Un cuarto de siglo. Dicho así la fecha se densifica. La densidad se vuelve importante si se pone en relación el periodismo de autogestión y el paso del tiempo. Tiene algo de epopeya y de milagro. Eso sí, ambas cosas provienen de una decisión inquebrantable: que pasen las crisis que El Eslabón sigue en pie. Por eso tiene ese nombre tan especial, porque es capaz de enhebrar, unir, en suma vincular las distintas dimensiones sociales, económicas y políticas y ponerlas a disposición de sus lectores que así podrán relacionar, encontrar causalidades entre la macro y la micro, como se suele decir ahora, tratando de desacoplar las decisiones de un gobierno con la vida cotidiana.
Eslabonear para comprender. Para reflexionar. Como una especie de anteojos de ver bajo el agua, allí donde las estructuras se consolidan y tratan de pasar escamoteadas en lo profundo, hundidas, escondidas. Una actividad relacional, eslabonal, pone en evidencia esas estructuras, muchas veces non santas, con las vicisitudes, como decía una actriz en un antiguo programa de TV. Y ahí sí, es posible que brote la conciencia crítica como agua de la fuente.
Todo eso hace a una prensa que gesta o decide cuál será su propia línea editorial, y eso en una realidad en disputa, como la de las últimas décadas, no es fácil. Mas ahí está la razón básica del festejo que los y las compañeras que hoy lo llevan adelante, muestran en esta edición especial.
Pero hay algo más para traer a escena en estas bodas de plata de El Eslabón con sus lectores. A El Eslabón lo conoce todo el mundo, si se me permite esta generalización poco académica. Tantas y tantas veces lo comprobé. Al plantear una nota a los entrevistados, al difundirla y, sobre todo, cuando los mismos interesados mentaban el periódico al acercar algún material que necesitaban publicar: ¿podrá salir en El Eslabón?.
De modo que sí, una prensa de autogestión que sobreviva un cuarto de siglo, marca un par de consideraciones como las realizadas. No es fácil autogestionar, sobreponerse al voluntarismo, imaginar recursos, plantear estrategias en reuniones interminables, que a la semana habrá que repetir porque algo salió con efecto dominó y dejó todo otra vez en el punto de partida.
Fue una gran experiencia participar en El Eslabón, una experiencia que siempre está a mano, abierta, siempre posible. Como la primera vez cuando varios años atrás, un domingo en las escalinatas del Parque España, Santiago Garat anotó mi número de teléfono cuando le dije que me gustaría participar del periódico. Eso sí, no recuerdo cuál fue la primera nota pero la pertenencia al cuarto de siglo fue hermosa y, por supuesto, sigue en pie.
Publicado en el semanario El Eslabón del 07/09/24
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