que vamos hacia la agudización de un sistema mixto con desfinanciamiento de los presupuestos públicos y una apertura a la entrada del capital privado, que por lo general pone mayor valor a otras áreas, vinculadas a las ciencias naturales, ciencias exactas, medicina, salud”, indica. Y aclara que “si bien tampoco se espera un futuro muy auspicioso para el resto de las grandes áreas, consideramos que en las ciencias sociales hay un ataque específico que tiene que ver con la imposibilidad de financiarse desde otros lugares”.

Libre y soberana

“La idea que tenemos respecto del Conicet es que todos los organismos del Estado apunten a garantizar derechos a la comunidad en general”, dijo en charla con este semanario Victoria Bona, docente universitaria e historiadora, y becaria doctoral del Conicet. “Nosotros no decimos «Conicet es perfecto, Conicet tiene un camino allanado». De hecho, estamos discutiendo que hay 1300 becas doctorales. Esto implica que gente que durante cinco años hizo su doctorado ahora terminan y entran 1300 nuevos, que serían los que no están entrando. O sea, que el Conicet no es un organismo como lo deseamos, como lo soñamos, como lo pensamos, pero sin embargo, lo que estamos discutiendo es que las políticas de este gobierno van en contra de todo eso”.

Bona señala dos cuestiones: por un lado, la defensa de una ciencia soberana, y, por el otro  que “la lucha que estamos encauzando no solamente tiene que ver con la defensa del Conicet, sino con los derechos de los trabajadores en general. Acá lo que está sucediendo es que se está desfinanciado el organismo y ese desfinanciamiento produce desocupación y desempleo de compañeros y compañeras que tenían sus contratos firmados, en este caso, por un año. En esa doble causa, defendemos la ciencia pública, donde la social tiene un rol fundamental de cara a la sociedad, y también estamos defendiendo los derechos de los trabajadores que es lo que muchos de los cientistas sociales además estamos estudiando”.

Preguntada por el rol de la ciencias sociales en el organismo, discurre: “Tenemos, en Conicet, muchos sectores. Hay quienes hacen ciencia aplicada, hay quienes hacen teoría, y nosotros creemos que las ciencias sociales en ese esquema son fundamentales no solamente porque generan conocimiento crítico, sino porque la dirección de las políticas científicas está en manos de quienes nos ocupamos de las ciencias sociales. No somos solamente gente que está en una torre de cristal haciendo ciencia. La idea que defendemos nosotros es que nuestros puestos de trabajo y nuestros derechos son los que garantizan derechos al conjunto de la sociedad. Y eso lo pensamos los cientistas sociales”.

Nada que envidiar

“La defensa de Conicet es la defensa de una pata fundamental para un proyecto de país inclusivo, solidario, con proyección internacional, y que sería de interés para sectores de la sociedad muy distintos. No es sólo para un sector o para un partido político en particular, sino que es parte de una política que debería ser estratégica para el país, tal como existe en muchos otros países tanto de la región, en el caso de Brasil, como en Europa”, asegura Esteban Domínguez, docente de la UNR y becario postdoctoral de Conicet, y agrega: “Conicet es un ejemplo a nivel mundial de cómo desarrollar ciencia en el ámbito público y los profesionales que se forman ahí son referencia en todo el mundo. Yo particularmente tuve la oportunidad de trabajar en Francia en investigación, y es una institución que no tiene nada que envidiarle a la de un país como Francia, incluso en el ámbito de las ciencias sociales y humanidades, en donde el instituto de investigación francés es central y una referencia mundial. (Conicet) Es una institución que es fundamental no sólo para el desarrollo económico del país sino para el desarrollo cultural. Y es a la vez la posibilidad de producir un pensamiento propio con estándares propios y que compita en el mejor sentido del término con la producción de saberes en el resto del mundo. También me parece que es importante porque es un posible punto de producción de conocimiento desde el sur global”.

Domínguez, hablando de las ciencias sociales, opina que el debate sobre su utilidad es un debate mal dado, que es una “trampa en la que nos pusieron”, y que si bien “hay que asumirla y se puede discutir en ese registro”, quedarse sólo con eso es perder parte del terreno de lo que le pueden aportar las ciencias sociales a un país. “En concreto, y si tenemos que pensar la cuestión de la utilidad, pero en un sentido más general, es más interesante pensar cómo desde Conicet en la formación en ciencias sociales, en humanidades, en la formación de doctorados, en los últimos veinte años de la consolidación del organismo a esta parte, se realizó una transferencia permanente de recursos financieros para la formación de recursos humanos que hoy confluyen en las universidades nacionales. Muchos profesores que hoy tenemos, docentes jóvenes, de 30, 35 años, son doctores porque se pudieron doctorar en el marco de becas doctorales, y eso mejora directamente la planta docente de las universidades. Hoy tenemos jefes de trabajos prácticos en muchas cátedras que tienen un recorrido de formación doctoral, algo que en otro momento de la historia argentina llegaba mucho después, como consagración de una carrera”, y asegura: “Hay un trabajo que tiene que ver con la producción general de conocimiento que hoy está mucho más consolidado que hace veinte años. Y eso repercute directamente en la calidad de las carreras, de ciencias sociales en particular y de otras disciplinas en general”. 

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Más allá del marco académico, Domínguez considera que la defensa de las ciencias sociales “es una razón de Estado en el marco del debate sobre qué Estado necesitamos. Obviamente, para un gobierno como el de Milei no es una razón de Estado. El objetivo es que no existan las ciencias sociales, porque en un momento en que la política generalizada es una política de la falsedad, la organización de la mentira, con las fake news, etcétera, justamente las ciencias sociales constituyen un escollo para esa política. Ahora, si pensamos un Estado con proyección internacional, con proyección hacia lo profundo de nuestra patria, inscripto en una historia nacional, las ciencias sociales son fundamentales porque son generadoras de conocimiento y de pensamiento crítico que es la condición de posibilidad del desarrollo de un montón de otras investigaciones. Tendemos a separar, a no darnos cuenta que las ciencias sociales, sobre todo lo que trabajo yo que es la teoría, forman parte de las ciencias básicas, que eso queda como recurso a la mano para un montón de otras investigaciones que pueden ser más de ciencia aplicada. Un proyecto de país como el que soñamos es impensable sin la formación de profesionales con pensamiento crítico, con producción de conocimiento desde el pensamiento crítico, que justamente brinden herramientas para poder combatir contra esta política generalizada de la mentira, de la falsedad que se intenta imponer de manera masiva”.

Sobre esa política de la mentira y de la falsedad, Esteban encuentra ejemplos claros en las declaraciones de Milei “como que en la historia mundial desde el año 0, que no existe, hasta el 1800, se mantuvo invariable el PBI; o la conceptualización que él tiene sobre la libertad. En el caso del PBI, cualquier historiador económico puede refutar eso. Para eso se necesita la formación en ciencias sociales. Sobre la concepción de la libertad lo mismo, cualquier profesional formado en el ámbito de la teoría y la filosofía política te puede decir al toque que esa idea de libertad que propone Milei es muy limitada: esa libertad negativa que nos propone, como una ausencia de impedimento externo, como un respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, es sólo una parte de una idea mucho más amplia que recorre la historia de la humanidad y que señala que nadie es libre de manera aislada, sino que nos realizamos como seres humanos libres en sociedad, en comunidad, y sólo somos libres a condición de que otros sean libres como nosotros. Todo el discurso de Milei es un discurso a disposición de ser criticado por las ciencias sociales. Por eso no es casual que uno de los primeros puntos de ataque sea a la ciencia en general y a las ciencias sociales en particular como inútiles, inservibles. Justamente son, no sé si su principal amenaza, porque su principal amenaza está en la calle, más allá de un conocimiento, pero es una amenaza importante a su discurso, y por eso las combaten y por eso nos quieren ahogar”.

¿Quién “da” más?

Lo que sucede en Conicet no es una mera reorganización administrativa, una eliminación de “cargos redundantes” o una racionalización que pretende mejorar el organismo. Es un desmantelamiento que hace honor al sustrato ideológico del presidente, quien demostró su opinión sobre la ciencia y tecnología pública en el video que se difundió durante su campaña: “Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación, algo bien del sector privado. Nada… bueno salió del sector público, ¡afuera!”. Cabría preguntar, con peligro de ofender o de recibir respuestas de un orden desproporcionadamente subjetivo: ¿Milei estaría, entonces, en contra de un organismo como la Nasa, de financiamiento público? Para remitirnos, claro, a países donde la superioridad moral y estética del capitalismo se nos presenta a modo de evidencia empírica insoslayable.

Esa coincidencia, sin embargo, no fue evadida, y el propio Milei la trajo a manera de comparación, al asegurar, en el programa “A dos voces” –transmitido por TN– del 16 de agosto: “El Conicet hoy tiene 35 mil personas. La Nasa tiene 17 mil. Me parece que el Conicet no produce en línea con lo que produce la Nasa. O sea, la productividad del Conicet es bastante cuestionable. La Nasa, digamos, me parece que produce un poquito más”. Pero, para los amantes del dato-no relato, el SCImago Institutions Ranking 2023 –uno de los más prestigiosos organismos a nivel internacional que se encarga de evaluar el desempeño, particularmente en términos de productividad científica, de organizaciones gubernamentales, institutos de investigación y universidades– tuvo al CONICET en el primer puesto de las instituciones gubernamentales con mayor impacto social en la región latinoamericana y, en el ranking mundial –y juntando todos los factores– Conicet estuvo en el puesto 197, mientras que la Nasa, según el mismo ranking, en el 246. Por su parte, Chequeado, organismo financiado por distintos sectores cercanos a Macri, grupos empresarios varios, y por “cooperación internacional”, denominación que funciona a modo de eufemismo de la embajada de Estados Unidos y demás –es decir, ningún organismo precisamente zurdo–, asegura, en una nota del 22 de agosto, cotejando los dichos de Milei con los datos de Scimago: “Esto es así a pesar de que en la Argentina el Conicet tiene un presupuesto en dólares 72 veces menor al de la Nasa, y que el Estado nacional destina menos recursos sobre el PBI que el Gobierno de los Estados Unidos”. Y esto se escribió antes del congelamiento presupuestario.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 03/02/24

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