El establishment es el guionista del programa más salvaje desde la última dictadura. Detrás de la fantochada anarcolibertaria hay un proyecto de disolución nacional. Las esquirlas de la estruendosa derrota legislativa del oficialismo.

Como se viene advirtiendo desde esta columna, Javier Milei no pudo formar un Gobierno. Con la complicidad del macrismo en sus diferentes versiones, el elenco estable de profesionales de la timba financiera y un puñado de corporaciones que conforman el llamado Círculo Rojo, a duras penas el ex panelista televisivo logró completar la grilla de ministros de un Gabinete que hasta el momento, lejos de gestionar algo, se ha dedicado a empeorar la situación en cada una de las áreas de su incumbencia respecto de la administración encabezada por Alberto Fernández.

Lo más preocupante, que asoma en forma espectral detrás de las pantomimas y fantochadas del presidente anarcolibertario, es el poder real, encargado de brindar insumos y contenido al mega Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), vigente salvo las excepciones que la Justicia le impuso como tope, y la caída Ley Ómnibus, que acaba de estrellarse en la Cámara de Diputados de la Nación.

Las corporaciones, locales y transnacionales, están presentes en ambos textos con características de loteo, área por área, sector por sector, para que el Estado tan denostado por la administración central –y por las cúpulas empresariales– les ofrezca obscenas garantías de rentabilidad.

Al menos en la Argentina, la historia muestra la proverbial habilidad que el empresariado más concentrado tiene para hacer negocios con y gracias al Estado, cuya contracara es la más absoluta ineptitud para entender y practicar la política, ya sea a la hora de apoyar determinado modelo de país como de establecerse como una burguesía nacional que piense en términos estratégicos.

Esa propensión a privilegiar una ideología que choca de frente con sus propios intereses explica la dependencia cíclica del establishment empresarial concentrado de las dádivas que un Estado bobo debe aceptar otorgarle para que sus negocios sigan andando sobre rieles.

Como poder económico, el lobby que accionan no tiene como blanco tan sólo el Estado nacional, sino que presiona fuertemente en las provincias, financiando campañas y carreras de futuros gobernadores, legisladores, intendentes, medios de comunicación y periodistas, que terminan siendo parte de un dispositivo que apalanca esos negocios y configuran una lógica que sintetizan en un “federalismo” muy sui géneris.

De hecho, hace décadas que cada provincia –en especial las más ricas en recursos naturales– ha sido “alambrada” por ese poder económico asociado a la política, poniéndole precio al “aporte” que hacen los Estados provinciales a la nación y exigiendo a cambio permanentes “reparaciones” a esas injusticias distributivas.

La reforma constitucional de 1994 reforzó esa mecánica de relación entre Estado federal y Estados provinciales, congelando el régimen de coparticipación y tornándolo poco menos que inmodificable a partir de la unanimidad absoluta que deben conseguir todos los territorios para realizar cambios en el reparto de la torta coparticipable.

Este status, que podría ser un problema interno de organización político económico, se ha transformado en un un riesgoso sistema de atomización de intereses que ya ha sido percibido desde el poder económico transnacional como una oportunidad de negocios y de fragmentación territorial: el viejo y exitoso plan imperial británico que dividió en pedazos las Provincias Unidas del Sur hoy es reflotado a partir de las condiciones de nación dividida que presenta la Argentina fronteras adentro.

Las políticas extremistas de Milei no hacen más que alentar ese peligro disolutivo. El aleteo de buitres como la corporación Starlink, de Elon Musk, y de BlackRock, el mayor fondo de inversión global, sin ser los únicos, alertan respecto de los intereses multinacionales en quedarse con los recursos naturales y las empresas públicas del país.

Un Estado reducido a su mínima expresión, provincias que tienen como único horizonte de desarrollo su propio ombligo, legislaturas y un Congreso que no dimensionan este estado de cosas o se pliegan a ser vehículos de su concreción, conforman el verdadero escenario de la presente coyuntura.

Un frente opositor en gestación

Una vez más, es clave el rol del peronismo, como último dique de contención ante la brutal ofensiva del capitalismo financiero y rentístico. La unidad que exhibió el bloque de Unión por la Patria en el sainete legislativo que culminó el martes pasado es un buen indicio en ese sentido, y los movimientos de la Confederación General de los Trabajadores (CGT) apuntan a consolidar el frente opositor.

Más allá del dificultoso trabajo que tiene por delante el peronismo para recomponer el vínculo que lo mantiene alejado de vastos segmentos sociales que le fueron leales, lo cierto es que en los bloques legislativos existe la certeza de que si el experimento Milei avanza se llevará puesto al país entero.

Asimismo, los gobernadores peronistas, excepto el de Tucumán –que debe estar pensando de qué disfrazarse en el próximo carnaval– ya sienten en carne propia la criminal extorsión de Caputo y se preparan para dar batalla.

Y en las dos últimas semanas los principales dirigentes cegetistas ya venían manteniendo encuentros con gobernadores y legisladores para frenar la Ley Bondi cuando fuera el turno del Senado. Ahora la estrategia del movimiento obrero organizado tiene cuatro ejes: uno gremial, otro judicial, el legislativo y el político.

Mientras el desasosiego social crece al ritmo del ajuste, el análisis de los dirigentes de la CGT no descarta una nueva medida de fuerza, que no tiene fecha pero seguramente no sería antes de marzo, e incluso algunos hablan de abril.

Mientras tanto, la unidad sindical es un activo que ponderan hacia adentro de la central obrera, donde se destacan los acuerdos con las dos CTA y la izquierda; los avances que hubo en el frente judicial, donde se consiguió poner freno a la reforma laboral, también entusiasma a la cúpula cegetista. Al mismo tiempo, los escenarios legislativo y político parecen los más complicados, y por ello la mesura a la hora de poner el carro delante del caballo. “No vaya a ser que un paro asuste a los interlocutores con los que estamos dialogando para convencerlos de la necesidad de enfrentar este programa destructivo”.

Lo cierto es que hasta ahora sólo el oficialismo ha puesto en la mira al peronismo y la CGT como factores desestabilizadores. Milei y su staff han mostrado que tienen más capacidad que toda la oposición junta de dañarse a sí mismos.

Así y todo, Pablo Moyano explicó a su manera las chances de llevar adelante una medida de fuerza: “No le voy a poner fecha, pero si avanzan en contra del pueblo argentino, sobre los derechos laborales, las fuentes de trabajo y bajan los salarios, no me voy a quedar de brazos cruzados. No se descarta nada”.

Caída del bondi con heridos y magullados

La sesión especial del martes 6 de febrero deberá ser recordada como la derrota legislativa más rápida de un gobierno en más de 40 años de democracia. El oficialismo contaba con sus aliados radicales, macristas, peronistas de lealtades sucesivas y otros sellos para darle la puntada final al esperpéntico proyecto que ya había sido votado en general.

Antes del desastre parlamentario que sufrió La Libertad Avanza (LLA), el artículo 3 de la Ley Ómnibus –que le otorgaba facultades legislativas al mandatario por un año– había sido aprobado con 134 votos a favor y 119 en contra.

En ese preciso instante comenzó un sainete nunca visto de 1983 a la fecha. Como el oficialismo seguía introduciendo ítems no contemplados en el dictamen fantasma que habían conciliado los bloques “dialoguistas” y las huestes lideradas por el diputado libertario Oscar El Duro Zago, en un momento, prácticamente todas y todos en las bancadas “opoficialistas” se encontraban leyendo las modificaciones, comparando con lo que habían acordado.

Fue tan desastroso todo que a poco de comenzar a votarse los alcances de esas facultades delegadas el oficialismo rápidamente tomó nota de que para las cuestiones fundamentales no le daban los votos. Contraer deuda sin pasar por el Congreso –el negocio de Luis Toto Caputo–; las privatizaciones; las reformas previsionales y la suba de retenciones fueron los ejes de las disidencias.

Pero lo fundamental fue que ya nadie entre los “dialoguistas” confiaba en los “acuerdos” con el oficialismo. Cada punto conciliado, tarde o temprano terminaba siendo desautorizado por otras instancias de decisión. Algunas terminales de esos rechazos terminaban en la propia dupla conformada por Karina y Javier Milei.

Lo cierto es que el problema crucial fue que en los puntos principales las manos levantadas no eran suficientes. El intento de acuerdo con los gobernadores de la UCR, el PRO y Martín Llaryora, de Córdoba, terminaron estrellándose contra la pared que a esa altura estaba corporizada en el asesor presidencial Santiago Caputo. Y a esa altura, los diputados de los bloques aliados ya comenzaron a mostrar signos de hartazgo absoluto.

Es que desde la semana anterior ya se podía vislumbrar que el destino de la ley ofrecía cumbres borrascosas y desfiladeros peligrosos por donde podía caer ese bondi atestado de negocios corporativos.

El ministro del Interior, Guillermo Francos, luego de que el Gobierno decidió retirar el llamado Paquete Fiscal, se reunió con los gobernadores conciliadores, quienes le plantearon una salida: coparticipar el 30 por ciento del Impuesto País. El funcionario les dijo que era factible, pero debía realizar una ronda de consultas.

Fue entonces que Milei mandó al tuitero devenido vocero Manuel Adorni a desmentir cualquier posibilidad de coparticipar el Impuesto País. Tal desenlace hubiese hecho renunciar a alguien con suficiente dignidad y mínima autonomía, pero la primera le es esquiva al ex directivo de la Corporación América y sobre la otra el que decide es Eduardo Eurnekian, quien no libera al ministro de su tobillera electrónica.

Cuando se votó en general la mega norma, y todo pasó para el martes 6, muchos supusieron que en ese lapso habría de limarse toda aspereza y que se llegaría al recinto con todo el articulado consensuado. Nada de eso se dio, y cuando el naufragio ya era visible desde la costa, el titular del bloque de LLA pidió el pase a comisión del mamotreto. El presidente de la Cámara baja, Martin Menem, rápidamente pidió que se vote y ante la voluntad mayoritaria levantó la sesión.

¿Sabían en LLA que al pasar a comisión la ley entera volvía a su punto de partida, quedando sin efecto la media sanción en general? Dio toda la impresión que no. Zago no conocía el artículo 155 del reglamento interno, que establece expresamente que “un proyecto que vuelve a comisiones después de haber sido sancionado, ya sea en general o en general y parcialmente en particular, debe someterse nuevamente al trámite ordinario como si nunca hubiera recibido sanción alguna”. Y quedó en off side al aire en un programa televisivo, al igual que Francos.

Es muy probable que Menem tampoco conociera el alcance de tamaña decisión. Todos creyeron que volvía a comisión sólo en particular y que ya tenían adentro la ley en general e incluso las facultades delegadas y desde ahí pensaban apretar en comisión para conseguir el resto. Luego, para salvar la bochornosa situación, surgió la operación de prensa que sugiere que todo se debió a una orden de Milei desde Israel.

Son muy básicos. Francos era el “político con muñeca”, pero está visto que cuando se pasan más años en una corporación que en la política ocurren estas cosas. Mientras algunos analistas hablan de “improvisación”, lo que pudo constatarse estos días que lleva en el gobierno Milei y su elenco es una total ignorancia de las leyes, reglamentos y, principalmente, el rechazo de todos los principios que rigen a la política en todo el mundo: la búsqueda de acuerdos, la negociación, y luego, recién después de todo ello, intentar imponer un programa.

El peronismo, en términos históricos, siempre hizo esto. Intentó convencer, probó con negociar, y si fracasaba en el intento, acometía con su mayoría. Milei no puede hacerlo partiendo de una posición de tamaña inferioridad numérica en el Congreso.

Luego de la catastrófica derrota legislativa, algo quedó al desnudo: ¿quién da “la vida por Milei”? En caso de que éste despierte las pasiones que alguna vez el general Juan Perón motivó, habría que escarbar en el 30 por ciento real que lo votó, descartando una buena porción que ya sintió en su víscera más sensible la crueldad de las políticas de motosierra. Es improbable que el 26 por ciento “prestado”, que lo ayudó a ganar el balotaje, entienda que es crucial acompañar este experimento más allá de las puertas del cementerio. Y algunos ya se retiraron del velorio que se celebra en las redes.

Otro aspecto a tener en cuenta. Milei lo hizo. Unió a los gobernadores de JxC. El resto ya estaba dividido porque no tiene conducción. El futuro inmediato de JxC está en proceso. Macri llamó hace 10 días a todos los jefes del PRO del interior para que armen una operación clamor y lo unjan como presidente del partido. Muchos ni le atendieron el celular. Hoy es poco menos que la mancha venenosa. El otro polo del globo amarillos es Patricia Bullrich, atada al destino de Milei. Y ya no tienen a Lilita, la componedora de estropicios internos que terminaba armando sus propios estropicios. De hecho, lo que se ve es que JxC está muy complicado y el PRO desde hoy tiene más los ojos puestos en los gobernadores que en los porteños. Esos perdieron todos… El único “macrista” porteño que tiene caja es Jorge Macri, pero le faltan luces para conducir y astucia para hacer política, o viceversa.

Macri se está quedando sin carpetas. Sin ese poder de fuego, que si lo tuviera intacto ya lo hubiese puesto en juego en esta coyuntura, es un timbero con plata pero amarrete. El gran capital nacional sabe hacer negocios, sobre todo si el Estado les garantiza rentabilidad, pero no sabe hacer política.

Un buen termómetro del acompañamiento que aún pueda retener el jefe del Estado que detesta será ver si el empresariado del Círculo Rojo, que el viernes y sábado tiene previsto viajar a Italia para encontrarse con Milei, persiste en esa travesía. Son 34 y habrá que ver cuántos quedan de esa comitiva después de lo que ocurrió en Diputados.

El domingo 4 de febrero, dos días antes de que el Titanic de la Ley Bondi choque con el iceberg en Diputados, el editorialista del diario La Nación Joaquín Morales Solá describió en su columna un escenario muy sugerente: “Un gobierno muy frágil surgiría de una eventual derrota en el Congreso. Eso es lo que empujó a Macri a hacer una apelación desesperada a sus diputados para que ayuden a aprobar cuanto antes la ley que soñó con ser una mega ley”.

Más allá de que los hechos mostraron el modesto alcance del liderazgo del Comandante Reposera, el periodista que supo hacer buenas migas con el dictador Antonio Bussi en Tucumán siguió con su análisis previo a la derrota legislativa: “Milei contó hasta con la buena voluntad de tres diputados con experiencia parlamentaria: (Miguel) Pichetto, el macrista Cristian Ritondo y el radical Rodrigo de Loredo; los tres saben que no es momento para un fracaso político del Gobierno. Todavía quedan otras batallas. No pocas voces oficiales señalan que los artículos económicos de la ex megaley promovieron una intensa agitación de los lobbies empresarios y que muchos de ellos lograron cambiar la opinión de algunos diputados”.

Vaya a saber cuáles son las fuentes de Morales Solá, pero el escriba descerrajó un párrafo escalofriante con el que cerró su editorial: “Hasta señalan (las voces oficiales) que interceden pequeñas empresas vinculadas al manejo financiero del narcotráfico, aunque ese vínculo presunto no es público ni conocido. Ni siquiera hay constancia de que sea cierto. Pero el rumor ronda, alarmista, entre distintos despachos de la Casa de Gobierno. Oficialistas y opositores deberían acordar que el tráfico de drogas no participará nunca de la confección de leyes. La alternativa a ese compromiso será una nación fallida, un pobre país de mafias y mafiosos”.

Para alguien como Milei, que sigue dispuesto a montar el mejor escenario al que puede aspirar el narcotráfico –la dolarización– y que desarticula a la velocidad del rayo toda capacidad regulatoria del Estado, lo raro sería que la Argentina no se transforme en un paraíso del lavado de activos y del narcotráfico cartelizado.

El seleccionado del Círculo Rojo

Un rápido repaso por el listado de mega empresarios que acompañará a Milei en su gira político-religiosa basta para entender algunos negocios implícitos en el aún vigente DNU y en la caída Ley Ómnibus. Habrá que si alguno decide bajarse del avión tras la derrota mileísta del martes.

Del Grupo de los Seis (G6), integrado por la Unión Industrial Argentina (UIA); la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba); la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC); la Bolsa de Cereales de Buenos Aires; la Sociedad Rural Argentina (SRA) y la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco), sólo esta última no enviará representante, algo bastante razonable si se tiene en cuenta la brutal decisión de para la obra pública en todo el país. 

La agenda del Presidente junto a estos empresarios y financistas –que tienen previsto viajar entre el viernes 9 y este sábado– incluye la ceremonia de Canonización de Mamá Antula, la primera Santa argentina, en la Basílica de San Pedro, el domingo, y el martes una ronda de negocios con la Confederación General de la Industria Italiana. El lunes los capos corporativos tendrán agenda liberada, en tanto Milei será recibido en audiencia privada por el papa Francisco.

De la comitiva de empresarios, que incluye a las patronales que apoyaron abiertamente la campaña de Milei, se destacan algunos suplentes:

A Eduardo Eurnekian, titular de Corporación América, lo representará su sobrino Hugo, presidente de la petrolera Compañía General de Combustibles (CGC); el CEO de Cresud, Alejandro Elsztain, relevará a Eduardo Elsztain, presidente del grupo IRSA y propietario del hotel Libertador, donde se alojó más de dos meses el actual Presidente; Paolo Rocca, pope de Techint, enviará a Carlos Ormaechea, de Tecpetrol, y el titular de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, mandará a Marcos Pereda, segundo de esa entidad y presidente del Consejo Interamericano de la Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp).

Los miembros del G6 que hasta ahora viajan son Daniel Funes de Rioja, titular de la Unión Industrial Argentina (UIA); Mario Grinman, presidente de la Cámara Argentina de Comercio (CAC); Javier Bolzico, titular de la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba) y Adelmo Gabbi, presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.

El resto del Círculo Rojo que en principio acompañará a Milei es el siguiente: Alejandro, Bettina y Marcos Bulgheroni, de Pan American Energy; Cristiano Rattazzi, ex de Fiat y actualmente CEO del Grupo Módena; Alfredo González, presidente de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa.

La nómina completa de empresarios que acompañan a Milei en su primera gira oficial al exterior es tan sugerente como previsible, pero vale la pena saber quiénes son, por orden alfabético, no de importancia relativa:

José Luis Acevedo, de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Córdoba; Juan Cruz Adrogué, de Papelera del Noa S.A / Nieves del Chapelco SA; Giorgio Alliata di Montereale, de la Cámara de Comercio Italiana en Argentina, Eurocámara Argentina y miembro del board mundial del Grupo Techint; Carlos Alberto Arecco, de Arecco Ingeniería y la Bolsa de Comercio de Bahía Blanca; Michele Battaglia, de Silvateam; Maximiliano Bechara, de Evoltis; Teseo Bergoglio, de Latin American Partners (LAP); Enrique Boilini, de Yellow Jersey Capital; Jaime Campos, de la Asociación Empresaria Argentina; Mauricio Canineo, CEO de Pirelli Argentina y miembro de la Cámara de la Industria del Neumático; Santos Doncel Jones, de Iveco Group Argentina; Andrés Ekserciyan, de la UIA Joven- CCO Ritex; Rodrigo Perez Graziano, de Peugeot-Citroën Argentina y Grupo Stellantis; Lucas Pescarmona, de Sitrack; Andrés Prieto, ex de UIA Joven; Marysol Rodríguez, presidenta de UIA Joven- Sinteplast; Micaela Taboada, protesorera de UIA Joven; Gonzalo Tanoira, de San Miguel Global; Luis Alberto Tendlarz, de la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA) y Algodonera del Valle); Luis Ureta, de Globant y Martín Zuppi, de Fiat, Jeep y Ram – Grupo Stellantis.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 10/02/24

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